... y jornaleros sin papeles en tinajas
Rumanos y b¨²lgaros acuden a recoger uva en tierras manchegas por 42 euros al d¨ªa, pero sin contrato ni alojamiento garantizado
Los ¨²ltimos ¨¦xitos de la m¨²sica latina resuenan machaconamente en la radio del tractor, pero los seis jornaleros repartidos por la parcela no pierden el tiempo tarare¨¢ndolas. Son las once de la ma?ana en Socu¨¦llamos (Ciudad Real), un pueblo de 12.000 habitantes en el coraz¨®n de la vi?a castellano-manchega, y les quedan 13 horas para terminar de vendimiar 13 hect¨¢reas. Hay tres hombres y tres mujeres. Todos han viajado desde Rumania porque aqu¨ª se les paga 42 euros por cada jornada de ocho horas en el tajo. En su pa¨ªs necesitar¨ªan una semana entera para reunir ese dinero.
Ninguno tiene contrato, ni permiso de trabajo, ni cotiza un solo euro a la Seguridad Social. Por supuesto, tampoco hab¨ªan firmado ning¨²n papel que les garantizara el empleo antes de emigrar, ni sab¨ªan a qu¨¦ municipio deb¨ªan acudir, ni d¨®nde dormir¨ªan. Lo ¨²nico que tienen claro es que su viaje siempre les lleva al oeste: de Rumania a Valencia, para recolectar naranja y despu¨¦s hortalizas. Y de ah¨ª hacia Castilla-La Mancha, para bregarse con el ajo, antes de acudir a la vendimia manchega, con 2.750 millones de kilos de uva por recoger.
"Venimos a Espa?a porque en otro sitio no podr¨ªamos trabajar sin papeles", explica Pavel
Los 'comisionados' reclutan braceros en Rumania a cambio de la mitad del jornal
Lo m¨¢s vergonzante, si cabe, son las condiciones en que viven estas personas. A la vera de cualquier pueblo manchego se alzan campamentos de inmigrantes que aguardan a que comience la vendimia para ganarse el jornal. Es el Tercer Mundo en estado puro.
A apenas 100 metros de Socu¨¦llamos, unos 50 gitanos b¨²lgaros duermen en las enormes tinajas que pueblan un descampado. Dentro est¨¢n las camas: colchones desvencijados que descansan sobre pal¨¦s, a falta de somieres. "Necesitamos trabajo, porque los ni?os est¨¢n hambrientos", se queja Pavel, un tipo dicharachero, vestido con bermudas y gorra de b¨¦isbol, que parece ejercer de cabecilla. El resto -s¨®lo los hombres- se acerca a los intrusos. Las mujeres cocinan carne y verduras al aire libre, entre montones de escombros y desperdicios. Los ni?os extienden la mano para pedir limosna. Comen lo que les trae la Cruz Roja, que tambi¨¦n les presta atenci¨®n sanitaria.
Los n¨®madas no se sienten a gusto pordioseando. Pero cuando ven la c¨¢mara, se agolpan para contemplar las fotos de las vi?as y sufren una metamorfosis. "?Vendimia, vendimia!", gritan con los ojos incandescentes. Para ellos, las uvas marcan la frontera entre la miseria y la dignidad. "Cuando nos den trabajo, nos mudaremos a un piso", asegura Pavel, consciente de que hay espa?oles que marchan a vendimiar a Francia porque all¨¢ les pagan m¨¢s. ?Por qu¨¦ ellos vienen a Espa?a? La respuesta es tajante: "Porque en otro sitio no podr¨ªamos trabajar sin papeles".
Emilia, de 23 a?os, corta sin parar racimos de uvas rojizas con certeros tijeretazos. Es una veterana de la ruta de las recolecciones. Esta vez, para romper la costumbre, no regresar¨¢ a Rumania cuando acabe la vendimia. Quiere quedarse para empadronar a su hijo de cinco a?os, que naci¨® en Espa?a y que siempre la acompa?a en sus viajes. Por la tarde, acudir¨¢ a la parcela de otro agricultor, el mismo que le ha proporcionado una casa de campo en la que se amontonan 10 personas.
