Dos figuras del esp¨ªritu
A comienzos de julio le¨ª en este peri¨®dico una noticia que supongo pasar¨ªa inadvertida para la mayor¨ªa, entre tantas otras. El Gobierno holand¨¦s, en vista de los escasos conocimientos de sus estudiantes sobre la historia del pa¨ªs, ha decidido hacer obligatoria una asignatura en la que se estudiar¨¢n los cincuenta sucesos y personajes m¨¢s relevantes en la conformaci¨®n actual de los Pa¨ªses Bajos, desde el megal¨ªtico y los asentamientos romanos hasta el euro. Entre los personajes que habr¨¢n de ser estudiados est¨¢n previsiblemente Erasmo, Guillermo de Orange... y Spinoza. Pues bien, las escuelas cristianas ya se han apresurado a indicar que prefieren configurar su propia lista de celebridades, destinada a evitar que la fe aparezca como "fuente de conflictos". Y por ello proponen suprimir a Spinoza e incluir en cambio el Concilio Vaticano II y la lucha por la libertad de educaci¨®n (que culmina seg¨²n ellos en la apertura de centros cat¨®licos y protestantes en 1848, los cuales reciben subvenciones estatales desde 1920).
EL HEREJE Y EL CORTESANO
Matthew Stewart
Traducci¨®n de Josep Sarret Grau Biblioteca Burid¨¢n Barcelona, 2007
347 p¨¢ginas. 24,50 euros
Se trata de un planteamiento revelador precisamente de la ignorancia hist¨®rica que se intenta combatir, porque sin la revoluci¨®n intelectual encabezada por Spinoza y seguida luego por gente casi tan imp¨ªa como ¨¦l no se habr¨ªa llegado a reconocer derechos como la libertad de ense?anza o la de conciencia, que la Iglesia cat¨®lica no admiti¨® por cierto hasta el mencionado Concilio, ya muy avanzado el siglo XX. Pero indica tambi¨¦n algo m¨¢s, la pervivencia inaudita del odio teol¨®gico contra Spinoza, que le hostig¨® durante toda su vida, profan¨® su tumba luego con injurias y sigue pataleando contra ¨¦l, aqu¨ª y all¨¢, desde hace m¨¢s de tres siglos. Todav¨ªa no hace mucho, los enemigos de Ayaan Hirsi Ali que quer¨ªan desacreditarla por sus cr¨ªticas al integrismo isl¨¢mico la presentaban como "una Spinoza contempor¨¢nea". Lo cual pretend¨ªa ser un insulto y en realidad constituye un homenaje incluso exagerado a esa mujer valiente.
Adem¨¢s de animadversi¨®n,
la figura del jud¨ªo de ?msterdam -que no naci¨® en Espa?a gracias a los desvelos de nuestros inquisidores patrios- sigue despertando tambi¨¦n admiraci¨®n y curiosidad. Sobre ¨¦l se publican constantemente estudios acad¨¦micos, biograf¨ªas -en 2004 apareci¨® la traducci¨®n espa?ola de la muy completa de Steven Nadler, en Acento Editorial- e incluso relatos novelescos centrados en su vida o hasta en la de sus m¨¢s atentos lectores (?c¨®mo no recordar aqu¨ª El Spinoza de la calle Market, de Isaac Bashevis Singer!). Ahora nos llega este interesante libro de Matthew Stewart, que ya era conocido entre nosotros por su "historia irreverente de la filosof¨ªa" titulada La verdad sobre todo (Taurus). Se trata de un ensayo biogr¨¢fico, desde luego, pero contado con agilidad y algunas licencias de corte narrativo dignas de agradecer.
