El hombre en blanco o negro de V&L
Delf¨ªn ofrece un autocomplaciente ejercicio de estilo y Lydia Delgado un desfile refinado
En la tercera jornada de la Pasarela Cibeles para la pr¨®xima primavera-verano, tras Kina Fern¨¢ndez vino Miriam Ocariz con una paleta basada en los blancos, del puro al roto, el celeste, el tomate y el negro con lustre para un resultado irregular, en el que la seda se alterna con los laminados tecnol¨®gicos. Sigue habiendo en ella un exceso de detallismo poco eficiente a la hora de evaluar el dibujo global de la prenda: lacer¨ªa decorativa, entalles de los cuarenta, manguitas globo, pinzado y pliegues recurrentes para apoyar un volumen m¨®rbido. Los vestidos de Ocariz con ruedo decreciente tienen dos tendencias, una aferrada al minivestido de ocasi¨®n y otra al perfil de la amplia falda enaguada. Tambi¨¦n hubo pantalones pitillo, a los que la tendencia global jubilar¨¢ m¨¢s pronto que tarde. En cuanto a los estampados, vegetales, y sobre todo uno basado en las garzas chinas mitol¨®gicas, esas telas de Indias que est¨¢n en el est¨¦tico colectivo de Occidente desde que llegaron a Holanda desde los puertos asi¨¢ticos en el siglo XVII tra¨ªdas por las misiones jesuitas.
Con una cita de ¨ªndole cainita (un verso de Oscar Wilde) estampada en grueso papel reciclado, vuelve o sigue David Delf¨ªn por sus fueros propios. Oyendo a Jeanne Moureau cantando aquello de Querelle (Fassbinder), el desfile fue g¨®tico militante, pero no flam¨ªgero, sino tenebrista. Digamos con propiedad: una "lecci¨®n de tinieblas" en toda regla. Se trat¨® de un ejercicio de estilo manier¨ªstico bastante endog¨¢mico, con la recurrencia de sus elementos ic¨®nicos (corbata aplicada o real, solapas de pega, largo inverso, negro y blanco), todo en una contrici¨®n espartana muy del gusto de sus incondicionales y de esa coraza donde no hay otra ternura que las profundas ojeras del desvelo moral. Maduro en lo que sabe hacer y donde ha labrado su ¨¦xito medi¨¢tico y estil¨ªstico, Delf¨ªn aboga por una ceremonia que tiene mucho, a ultranza, del mismo decadentismo que mat¨® art¨ªsticamente a Wilde. Hubo un vestido-camisa blanco, con ruedo y mangas largas a tramos geometristas en gris y negro francamente bueno. Pero volvamos a Oscar Wilde, que tambi¨¦n dijo atinadamente: "La moda es una forma de fealdad tan intolerable que tiene que ser alterada cada seis meses". ?l era as¨ª y David es consciente de ello.
Ya por la tarde, los sevillanos Victorio & Lucchino presentaron, bajo el lema Summertime, una potente colecci¨®n que arranc¨® con su fuerte apuesta masculina (y con un plantel de modelos que reun¨ªa a lo mejor de lo mejor del elenco hispano: David Guillo, Jon Kortajena, Oriol Elcacho). Se alud¨ªa a los a?os cuarenta de posguerra, primero con el silueteado Dior (ancien r¨¦gime, es decir, el bueno) para la mujer, y para ellos, el negro o el blanco, con cazadoras bomber y pantalones cargo muy historiados, trajes de chaqueta italiana de uno o dos botones en lino-algod¨®n o con cobertura tecnol¨®gica. La mujer tuvo desde un minivestido ba?ador que era un suspiro a las faldas tut¨² en su po¨¦tica del detalle, todo con un calzado impecable. Pero de esos vestidos opulentos se pas¨® a una hechura diferente y discutible en largo, como para vestir a Merle Oberon o a Ginger Rogers, siempre en azul humo, maquillaje o negro. No es en V&L un cambio radical, pero s¨ª una encomiable e inteligente adaptaci¨®n a los tiempos que discurren. No falt¨® el topo evolucionado al op-art e Ima Sumac regando los o¨ªdos mientras las plumas te?idas dejaban su rastro sobre el lin¨®leo.
Lydia Delgado empez¨® con vestidos ligeros como refajos (aparente y materialmente), trajes largos dudosos y cercanos al camis¨®n; vestiditos p¨ªcaros estampados, uno de ellos en acqua muy elaborado al estilo dieciochesco (hay en Delgado bastantes y sutiles referentes al mundo ilustrado), una memorable chaqueta rosa de lib¨¦lulas rampantes (?pieza de colecci¨®n!) y dos maravillosos grand tonelette (uno en azul celeste con puntillas y otro al final en negro con gran lazo teatral) que la demuestran refinada, creativa al m¨¢ximo, en estilo propio y tan culta como fiel a s¨ª misma, y donde no falt¨® el encaje evanescente y el cristal negro. Sus accesorios eran espl¨¦ndidos, como las gafas de pega al estilo de una Meret Oppenheim. Cerr¨®, ya en la noche del Retiro, la burgalesa Amaya Arzuaga.La mujer de V&L tuvo desde un minivestido ba?ador a las faldas tut¨² en su po¨¦tica del detalle
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