Sin pagar prenda
En cualquier pa¨ªs del mundo, siempre que est¨¦ liberado de la censura previa, se puede decir cualquier cosa a prop¨®sito de cualquier asunto o referente a cualquier persona pero, adem¨¢s, en el nuestro, esa acci¨®n resulta gratis, queda exenta de pagar prenda, o devenga dividendos, sin importar el desafuero en que se haya incurrido. La Cope, emisora de radio propiedad mayoritaria de los obispos espa?oles, ofrece un ejemplo permanente de esa impunidad ilimitada para los desmanes que con toda generosidad siembra a voleo como en la admirable par¨¢bola evang¨¦lica. A la vera de sus benditas antenas otros medios, por fortuna muy contados, han sostenido sin desmayo una tenaz campa?a de intoxicaci¨®n sobre la autor¨ªa de los atentados del 11 de marzo de 2004 con 191 v¨ªctimas mortales a bordo de los trenes de cercan¨ªas de Madrid. Su objetivo es remontarse a partir del ?qui prodest? para establecer la implicaci¨®n en la masacre de los vencedores de las elecciones del 14-M y de sus aliados etarras, aunque los ejecutores ¨²ltimos fueran los moritos.
As¨ª las cosas, hab¨ªa divisi¨®n de opiniones sobre c¨®mo encajar¨ªan la citada cadena y el muy amado diario, en el que tiene puestas todas sus complacencias el presidente del Gobierno, la sentencia del caso a dictar de modo inminente por la Audiencia Nacional. Algunos, apegados a la l¨®gica aristot¨¦lica, residuo inerte de sus a?os escolares, pensaban que esos medios buscar¨ªan la manera de mirar hacia otro lado para aliviar la desautorizaci¨®n radical que les supondr¨¢ el fallo judicial; que procurar¨ªan difuminar los embelecos de la mochila, Manol¨®n, la kangoo, la mafia asturiana de la dinamita, Zouhier, san serenil del monte y el primo hermano de la mujer de Angustias, hasta completar un bel¨¦n poblado de figuritas desplazadas seg¨²n las necesidades del gui¨®n hacia el portalito de Bel¨¦n, dejando a un lado el castillo de Herodes y sorteando los camellos de los reyes magos de Oriente.
Craso error de c¨¢lculo, ese de transferir a los dem¨¢s nuestra propia racionalidad y considerarles adheridos al principio de contradicci¨®n. Nuestros aventajados colegas se sienten liberados de semejantes estrecheces mentales. Se han ejercitado bien en las ¨²ltimas t¨¦cnicas de los neocon, a la usanza de Karl Rove, y tienen adoptado el principio de la intervenci¨®n preventiva. Por eso, han decidido anticiparse. Antes de que la sentencia les desautorice se han puesto a la tarea de invalidarla porque la barruntan adversa a sus tesis. Ayer mismo, luchando contra un p¨²blico lector desconectado de todo ese laberinto al regreso de vacaciones, volv¨ªan a la carga para asegurar que "un testigo clave del 11-M dice que la UCO le amenaz¨® de muerte si hablaba". El individuo, que atiende al nombre de Mario Gasc¨®n, es presentado como el huido que capt¨® a Zouhier como confidente y se relacion¨® con El Chino. Para nada importa que a estas alturas nadie sea capaz de recordar qu¨¦ es la UCO, quien era Zouhier y mucho menos "el Chino".
Se trata de emplear una t¨¦cnica goebelina, o si se prefiere ansoniana, basada en el principio de que la repetici¨®n, cuando se alcanzan las dosis apropiadas y se dispensa con la frecuencia precisa, se averigua capaz de pulverizar los hechos m¨¢s firmes. Proust se adelant¨® algunos a?os a ese enunciado formal cuando escribi¨® aquello de que "hay convicciones que crean evidencias". De ah¨ª tambi¨¦n el proceder de esos periodistas que nunca dejan que la realidad desmienta una de sus cr¨®nicas. Parecen decididos a darle la espalda a la realidad sin que les desaliente que la realidad les haya rodeado por todas partes. Tienen muy bien entrenada la memoria para saber olvidar. Sostienen que "al pato le gusta la naranja" porque a todo trance quieren que prevalezca su opini¨®n de cocineros.
Se empe?an en hacer girar al rev¨¦s el organillo y piensan que as¨ª ser¨¢n tambi¨¦n capaces de invertir la melod¨ªa. Han emulado muchas veces al flautista de Hamelin llev¨¢ndose detr¨¢s a la chiquiller¨ªa pero esta vez sus encantamientos han tenido contagio cero, tanto aqu¨ª como en la prensa extranjera. Por el momento sus audiencias se dir¨ªa que nada les reprochan. Cualquiera que sea la sentencia tampoco lo har¨¢n, aunque como en el dibujo de El Roto est¨¦n a punto de clamar: "Queremos mentiras nuevas".
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