Truenos en Andorra

En Andorra hubo de todo, hasta truenos bajo el sol. Hubo un atasco monumental porque era jornada de puente en Catalu?a y por un accidente previo en plena subida a Arcal¨ªs. Hubo una fuga valerosa de 18 ciclistas que encumbr¨® a Zandio, ya ex compa?ero de habitaci¨®n de Pereiro, que se enfrent¨® al virus de la gastroenteritis y se empe?¨® en llevar su sue?o al infinito. Una utop¨ªa, un gigante en miniatura, que dir¨ªa Serrat, cuando los gallos ya asomaban a pocos minutos. Derrengado, se borr¨® a poco de iniciar el puerto, vista la escasa colaboraci¨®n de sus presuntos colaboradores.

Hubo un rosario de valerosos que se empe?aron en convertir la etapa reina en un homenaje al ciclismo de acci¨®n, al de los demarrajes, las sorpresas, la incertidumbre. Hubo, por ejemplo, un Ant¨®n que resurgi¨® de la fatiga y apareci¨® casi de la nada para intentar dejar a los gallos con un palmo de narices, pero se le acab¨® la gasolina. Fant¨¢stico, menudo y poderoso, dio todo y un poco m¨¢s de lo que ten¨ªa en la subida a Arcal¨ªs. Y hubo un S¨¢nchez sufriendo en cada ataque, descolg¨¢ndose en cada ataque y enlazando en cada par¨®n sabedor de que su final, entre los mejores, pod¨ªa ser demoledor. Pero sobre todo hubo un Sastre impagable, desafiando al majestuoso Menchov, requiri¨¦ndole en cada esfuerzo. Por tres veces atac¨® el abulense, seco, fuerte, despu¨¦s de hacer lo que ¨¦l mismo denomin¨® un parip¨¦ para confirmar sus presagios. Sastre estaba convencido de que Piepoli trabajaba para Menchov devolvi¨¦ndole el favor de Benasque cuando el ruso le dej¨® ganar. Su bicicleta fue un trueno en Arcal¨ªs, donde se desgast¨® todo su equipo, y su voz fue a¨²n m¨¢s tronante nada m¨¢s cruzar la l¨ªnea de meta. "Ha sido vergonzoso ver c¨®mo un corredor ayuda as¨ª a un l¨ªder que no es de su equipo. Lo que ha hecho Piepoli ha sido penoso. Cada uno es responsable de sus actos", afirm¨®.

La hermosa jornada ciclista quedaba al albur de la interpretaci¨®n del trabajo de Piepoli. Su director, Joxean Fern¨¢ndez, Matxin, reconoci¨®: "No entend¨ªa por qu¨¦ tiraba tanto al principio, pero tambi¨¦n es verdad que nunca sali¨® a por Sastre cuando atac¨®. Yo creo que Piepoli tiene esa manera de correr y estaba buscando el triunfo en la etapa".

Pero el triunfo fue para Menchov, que subi¨® a Arcal¨ªs de forma soberana, respondiendo a cada ataque de Sastre o Piepoli con una facilidad pasmosa, como si fuera una rutina con la que ya contaba, como si todo estuviera en un gui¨®n que no le afectaba ni a las piernas ni a la cabeza. Menchov era siempre la sombra de quien atacaba. Al final, ense?¨® su sombra al resto imponi¨¦ndose en un sprint que s¨®lo le disput¨® Evans, el presunto paseante que le ha cogido el gusto a la carrera.

Y entonces estall¨® la pol¨¦mica. Mientras S¨¢nchez se retorc¨ªa contra una valla para recuperar el aliento, Sastre cargaba contra Piepoli. La duda quedar¨¢ para siempre. Ciertamente, el italiano, durante muchos kil¨®metros, puso un ritmo que le conven¨ªa a Menchov para evitar problemas. Pero no es menos cierto que Piepoli buscaba el triunfo de etapa y por delante ten¨ªa escapado a un ilusionado Beltr¨¢n y junto a ¨¦l a llegadores muy potentes como Menchov, Evans y S¨¢nchez. O romp¨ªa el grupo o perd¨ªa. En esa duda, el beneficiado era Menchov. Los ataques de Sastre, valeroso y doliente, y el ritmo de Piepoli fundieron a S¨¢nchez, uno de los favoritos al sprint. Piepoli tambi¨¦n se entreg¨® tras un par de tirones; Sastre se cabre¨®, con un par de razones, y Menchov gan¨® con un par de pedaladas en la meta.

El debate sobre los pactos en el ciclismo es a?ejo. Los ciclistas, salvo los perjudicados, reconocen que favor con favor se paga y Menchov le hizo uno muy grande a Piepoli el domingo. Los directores saben que hay una ley de hoy por ti y ma?ana por m¨ª. Matxin lo dej¨® claro: "Los que estamos en este mundo del ciclismo sabemos que somos ego¨ªstas y que nos pagan por ganar". ?Tir¨® Piepoli para ganar o para pagar su deuda con Menchov? Da igual. El ruso es el m¨¢s fuerte de la Vuelta. La ganar¨¢ si no hay contratiempo. Y Sastre seguir¨¢ rumiando su desolaci¨®n porque su carrera de ayer, en la etapa reina de la Vuelta, merec¨ªa el mejor premio. Y no lo tuvo.