Un partido republicano
Tanto por la proximidad de las elecciones generales como por la habitual rigidez mental de muchos publicistas, los comentarios en torno al nuevo partido impulsado desde ?Basta Ya! se han centrado en el espinoso e intelectualmente est¨¦ril tema de su impacto sobre el mercado pol¨ªtico. Lo importante entonces no es ver si tiene sentido emprender este trabajo de S¨ªsifo, sino especular acerca de cu¨¢l de los dos grandes partidos va a ser el m¨¢s perjudicado por su entrada en la competencia electoral. Si va a convertirse en un "cortafuegos" que impide el deseable trasvase de votos de socialistas hacia el PP, o si por el contrario su labor de captaci¨®n ser¨¢ suficiente para poner en peligro la formaci¨®n de un nuevo gobierno de la izquierda reformadora, l¨¦ase PSOE, de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Ambas v¨ªas conducen a un mismo punto de llegada: por respetable que sea la personalidad de sus promotores, el Nuevo Partido es un molesto aguafiestas, que viene a perturbar el funcionamiento regular de nuestro sistema pol¨ªtico.
A efectos pol¨¦micos, con la mirada puesta en la descalificaci¨®n de la iniciativa, tales planteamientos son irreprochables. S¨®lo que parten de un enfoque deliberadamente sesgado, poniendo la carreta delante de los bueyes. Si los promotores de UPD, o como vaya a llamarse, se decidieron a la dif¨ªcil empresa de su fundaci¨®n, no fue precisamente por el ansia de convertirse en diputados y aprovechar el espacio disponible entre los dos grandes partidos estatales. La clave de la conversi¨®n de ?Basta Ya! en organizaci¨®n pol¨ªtica se encuentra en un proceso de reflexi¨®n cr¨ªtica sobre la pol¨ªtica de Estado, o mejor, sobre la sucesi¨®n de disparates en la pol¨ªtica de Estado del Gobierno Zapatero, y sobre la incidencia de esa deriva hacia el caos en el funcionamiento de la propia democracia. Aun cuando en alguna de sus cabezas visibles pudiera haberse apreciado una inclinaci¨®n hacia el PP, dado el contexto peculiar de la pol¨ªtica vasca, la corriente principal del grupo fundador procede inequ¨ªvocamente de la izquierda progresista que desde tiempo atr¨¢s respald¨® al PSOE, en unos casos como intelectual comprometido (Savater), en otros con una militancia irreprochable (Rosa D¨ªez, Mikel Buesa). Es algo a tener en cuenta, por muy f¨¢cil que resulte arrojar basura sobre las ambiciones insatisfechas de Rosa D¨ªez.
En el rechazo valeroso e inequ¨ªvoco de los cr¨ªmenes de ETA, en la censura de la pol¨ªtica ambivalente del Gobierno vasco, o en el desencanto radical ante los saltos en el vac¨ªo de Zapatero, las coincidencias con el PP son inevitables, pero resulta no menos evidente la distancia que media entre los supuestos de la cr¨ªtica de un Savater y los de un Rajoy. Por eso, el cauce dise?ado para UPD no lleva en modo alguno hacia la orilla de los populares.
En las circunstancias actuales, no se trata de buscar un punto medio entre PSOE y PP, sino de intentar un dise?o de regeneraci¨®n democr¨¢tica, con las desviaciones del Gobierno Zapatero como punto de referencia. Sin olvidar el reconocimiento de que el rechazo popular de la pol¨ªtica catalana o vasca del Gobierno se hace desde un callej¨®n sin salida, la invocaci¨®n obsesiva de un concepto esencialista de Espa?a, desprovisto de ideas sobre qu¨¦ hacer con el Estado-naci¨®n y plagado hoy por hoy de elementos arcaizantes.