Porque el libro de Stewart no s¨®lo tiene a Spinoza como protagonista, sino que le contrapone un antagonista de excepci¨®n, su contempor¨¢neo el tambi¨¦n gran fil¨®sofo Leibniz. Es un enfrentamiento de dos esp¨ªritus muy distintos pero a la vez pr¨®ximos, dos vidas intelectuales paralelas y enfrentadas que ya estudi¨® de una manera similar aunque mucho m¨¢s acad¨¦mica George Friedman en una obra de 1946. El tema sobre el que convergen y a partir del cual radicalmente se distancian ambos personajes es el m¨¢s vasto y comprometido que ha producido la imaginaci¨®n racional humana: Dios. En este momento crucial de la historia, el tema divino deja de ser monopolio de las autoridades eclesi¨¢sticas y pasa a ser explicado, defendido o refutado por los pensadores laicos. La ordal¨ªa a cielo descubierto se convierte en proceso civil. El Dios de Spinoza pierde todos los atributos antropom¨®rficos y se convierte en un nombre venerable para el concepto metaf¨ªsico de la generaci¨®n y ordenamiento natural de todo lo real; alarmado por las implicaciones sociales de esta divinidad a la que nadie se molestar¨¢ nunca en rezar, Leibniz justifica a un Dios con inteligencia y voluntad, que crea opcionalmente un mundo de consistencia fundamentalmente espiritual y que -pese a todos sus males- es nada menos que el mejor de todos los posibles. Sobre este optimismo, claro est¨¢, lo que mejor recordamos es la iron¨ªa injusta pero genial del Candide volteriano. En cualquier caso, es acertado el subt¨ªtulo del libro de Stewart: Spinoza, Leibniz y el destino de Dios en el mundo moderno.
Spinoza fue un esp¨ªritu radi
calmente independiente, rebelde, socialmente marginado aunque secretamente c¨¦lebre en su tiempo; Leibniz se movi¨® por las cortes de pr¨ªncipes secundarios, entre halagos y humillaciones, siempre en busca de una sinecura bien remunerada que le permitiera disfrutar tranquilamente en su a?orado Par¨ªs. El germano visit¨® al sefard¨ª y luego reneg¨® mil veces de esa visita que le fascin¨®: comprendi¨® mejor que nadie la filosof¨ªa de su adversario y tram¨® la suya como un m¨²ltiple parapeto contra la amenaza que representaba para el tradicional orden teocr¨¢tico esa serena demolici¨®n de la voluntad divina y la inmortalidad personal humana. As¨ª, por ejemplo de este torneo dial¨¦ctico, seg¨²n Spinoza el alma no es sino la idea del cuerpo, mientras que Leibniz replica que el cuerpo est¨¢ compuesto de infinidad de almas indestructibles y predeterminadas. No s¨¦ si Matthew Stewart exagera explicando todo el complejo pensamiento de Leibniz como un preservativo antiespinozista, pero ciertamente su hip¨®tesis est¨¢ bien argumentada y resulta psicol¨®gicamente seductora.
Lo indudable es que hoy a Leibniz le leemos los profesionales de la filosof¨ªa, por curiosidad estudiosa, pero Spinoza sigue interesando apasionadamente a cualquiera que se preocupe por la condici¨®n de la persona en el universo impersonal. Leibniz pertenece sin duda a la historia de las ideas, pero Spinoza forma parte de la historia de la humanidad. Este pensador solitario y rebelde, tan minuciosamente odiado, bas¨® su filosof¨ªa en la fuerza de la raz¨®n, la alegr¨ªa activa de comprender y la necesaria fraternidad de los humanos. Su Tratado teol¨®gico-pol¨ªtico sigue pudiendo ser le¨ªdo actualmente como el mejor bosquejo de lo que ha de significar la tolerancia y la libertad de conciencia en una sociedad democr¨¢tica... que ¨¦l adivin¨®, sin llegar a conocer. Mientras nos agobian en Espa?a los rebuznos oscurantistas -clericales unos y otros m¨¢s profanos- contra la asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa, alivia el bochorno regresar a este esp¨ªritu libre que tanto tiene a¨²n que decirnos precisamente sobre ese tema.
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