Dicen
Dicen los de la ETA que el fallido proceso de paz era "un proceso vac¨ªo y sin contenido pol¨ªtico" y que el Gobierno de Zapatero lo ¨²nico que buscaba era "su rendici¨®n". Estos decires ¨²ltimos de ETA me merecen el mismo cr¨¦dito que los que nos ofrecieron por entregas no hace mucho en Gara. Si a aqu¨¦llos no les prest¨¦ atenci¨®n, porque los consider¨¦ simple material propagand¨ªstico, tampoco se lo presto a ¨¦stos por los mismos motivos. El presidente Zapatero tom¨® una iniciativa en su momento, iniciativa apoyada por el Congreso, y esa iniciativa fracas¨®. Discutir el grado de responsabilidad que pudo tener el presidente en ese fracaso me parece que est¨¢ fuera de lugar, al menos si nos atenemos a los t¨¦rminos en que su decisi¨®n fue avalada por el Congreso, t¨¦rminos que eran bien conocidos por ETA, ya que fueron aprobados meses antes de que ¨¦sta decretara su tregua y se aviniera a su proceso de finiquito. Que a lo largo de los meses que dur¨® ¨¦ste se tensara la cuerda con el fin de llevarlo a buen puerto era algo tan previsible, que no entiendo c¨®mo nadie puede escandalizarse por ello. El presidente Zapatero no es responsable del fracaso de ese proceso, pero s¨ª es responsable de haber tomado esa iniciativa -de consecuencias diversas-, pese a que fuera apoyada por el Parlamento.
Adem¨¢s de los de ETA, tambi¨¦n otros dicen cosas. Por ejemplo los nacionalistas, con su dichosa consulta. As¨ª Xabier Agirre, diputado general de ?lava, nos dice que "no podemos estar condicionados permanentemente para poder dar pasos en la normalizaci¨®n de este pa¨ªs ni por ETA ni por la Ley de Partidos", palabras que, a su manera, tambi¨¦n las repite Joseba Egibar. Tratar de poner en el mismo plano como condicionantes de la consulta la actividad de ETA y la Ley de Partidos es un recurso tramposo, porque no son elementos que figuren en compartimentos estancos, sino que ambos est¨¢n relacionados y en un orden de prelaci¨®n: si ETA desaparece, la Ley de Partidos, o al menos sus efectos determinantes en la pol¨ªtica vasca, desaparecer¨¢ tambi¨¦n. Pero a los nacionalistas siempre les gusta encontrar contrapesos que repartan la materia oscura, un c¨¢lculo muy racional, aunque se aventure por sinuosidades teol¨®gicas. Hay que dar pasos en "la normalizaci¨®n", nos dice Agirre, un concepto inaprensible que deja de serlo si ponemos en su lugar la palabra poder. Naturalmente, ese c¨¢lculo racional deja de lado todo tipo de consideraciones emocionales, salvo si ¨¦stas le pueden servir de ayuda.
Tambi¨¦n Javier Mina dice que yo confund¨ªa la sem¨¢ntica con la l¨®gica en el reproche que le hice la pasada semana a Rosa D¨ªez. No lo creo. Rosa D¨ªez hac¨ªa una inferencia l¨®gica de las palabras de Zapatero que ser¨ªa correcta si no partiera de un error de interpretaci¨®n que era sem¨¢ntico. Otra cosa son las conclusiones l¨®gicas que Javier Mina extrae no de mi afirmaci¨®n, sino de la del presidente, conclusiones, por cierto, equivocadas ambas. Cualquiera de nosotros puede atribuirse toda la responsabilidad pol¨ªtica -y todas las entra?as- que crea conveniente como ciudadano, pero ninguno de nosotros tuvo que tomar la decisi¨®n de iniciar o no un proceso de di¨¢logo con ETA. ?Y se pueden deslindar los motivos racionales de los emocionales cuando tu decisi¨®n afecta de forma tan brutal a la vida de los ciudadanos? El presidente Zapatero destac¨® los motivos emocionales que lo guiaron, y no tengo por qu¨¦ sospechar de su palabra, aunque no dudo de que tuviera tambi¨¦n en cuenta motivos racionales, y es posible que hasta otros de naturaleza menos confesable. Que Javier Mina pregunte por qu¨¦ entonces s¨ª y ahora no, no creo que merezca ning¨²n comentario.
La que s¨ª los merece es su observaci¨®n de que yo me metiera en un jard¨ªn muy raro. ?Raro por qu¨¦? ?Porque la sem¨¢ntica sea un jard¨ªn confuso, porque me aventurara en un territorio bajo sospecha o porque hay temas tab¨², aunque se suavice este t¨¦rmino con la rareza? Y tampoco es de recibo la l¨ªtotes para advertirnos, como hace ¨¦l, de cu¨¢les han de ser las buenas tareas del intelectual. No lo soy, o es ¨¦sta una consideraci¨®n que me trae sin cuidado, y desde luego me mantengo muy alejado de los aparatos de poder, hasta de aquellos que pretenden llegar a tenerlo alg¨²n d¨ªa, no digo ya de los que alg¨²n d¨ªa lo tuvieron y lo perdieron. Hablo como ciudadano, y faltar¨ªa m¨¢s que un ciudadano -o un intelectual- no pudiera defender, si lo considerara oportuno, la actuaci¨®n pol¨ªtica de un presidente elegido democr¨¢ticamente. ?O cree acaso Javier Mina que estamos en una dictadura? Decididamente, me encuentro m¨¢s a gusto entre bailarines de claqu¨¦ que entre intelectuales. Suelen ser m¨¢s divertidos, y es raro encontrar entre ellos disciplinadores pol¨ªticos, aunque sean de guante blanco.
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