El curso
La escuela es todav¨ªa un lugar seguro en Espa?a. Acabo de asistir a una inauguraci¨®n de curso y los alumnos escucharon los discursos de los adultos tranquilamente, demasiado confiados, dir¨ªa yo. No parec¨ªa que se sintiesen en peligro. Incluso hab¨ªa en ellos una inquietante alegr¨ªa oto?al, mientras ¨¢rboles y peri¨®dicos se desprend¨ªan de las hojas con un estilo patibulario. Pol¨ªticos, l¨ªderes de opini¨®n y religiosos, una parte relevante de la sociedad adulta, han estado durante meses a la gresca, insult¨¢ndose, con amenazas de boicot y desobediencia civil. ?Qu¨¦ discut¨ªan? C¨®mo educar a ni?os y j¨®venes, c¨®mo transmitirles valores. Ninguno de estos santos varones tuvo la lucidez de proponer un curso intensivo de educaci¨®n c¨ªvica para adultos. Todos dicen apostar por el bien, pero como se?ala un personaje de Vida y destino, de Grossman: "Yo no creo en el bien, creo en la bondad". Los j¨®venes de hoy se dividen entre flem¨¢ticos y sufridos. Hay empresas que se forran alcoholiz¨¢ndolos, como se hizo con los apaches. El alcohol es la peor droga que hoy sacude Espa?a, pero es un tab¨² para los pol¨ªticos, como los toros o la monarqu¨ªa. La familia ha pasado de ser una fuente de chismorreos a un yacimiento catastr¨®fico. Es uno de los lugares m¨¢s peligrosos del planeta, la sagrada familia. El primer ejercicio de supervivencia de muchos seres humanos es situarse a una prudente distancia de sus seres m¨¢s queridos. Lo que reconcilia mucho a las familias es hablar de achaques. Las conversaciones adquieren una sensibilidad cient¨ªfica inaudita. Hemos pasado de la superstici¨®n a una especializaci¨®n popular en la que los m¨¦dicos inteligentes pactan con los enfermos un diagn¨®stico interactivo. "Parece que lo suyo es una artrosis uncocervical", dice el m¨¦dico. "?Y no ser¨¢ que lo m¨ªo es una cervicobraquialgia con radiculopat¨ªa C6 C7?", observa el paciente. Es una maravilla escuchar conversaciones telef¨®nicas entre familiares a prop¨®sito de temas de salud. Vuelve el cari?o. Se desata una entusiasta competencia sobre la gravedad de los da?os corporales, como dos flancos del mismo ej¨¦rcito que se disputasen una derrota. Como dec¨ªa una genial abuela a prop¨®sito de un familiar fallecido: "Es verdad que ¨¦l se muri¨®, pero lo m¨ªo es mucho m¨¢s grave".
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