Ayer, en el Fossar de les Moreres
Son las nueve de la ma?ana y pillo un taxi para ir al Fossar de les Moreres a ver c¨®mo est¨¢ el ambiente, aunque, si quisiera ambiente de verdad, me hubiese ido al monumento de Rafael Casanova, a ver las ofrendas de flores (de los pol¨ªticos al h¨¦roe) y a ver las ofrendas de huevos (del populacho a los pol¨ªticos). Estoy segura de que, con el tiempo, la ofrenda de huevos se convertir¨¢ en tradici¨®n, igual que la tomatina de Bu?ol.
En mi barrio s¨®lo est¨¢n abiertas las panader¨ªas que tambi¨¦n sirven caf¨¦. El Dino Pan, regentado por unos ciudadanos chinos, y El Forn del Cel, regentado por una aut¨®ctona, pero con trabajadoras argentinas. Claro que tambi¨¦n est¨¢ abierto el presunto bar gallego de la esquina. Digo "presunto" porque tambi¨¦n lo regenta un matrimonio chino y, a pesar de que no han cambiado la carta (que sigue ofreciendo pulpo y lac¨®n), nadie se atreve a pedir ni siquiera un bocadillo de fuet, porque la idea del pan con tomate que tiene la pareja es ligeramente cantonesa para los gustos del cerrado catal¨¢n medio.
El taxista que me lleva es nuevo en la ciudad y no tiene ni idea, me dice, de d¨®nde est¨¢ Santa Mar¨ªa del Mar. Ninguna de las coordenadas que le doy le sirve para nada. Le pregunto si tiene una gu¨ªa, y la tiene, pero me dice que no se aclara con los mapas, as¨ª que me pide que le vaya indicando. Llegamos, pues, al paseo del Borne, pago y observo el ambiente. Han colocado carteles por todas partes. En uno de ellos leo Llibertat presos i preses pol¨ªtiques catalanes. Han intentado ser correctos ling¨¹¨ªsticamente, pero como la correcci¨®n ling¨¹¨ªstica casi siempre est¨¢ re?ida con los problemas de espacio, lo que en realidad pide ese cartel es libertad para todos los presos del mundo (sin distinci¨®n) y libertad para las presas (siempre que sean pol¨ªticas y catalanas).
"Si por zona te toca un colegio que est¨¦ bien, nada, pero si no te toca, ?qu¨¦ haces?", le explica un urbano a otro. Est¨¢n vigilando las maniobras de dos gr¨²as que se dedican a mover las motocicletas aparcadas en el paseo (est¨¢n bien aparcadas, pero creo que las mueven por cuestiones log¨ªsticas). "La peque?a me saca de media notable. Pero el mayor no veas", le contesta el otro. "Y yo le digo: '?Qu¨¦ quieres? ?Un turno de esos guapos de 700 euros?' Pero yo lo entiendo. Empez¨® a salir con una chavalita y a la que empiezan a tocar carne fresca...". Les interrumpe un ciclista. "Perdona", dice, "¨¦s que no estic orientat per anar a l'Arc de Triomf". As¨ª que, con gran amabilidad constitucional, uno de ellos le contesta: "Per dalt, has d'anar per aqu¨ª dalt". El ciclista les da las gracias: "Vinga, merci".
Sigo hacia el Fossar. Encima de la helader¨ªa que ofrece sus productos etiquetados en catal¨¢n leo Fora simbologia espanyola i francesa dels nostres carrers. Frente a Santa Maria del Mar hay una tarima preparada para el homenaje a Llu¨ªs Maria Xirinacs. Otro cartel. En ¨¦ste pone: Dona rebel¡¤lat contra el patriarcat, en lugar de poner Dona, rebel¡¤la't contra el patriarcat. No s¨¦ si es dejadez (al tratarse del catal¨¢n se pueden cometer incorrecciones) o si en el fondo la autora del cartel (la supongo mujer) quiso escribir Dona rebel¡¤lat; es decir: mujer rebelado. Si es as¨ª, estar¨ªamos frente a un alegato a favor del transexualismo, que me parece muy bien.
En el Fossar, no falta la anciana de todos los a?os. Una mujer muy delgada y menuda que va vestida de pubilla, aunque no usa las medias blancas preceptivas. Eso s¨ª, lleva la mantellina, la gallana (la redecilla del pelo) y las mitenas (esos guantes sin dedos, tambi¨¦n de redecilla). La anciana enciende velas, se inclina ante las fotos de los carteles de las paredes y coloca bien las flores. "A mi, un anarquista catal¨¤ no em serveix!"; oigo que le explica un chico a otro. "A mi, el que em serveix ¨¦s un anarquista espanyol, perqu¨¨ va contra Espanya!". Y de repente se oye ruido de gralles. El editor valenciano Eliseu Climent ha venido a dejar unas flores. Suena Els segadors, algunos de los reunidos cantan y al final hay aplausos. "No s'ha d'aplaudir!", se queja una se?ora. "Estem commemorant una derrota, no hem d'aplaudir".
En los puestos callejeros se venden chapas, relojes, libros... O se intenta, porque no todo el mundo est¨¢ dotado para el comercio. En uno de los tenderetes, una amable se?ora llamada Arc¨¤dia, ofrece libros de Llu¨ªs Maria Xirinacs y tambi¨¦n un d¨ªptico en el que se ha reproducido con todo cuidado la carta manuscrita que dej¨® antes de morir. Vale un euro, pero todo el mundo se lo lleva sin pagar y ella sonr¨ªe resignada. "Un s¨ª que li dono, pero dos no...", se queja ante un se?or. "?s que l'altre ¨¦s pel meu arxiu", replica ¨¦l. A lo que la amable Arc¨¤dia se calla. Al final, le pide a una compa?era que se coloque en su lugar, pero creo que tendr¨¢ la misma suerte. Hablamos. Me cuenta con los ojos emocionados que conoci¨® a Xirinacs y que el fin de semana estuvo en el lugar donde muri¨®. S¨®lo deseo que no viera TV-3 durante los d¨ªas posteriores a su muerte. Un ser humano dedicado a la tertulia televisiva (de esos que para opinar de lo que sea enchufan a la corriente y expulsan frases sacadas de Wikipedia) dijo que estaba muy bien que los pol¨ªticos le hubiesen ido a dar el ¨²ltimo adi¨®s, pero que "lo hubiesen tenido que hacer mucho antes". No somos nada.
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