Catorce a?os, m¨¢s de diez jueces... y sin respuesta
Los padres de dos hermanos muertos en la explosi¨®n de la Pirot¨¦cnica Brau de Vidreres (Girona), en 1993, siguen esperando el juicio
Una foto, algo gastada ya, cuelga en casa de Benvingut Joals y Conxita Tarr¨¦. Tres chavales vestidos con el uniforme del equipo de f¨²tbol local y el pelo revuelto sonr¨ªen a la c¨¢mara. Son Miquel, Nido y, en medio, Jordi, que apenas les llega al hombro a sus hermanos mayores. "Nido tendr¨ªa hoy 41 a?os; Jordi acabar¨ªa de cumplir 32". Conxita se resiste a apartar la mirada de la imagen mientras recuerda en voz alta d¨®nde estaba cuando la Pirot¨¦cnica Brau de Vidreres (Girona) vol¨® por los aires. Ella y su hija Imma trabajaban en una tienda de Lloret. Benvingut paseaba en su autocar a unos turistas por Montserrat. En aquella explosi¨®n, el 3 de junio de 1993, murieron cuatro trabajadores. Entre ellos estaban sus hijos Nido y Jordi, el primog¨¦nito y el m¨¢s joven. Ten¨ªan 27 y 18 a?os.
La Guardia Civil comprob¨® que el material pirot¨¦cnico almacenado conten¨ªa mezclas prohibidas
Una juez de Santa Coloma de Farners archiv¨® la causa el a?o pasado al no ver indicios de delito
Nido ni siquiera tendr¨ªa que haber estado all¨ª. Era su primer d¨ªa de trabajo. Sol¨ªa ayudar a su padre, pero esa ma?ana decidi¨® acompa?ar a su hermano y sacarse un dinero extra. Con la verbena de San Juan a la vuelta de la esquina, en la pirotecnia necesitaban personal. Llegaron a las ocho de la ma?ana. Hacia las 11.45 se produjo una explosi¨®n en una de las naves -"por causas desconocidas", reza el informe de la Guardia Civil del 12 de agosto- y la onda expansiva provoc¨® una reacci¨®n en cadena. Otros tres almacenes quedaron reducidos a cenizas. El estruendo fue tal que en la zona creyeron que se hab¨ªa estrellado un avi¨®n. Encontraron restos de vigas a medio kil¨®metro. Cuatro horas despu¨¦s segu¨ªan explotando petardos, seg¨²n recoge la cr¨®nica que public¨® este diario al d¨ªa siguiente.
Han pasado 14 a?os. Benvingut y Conxita ya no lloran, al menos en presencia de desconocidos. Pero en sus caras se lee el dolor. Son 14 a?os de espera, de lucha para llevar la muerte de sus hijos ante la justicia. El caso ha pasado de juzgado en juzgado, incluso por el Supremo, hasta quedar atascado en la Audiencia Provincial de Girona. M¨¢s de una decena de jueces lo han tenido entre sus manos pero no ha llegado a juzgarse. Son 14 a?os de llamadas al abogado, Jordi Ortigosa. Cada mes, sin falta. "Jordi, ?hay algo nuevo?", pregunta siempre Conxita. El ¨²ltimo cap¨ªtulo de este culebr¨®n judicial es el que m¨¢s les ha dolido. La titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 2 de Santa Coloma de Farners archiv¨® la causa en noviembre del a?o pasado al no ver indicios de delito. Benvingut se lleva las manos a la cabeza al contarlo. "?C¨®mo que no hay delito?", exclama. La decisi¨®n est¨¢ apelada en la Audiencia de Girona. Otra vez a esperar.
En sus calificaciones provisionales, el abogado considera que se produjo un delito de homicidio imprudente y otro contra la seguridad de los trabajadores. Los acusados son Rafael Brau y su mujer, Mar¨ªa Rosa Estrada, propietarios de la pirotecnia; Manuel Borraz y Rafael R¨ªos, encargados de la empresa; Vidal Real, el guardia civil que deb¨ªa inspeccionar el material almacenado; Llu¨ªs Terradas, director provincial en Girona del Ministerio de Industria y Energ¨ªa y por tanto tambi¨¦n responsable de las inspecciones; y Juan Vicente Jurado, Luis Casanovas y Joaqu¨ªn Enrique Pe?alver, tres empresarios proveedores de productos pirot¨¦cnicos prohibidos.
