El gran timo del jazz
Llegan cinco, diez, todos los meses. Son los discos de las aspirantes a nuevas divas del jazz: portadas que retratan almas sensibles o esp¨ªritus bohemios, repertorios elegidos al mil¨ªmetro. Superficialmente, aquello incluso suena a jazz: un poco de contrabajo, bater¨ªa tocada con escobillas, algo de saxo u ¨®rgano Hammond de origen digital.
Muchas de estas pretendientes proclaman que quieren ampliar el cat¨¢logo de standards y blablabl¨¢. Se aplican a interpretar temas de Sting, Jimi Hendrix, Tom Waits, Leonard Cohen, Nick Drake. Todo de mucha qualit¨¦. Precisamente, el toque franc¨¦s ayuda mucho: tambi¨¦n se admiten piezas de Edith Piaf o Serge Gainsbourg o una temporada viviendo en Par¨ªs. Otras tienen origen n¨®rdico y explotan el chic escandinavo.
Es el s¨ªndrome Norah Jones. Pocas artistas han sacado tanto rendimiento a la p¨¢tina jazz¨ªstica... y a unos recursos m¨ªnimos. Da lo mismo que Norah toque ahora m¨¢s country cosmopolita que jazz liviano: el ser editada por el ilustre sello Blue Note allana todas las evidencias en contra acumuladas por nuestros o¨ªdos. ?C¨®mo no envidiarla?
As¨ª que muchas aspirantes quieren pillar cacho y hacen las concesiones necesarias para entrar por el aro. Puede que, por otra parte, no tengan otra opci¨®n. Los equipos de promoci¨®n de las grandes compa?¨ªas han terminado consagrados a trabajar el producto m¨¢s juvenil: no tienen tiempo, energ¨ªa o presupuesto para m¨²sicas menos inmediatas. Aquellos artistas con un target m¨¢s adulto terminan siendo derivados hacia los departamentos especializados. Especializados originalmente en discos cl¨¢sicos o fondo de cat¨¢logo.
Nada que objetar: en s¨ª, muchos de esos discos son bonitos, bajos en calor¨ªas y altamente digeribles. Excepto que se est¨¢ dando gato por liebre. Se roba espacio a las genuinas cantantes de jazz, esas que saben manejar sus voces, que son capaces de reinventar canciones ajenas m¨¢s all¨¢ del t¨ªpico ralentizado.
A cambio, nos venden una versi¨®n actualizada de las cantautoras de principios de los setenta, pero con menor porcentaje de material propio. Hoy, no quepa duda, nos vender¨ªan a Carole King, Joni Mitchell, Minnie Riperton y Laura Nyro como "divas del jazz".
Todos participamos del enga?o. Bastantes festivales de jazz son, desde hace tiempo, sat¨¦lites de la oficina de turismo local: deben llenar grandes recintos y all¨ª cabe todo lo que haya sido promocionado desde las multinacionales. Y los medios entramos en el juego: ?es tan agradable el aroma del falso jazz! Resulta m¨¢s c¨®modo pinchar en la radio un tema pop jazzeado que programar una canci¨®n desconocida.
El gran timo del rock'n'roll se llamaba el documental oficial sobre los Sex Pistols. Pero, cuando se estren¨®, el grupo ya llevaba casi dos a?os difunto. Sin embargo, el timo del jazz sigue funcionando. Millones de personas que escuchan, consumen, contemplan algo que se pretende jazz. Y no.
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