La aventura, en casa
A mediados de septiembre algo le pasa a San Sebasti¨¢n que deja de ser una tranquila ciudad balneario para convertirse en un lugar de lo m¨¢s cool. El Festival de Cine transforma Donosti, cosa que la gente que s¨®lo visita la ciudad durante el Zinemaldia no se cree. El visitante festivalero piensa que San Sebasti¨¢n es as¨ª todo el a?o. No imaginan que la cosmopolita visi¨®n que tienen del lugar poco tiene que ver con las amodorrantes tardes de domingo de abril tan caracter¨ªsticas de nuestra city.
Pues eso, que Donosti cambia y la aventura puede estar a la vuelta de la esquina. El otro d¨ªa, en un cuestionario sobre el festival, me hac¨ªan la t¨ªpica pregunta que aterra a cualquier entrevistado: ?alguna divertida an¨¦cdota? Uno nunca se acuerda de repente de los chascarrillos que han rodeado un acontecimiento y siempre responde algo soso y sin gracia a este tipo de cuestiones. Sin embargo, esta vez me vino una catarata de an¨¦cdotas a la cabeza. ?Por qu¨¦? Porque en el festival siempre pasan cosas. Que a una ciudad peque?ita como la m¨ªa venga una cantidad de gente loca (la gente del cine) es lo m¨¢s parecido a la llegada de un circo. Y eso genera historietas. S¨®lo contar¨¦ las que me pasaron a m¨ª, porque hay leyendas urbanas de toda clase que incluyen sexo en la playa de la Concha o escenas de acoso en el Hotel Mar¨ªa Cristina. Mis vivencias no contienen carnaza.
La historia que m¨¢s gracia me hace no me pas¨® a m¨ª, sino a mi hermana. Ella estaba obsesionada con el actor John Malkovich desde que le vio en Las amistades peligrosas. Cuando Malkovich visit¨® el festival mi hermana le someti¨® a una rigurosa vigilancia. Tras una persecuci¨®n a distancia por la avenida de Sancho el Sabio, el actor se meti¨® en el cine Astoria. Mi hermana compr¨® una entrada para la misma sala y se pas¨® toda la pel¨ªcula mir¨¢ndole a ¨¦l en vez de la pantalla. Me fascina la imagen de una sala entera observando una pel¨ªcula menos una chica que pasa del tema porque mira de refil¨®n a un actor de Hollywood.
Otro festival memorable fue uno al que no pude ir. Esa edici¨®n era especial porque se proyectaba mi primer cortometraje. Era la primera vez que se iba a ver mi trabajo en un cine (para los que no hayan vivido esta experiencia, les dir¨¦ que es como perder la virginidad) y yo no estaba all¨ª (imag¨ªnense, perder la virginidad sin estar presente). No pude ir porque estaba en Portugal haciendo un programa llamado Confianza ciega. No s¨¦ si se acuerdan de ¨¦l. Tres parejas intentaban probar su fidelidad ante las insinuaciones de una pandilla de t¨ªos y t¨ªas buenas. Mientras en Donosti se proyectaba La primera vez, yo estaba grabando escenas de erotismo de baja intensidad en un jacuzzi.
Luego est¨¢ el momento en que confund¨ª a Robert Wise con Mariano Rubio, la historia de mi padre en la que se qued¨® con un esmoquin de Sidney Portier, el contraste de ver al mismo tiempo actos de kale borroka y entradas de alfombra roja en el Victoria Eugenia o la carrera m¨¢s ag¨®nica de mi vida entre la Parte Vieja y Amara para ver el pase de Pulp Fiction. Durante el festival, siempre pasan cosas. San Sebasti¨¢n se convierte en una ciudad emocionante. Yo pienso disfrutarla este a?o. Les invito a que hagan lo mismo.
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