En la habitaci¨®n donde cuelga la foto de los hermanos, al lado de otras de los autocares que ha conducido Benvingut, se amontonan los papeles. Son autos judiciales, atestados, informes, escritos de abogados... Con los a?os, se van desordenando, pierden las grapas y los clips. Lo que no impide que ¨¦l tenga muy claro qu¨¦ fall¨® aquel d¨ªa. No sabe qu¨¦ provoc¨® la explosi¨®n -nadie lo sabe, s¨®lo que ocurri¨® en la nave donde descargaban material- pero s¨ª que se podr¨ªa haber evitado. Est¨¢ convencido de que en los almacenes hab¨ªa m¨¢s toneladas de productos pirot¨¦cnicos de las permitidas, pero no se ha podido probar. Explotaron junto con los edificios, los coches aparcados y los trabajadores.
Lo que s¨ª confirm¨® el informe del Servicio de Desactivaci¨®n de Explosivos de la Guardia Civil fue la presencia en las muestras de clorato pot¨¢sico y aluminio en polvo en una misma mezcla pirot¨¦cnica. Algo que proh¨ªbe la Orden Ministerial sobre catalogaci¨®n de productos pirot¨¦cnicos del 5 de diciembre de 1991 por su elevado riesgo de deflagraci¨®n. Se trata de dos compuestos muy reactivos. Otro informe, en este caso de la Direcci¨®n General de Minas, constata que muchos de los artefactos ni siquiera estaban catalogados. Ninguna de estas irregularidades fue detectada por las inspecciones de la Guardia Civil ni de la Delegaci¨®n de Industria, denuncian las acusaciones particulares. Las cajas de material no se abr¨ªan, seg¨²n reconoci¨® en su declaraci¨®n el guardia civil Vidal Real, sino que s¨®lo se controlaban los albaranes de las entregas remitidos por fax.
Durante la instrucci¨®n, el juzgado solicit¨® un informe al Departamento de Trabajo de la Generalitat. Result¨®, seg¨²n un documento del 24 de octubre de 1994, que el centro nunca hab¨ªa sido visitado antes del accidente, "ya que la empresa no hab¨ªa comunicado su apertura a la Delegaci¨®n de Trabajo". A la Direcci¨®n Provincial de la Seguridad Social tampoco le constaba. A los hijos de Benvingut y Conxita no los dieron de alta hasta el mismo d¨ªa de la explosi¨®n. El gestor de la empresa aleg¨® que el contrato era verbal y que dispon¨ªan de cinco d¨ªas h¨¢biles para formalizarlo. Los padres, adem¨¢s, aseguran que sus hijos jam¨¢s recibieron formaci¨®n para manipular artefactos pirot¨¦cnicos.
"Nosotros, en lugar de ir a ver a los nietos, visitamos nichos", sacude la cabeza Benvingut mientras Conxita muestra una fotograf¨ªa tomada en un cementerio. La mano tiembla. Hay cuatro l¨¢pidas. Miquel, el tercero de los hermanos de la foto, el que sonr¨ªe a la c¨¢mara a la izquierda de Jordi, muri¨® en un accidente de tr¨¢fico dos a?os antes de la explosi¨®n. En el coche iba otra hermana, Ester. Tambi¨¦n falleci¨®. Ten¨ªan 22 y 21 a?os. "El accidente, con tiempo, lo puedes llegar a asumir. Pasa tan a menudo... Es mala suerte. Pero lo otro, lo otro no", suspira Benvingut. A los 65 a?os, a punto de jubilarse, parece que empieza a perder la esperanza: "Yo no ver¨¦ el final, que es lo que quieren. Hay gente interesada en que este caso no se juzgue". Dice Conxita que a veces su hija, Imma, le pregunta por qu¨¦ no lo dejan estar. No es por el dinero; no les va mal. "Queremos justicia para ellos".
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