30 a?os viudos de un mito
El aniversario de la muerte de Maria Callas coincide con la desaparici¨®n de Pavarotti
S¨®lo abandonaba el apartamento parisiense en el que viv¨ªa recluida a horas fijas, para pasear al perrito. Muri¨® el 16 de septiembre de 1977, dos a?os despu¨¦s de haber acompa?ado en el lecho de muerte al banquero Onassis, con quien hab¨ªa vivido tiempo atr¨¢s una intensa historia de amor. El 30? aniversario de la nunca esclarecida muerte de Maria Callas coincide con la reciente desaparici¨®n en M¨®dena de Luciano Pavarotti, el tenor que en el ¨²ltimo cuarto del siglo XX ha heredado de la artista griega la visibilidad medi¨¢tica. Pero han sido dos modelos muy distintos.
Maria Callas fue la diva oper¨ªstica del cine. Su d¨¦cada triunfal, de mitad de la d¨¦cada de 1950 a la mitad de 1960, estuvo marcada por los grandes directores del momento: Visconti la convirti¨® en Violeta; Pasolini, en Medea; Fellini, a?os despu¨¦s, rodar¨ªa E la nave va, inspirado en esa peripecia. Ella misma, La Divina, ten¨ªa su modelo f¨ªsico en el cine: Audrey Hepburn. Siguiendo ese patr¨®n, en 1954 hab¨ªa adelgazado ?40 kilos! Toda su vida era una pel¨ªcula: los humildes or¨ªgenes de inmigrantes griegos en Nueva York, los dif¨ªciles estudios, el duro exordio art¨ªstico, su matrimonio con el empresario Meneghini, el romance con Onassis, la soledad final. Una Marilyn Monroe de la escena l¨ªrica. Y acab¨® por sucumbir: raras apariciones en 1973 la llevan a una crepuscular gira por Jap¨®n, de la mano de otro tenor excesivo como Giuseppe di Stefano. Luego, la reclusi¨®n voluntaria y la muerte en soledad.
La soprano y el tenor encarnan dos referentes culturales distintos en apenas una d¨¦cada
Zeffirelli hizo con todo eso en 2002 la pel¨ªcula Callas forever, baqueteada por la cr¨ªtica. Y Pen¨¦lope Cruz se apresta a incorporar a la insuperada int¨¦rprete de Norma si llega a buen puerto la iniciativa del productor italiano Guido de Angelis. Hace unos d¨ªas, junto a la Acr¨®polis de Atenas, tuvo lugar un concierto en su memoria, dentro de las celebraciones del A?o Callas. La Scala acoge por su parte la en¨¦sima exposici¨®n con documentos, vestuario y otros objetos de la diva, mientras la firma EMI impulsa la integral de sus grabaciones de estudio, en un cofre de 70 compactos que adem¨¢s contiene un documental de su vida. Todas las grabaciones est¨¢n disponibles en Internet. Como se ve, aunque ella sucumbiera, el fen¨®meno medi¨¢tico sigue con salud. Un fen¨®meno con ra¨ªces claras en el cine.
En cambio, Luciano Pavarotti, fallecido en su casa de M¨®dena el 6 de septiembre, rodeado por toda su familia y con funerales de Estado, es un icono televisivo. Su peripecia vital sale del drama para recorrer los senderos m¨¢s luminosos y acomodaticios del culebr¨®n. Su primera mujer, Adua Veroni, las tres hijas que le adoraban, el romance con la joven secretaria, Nicoletta Mantovani, con quien tuvo a la peque?a Alice que tanto alegr¨® su final. A Pavarotti no le llamaba Pasolini para protagonizar una pel¨ªcula, sino la agencia de publicidad para anunciar un producto diet¨¦tico. No era un h¨¦roe torturado como la griega, sino un hombre lleno de optimismo. Patrocinaba galas y eventos televisivos, como los encuentros h¨ªpicos de M¨®dena, a la vez que llenaba los estadios de todo el mundo en la gira de Los tres tenores, durante la d¨¦cada de los noventa.
Estas dos diversas estructuras m¨ªticas tienen obviamente una ra¨ªz com¨²n en la escena l¨ªrica y por ello conservan tics id¨¦nticos, como las sensacionales cancelaciones de ¨²ltima hora o los enfrentamientos con directores de teatro, de escena o de orquesta, tanto da. Es el arquetipo del divo caprichoso nacido en el siglo XVIII que tan bien caricaturizaba Benedetto Marcello en su hilarante ensayo El teatro a la moda. Pero m¨¢s all¨¢ de esas coincidencias, incluso las voces de uno y otro tomaron sendas distintas. La Callas quiso convertir su voz en escena, en personaje, de ah¨ª esa b¨²squeda obsesiva, dram¨¢tica en toda la extensi¨®n de la palabra, para dar, dicho con sus propias palabras, con "una tonalidad enfermiza de la voz" que le permitiera respirar con los pulmones tuberculosos de Violeta Val¨¦ry.
A Pavarotti eso se la tra¨ªa discretamente al pairo. ?l siempre iba por delante. Cantara el duque de Mantua o Nemorino, su personalidad arrolladora engull¨ªa al personaje. Y su voz era la voz de un dios siempre reconocible como ¨²nico: voz timbrada, met¨¢lica, limpia, potente. Cuando as¨ª lo demandaba la parte, la Callas afeaba la voz, la oscurec¨ªa, la llenaba de imperfecciones en busca de una verdad dram¨¢tica superior. Pavarotti simplemente no pod¨ªa: no conoc¨ªa ninguna verdad dram¨¢tica por encima de una voz que era un espect¨¢culo aut¨®nomo en s¨ª misma. Y por eso, justamente, Pavarotti fue un mito de la televisi¨®n: era imprescindible en su caso llegar al primer plano, al gesto de la cara, a la vena car¨®tida hinchada, al pa?uelo blanco, al clavo torcido que el tenor recog¨ªa al salir a escena para que le diera suerte. Todo eso en el cine es imposible apreciarlo. En el cine, en cambio, se ven bien las hero¨ªnas que llenan la escena con su sola presencia, como Scarlett O'Hara, Grace Kelly -que tambi¨¦n anda de aniversario- o Maria Callas.
Definitivamente, Callas y Pavarotti pertenec¨ªan a g¨¦neros dram¨¢ticos distintos aunque los dos cantaran ¨®pera. Las respectivas carreras estuvieron separadas por apenas una d¨¦cada, pero una d¨¦cada fundamental en la construcci¨®n de los referentes culturales masivos. Cuentan que la Callas siempre se lamentaba de no saber, de no haber aprendido m¨¢s cosas en su vida. A Pavarotti, hombre campechano y jovial, eso parec¨ªa no importarle nada.
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