Emilia y sus compa?eros tienen miedo de reconocer que no est¨¢n regularizados, aunque, al fin y al cabo, es su empleador el que est¨¢ vulnerando la ley. "S¨ª que tenemos papeles", responden. Quieren decir que tienen documentaci¨®n, porque de permisos de trabajo, nada de nada. El agricultor, Andr¨¦s Mu?oz, lo ha reconocido sin medias tintas.
Mu?oz no oculta su temor a que una inspecci¨®n de Trabajo le imponga una multa de miles de euros por emplear a sin papeles. Los rumanos y b¨²lgaros son ciudadanos comunitarios, pero la moratoria impuesta por Espa?a les impide trabajar por cuenta ajena si su empleador no solicita sus permisos de trabajo con dos meses de antelaci¨®n. Hasta el pasado mi¨¦rcoles, la Delegaci¨®n del Gobierno en Castilla-La Mancha hab¨ªa recibido solicitudes para contratar a 12.800 extranjeros. S¨®lo en la provincia de Ciudad Real se precisan 30.000 jornaleros.
Las dimensiones de la chapuza son tan may¨²sculas que los agricultores han comenzado a replantearse la situaci¨®n. El pasado jueves hubo reuni¨®n en la Cooperativa Cristo de la Vega, que agrupa a 1.300 socios. Creen que el a?o que viene convendr¨ªa respetar las reglas de juego. "Todos preferimos que el trabajo sea legal", explica Mu?oz, que conf¨ªa en que el Gobierno le admita las solicitudes de permisos que pidi¨® a destiempo. ?Por qu¨¦ no lo hicieron antes? Se habla de improvisaci¨®n, de desidia, pero en el fondo del asunto late un sentimiento de desconfianza. "?C¨®mo voy a pedir a los inmigrantes con antelaci¨®n, si no s¨¦ qui¨¦nes van a venir?", plantea el agricultor, que recuerda que la vendimia no es ning¨²n chollo: "Si gano 9.000 euros tras un a?o entero de trabajo, puedo estar m¨¢s que contento". ?Y c¨®mo est¨¢n respondiendo los seis irregulares que le est¨¢n sacando las casta?as del fuego?: "Parece que van bien. Pero de todo hay en la vi?a del se?or".
Tras rematar el campo de Mu?oz, la cuadrilla de Emilia se toma un descanso en el camino que rodea la parcela. Ni el agricultor ni los jornaleros ponen reparos a ense?ar su vivienda. Hasta que, tras intercambiar unos cuchicheos en rumano, rechazan que ning¨²n extra?o husmee en su casa. "Es que el jefe no quiere", alegan. El jefe es un compatriota que llega en un coche blanco cargado de colchones viejos y, sin soltar palabra, lanza una mirada desafiante. Los jornaleros ponen cara de entierro, se quedan callados y se suben a toda prisa en el autom¨®vil. Parece que el jefe, que no trabaja pero manda lo suyo, no quiere que le sigan.
En la casa de acogida temporal de inmigrantes de la Cruz Roja en La Solana (Ciudad Real) vive una familia rumana que lleg¨® al pueblo cuando comenz¨® el verano. Sin un c¨¦ntimo en el bolsillo, ten¨ªan que dormir en un parque. Son Viorel Boboc, de 42 a?os, su esposa, Gabriela, de 41, y sus hijos Valentin (21), Simona (15) y ?ngel (8). Los padres, a la espera de los permisos, ya han empezado a vendimiar. Ganan lo que marca el convenio: 42 euros. El a?o pasado s¨®lo cobraban 25 euros. El resto se lo quedaba un compatriota que le consigui¨® el empleo. En La Solana les llaman comisionados. Se anuncian en carteles repartidos por las poblaciones rumanas que nutren de inmigrantes a la vendimia manchega, y les prometen vivienda y trabajo. Ganan una fortuna sin necesidad de arrancar ni un solo racimo.
Mientras el grueso de la materia prima de los mejores vinos de La Mancha lo recoger¨¢n este a?o inmigrantes sin permiso de trabajo, Andr¨¦s Mu?oz habla maravillas de un caldo local que gan¨® el primer premio en un concurso regional de variedades blancas. "Es nuestro vino campe¨®n", dice el agricultor. En la tienda de la cooperativa de Socu¨¦llamos cuesta 1,85 euros. Su nombre es Yugo.
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