Paco de Luc¨ªa da la cara
Habr¨ªa que empezar por una negaci¨®n, porque cualquiera puede haber escuchado que el maestro ¨²ltimamente se escond¨ªa y que, con el repertorio de su ¨²ltima grabaci¨®n, Cositas buenas, hab¨ªa elegido un formato m¨¢s ligero, muy escudado en las voces de las cantaoras que le acompa?an. No es as¨ª. En su concierto de La Malagueta, Paco de Luc¨ªa dio la cara y se recre¨® en su toque para ofrecer una condensada y, a la vez, expansiva s¨ªntesis de todos sus hallazgos con la guitarra.
Sobre todo en una primera parte, realizada casi exclusivamente en solitario, con la que debi¨® dar satisfacci¨®n a cuantos le reclaman los fundamentos que le han hecho grande. All¨ª estuvieron todos, pero tambi¨¦n en la segunda, donde se hacen presentes los argumentos desarrollados en su sexteto que ahora, con las mujeres al cante, cobran una distinta flamencura.
Paco de Luc¨ªa. Su homenaje
Paco de Luc¨ªa (guitarra), Israel Su¨¢rez, Pira?a (percusi¨®n), Alain P¨¦rez (bajo), Domingo Patricio (flauta), Juan Jos¨¦ Heredia, Ni?o Josele (guitarra), Montse Cort¨¦s, Chonchi Heredia, Victoria Santiago, La Tana (cante y comp¨¢s). Plaza de Toros de La Malagueta, 22 de septiembre.
Se podr¨ªa decir que toda la obra de Paco puede caber en un concierto, pero nunca de una forma rutinaria. El artista -como siempre- prefiere el riesgo de revisitarse en cada estilo, ligando las suertes, cambiando de registros, jugando con las tonalidades y los vol¨²menes para ofrecer siempre una obra nueva que se presenta impecable, como reci¨¦n estrenada.
As¨ª ocurri¨® desde la ronde?a inicial -obra de alquimia entre Mi ni?o Curro y La cueva del gato- hasta la revisi¨®n de la rumba Entre dos aguas, que ofreci¨® al final en un bis clamorosamente reclamado por las m¨¢s de cinco mil personas que llenaron el coso malague?o.
El concierto -como se ha dicho- tuvo dos partes con distinto tratamiento, pero sin que ello supusiese p¨¦rdida de intensidad, aunque los gustos, ya se sabe, vayan por barrios. La citada ronde?a, la buler¨ªa por sole¨¢, la minera marca de la casa rematada por fandangos o las alegr¨ªas compusieron un bloque compacto y sin fisuras para deleite de los amantes de la guitarra en plenitud. El lenguaje preciso y la pulsaci¨®n clara. La velocidad de un picado junto a la frase dulce de una falseta. El corte poderoso y la escala que se eleva para enardecer a los amigos del v¨¦rtigo. El decir de una guitarra que habla hasta cuando calla.
Luego, cuando entra todo el grupo en escena, la misma guitarra sigue presente, pero es generosa y reparte el juego sin rehuir su protagonismo. Todo contin¨²a en la misma clave ligada que nos lleva -como en una suerte de suite- del lirismo del Tema de Amor a las buler¨ªas de Volar, para enlazar con los tangos de Cositas buenas y recalar en el la anchurosa sintaxis del Ziryab para lucimiento de toda la banda.
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