De ah¨ª la etiqueta de republicano que debiera asumir impl¨ªcitamente el nuevo partido, no en el sentido de proponer un inmediato cambio en la forma de gobierno -aun cuando con el material sucesorio disponible tal opci¨®n pueda convertirse en exigencia t¨¦cnica a medio plazo-, sino de reconstrucci¨®n de la democracia, en la l¨ªnea trazada por la Constituci¨®n de 1978. Es conocida la simpat¨ªa por Zapatero del te¨®rico del republicanismo, el polit¨®logo irland¨¦s Philip Petit, pero igual que sucediera con la caracterizaci¨®n del r¨¦gimen de Franco como autoritarismo por Juan Linz, prueba de que no lo era de acuerdo con su planteamiento, los rasgos de su definici¨®n vendr¨ªan a justificar la elaboraci¨®n de una alternativa, no de un respaldo al tipo de gobernaci¨®n ejercida por nuestro presidente. En efecto, la conjugaci¨®n de isonom¨ªa (participaci¨®n del ciudadano en el proceso de adopci¨®n de decisiones) y de isegor¨ªa (libertad de expresi¨®n y de informaci¨®n) sufren aqu¨ª y ahora tan claras malformaciones como para justificar la propuesta de un regeneracionismo, precisamente en los mismos t¨¦rminos que dice profesar el Gobierno de Zapatero. El problema no es negociar con ETA, sino haber incumplido las propias exigencias definidas a propuesta suya por el Congreso para hacerlo, ocultar toda informaci¨®n a los ciudadanos, haber presionado sobre el poder judicial y sobre los medios de comunicaci¨®n afines, y con toda probabilidad seguir haci¨¦ndolo, desde el esperpento De Juana al fraude de ANV. Todo ello, al lado del encefalograma plano, compensado por la habilidad para la maniobra, que revelara la Operaci¨®n Estatut. ?En peligro por todo ello la supervivencia del Estado? ?Son gratuitas las previsiones pesimistas sobre Espa?a? Es claro que Zapatero y sus colaboradores no leen Avui, ni Gara, ni Deia, ni las declaraciones del BNG, y por ello ignoran la labor permanente de destrucci¨®n simb¨®lica del componente espa?ol en las respectivas comunidades. Est¨¢n literal y voluntariamente en Babia. Son esa peor clase de ciegos que evocaba el viejo profesor: los que no quieren ver. Desde este punto de vista, los prop¨®sitos declarados del Nuevo Partido, en la doble direcci¨®n de reafirmar la identidad de una Espa?a democr¨¢tica, unida y plural, como la Constituci¨®n propone, y al mismo tiempo de restaurar la adecuaci¨®n entre pol¨ªtica gubernamental y democracia, no son, pues, meras declaraciones carentes de contenido. En los t¨¦rminos de Petit, la "interferencia arbitraria", practicada una y otra vez por el Gobierno Zapatero, en funci¨®n ¨²nicamente de sus propios intereses, contraviene el normal funcionamiento del Estado de derecho y erosiona la democracia. La libertad y la justicia, evocadas por Pilar Ruiz hace unas semanas, exigen una respuesta pol¨ªtica. Tal vez fracasar¨¢, pero resulta ¨¦ticamente imprescindible.
La referencia al republicanismo encuentra otras razones, nada desde?ables. La primera, que si aspiramos a contrarrestar esa perogrullada est¨²pida de que s¨®lo hay progreso ampliando hasta el happy end las competencias de las autonom¨ªas hist¨®ricas, siendo lo dem¨¢s espa?olismo neofranquista, existe un punto de referencia hist¨®rico, cuya vigencia reverdece: la Rep¨²blica federal, tal y como fuera definida en la segunda mitad del ochocientos por Francisco Pi y Margall. En Espa?a, afirmaci¨®n democr¨¢tica dentro de la diversidad conduce a federalismo, que nada tiene que ver con bilateralidad y confederaci¨®n. Y de paso, si pretendemos mantener para un futuro democr¨¢tico la memoria del terror en Euskadi, no es signo de "guerracivilismo" arrancar de la referencia a la Segunda Rep¨²blica, como momento fallido de construcci¨®n de una Espa?a de los ciudadanos, y como sujeto pasivo de una tr¨¢gica represi¨®n. Del mismo modo que no cabe olvidar el genocidio armenio si hablamos del Holocausto, la conservaci¨®n del recuerdo de la barbarie etarra requiere la de la represi¨®n franquista. Nuevo parteaguas deseable frente al PP. La mentalidad democr¨¢tica no puede apoyarse, tal y como lo hace la nacionalista, en olvidos y recuerdos previamente seleccionados.
Normalizaci¨®n en el empleo de la idea constitucional de Espa?a, tanto en el plano normativo como en el simb¨®lico, y recuperaci¨®n de los usos democr¨¢ticos, son en consecuencia dos objetivos estrechamente ligados entre s¨ª. El planteamiento del naciente UPD tiene plena validez. No obstante, a la vista de algunas manifestaciones de posibles dirigentes cabe temer una cierta falta de ponderaci¨®n, en el sentido de llevar el no-nacionalismo y la cr¨ªtica de los nacionalismos realmente existentes hasta una posici¨®n de enfrentamiento constante que supondr¨ªa en s¨ª misma un factor de bloqueo. El t¨¦rmino apuntado de "regionalitis" designa algo real, pero p¨¦simamente expresado.
Otro tanto puede suceder en el dif¨ªcil terreno de la cr¨ªtica dirigida contra el PSOE: si lo que tratamos de afirmar es la fuerza de la raz¨®n, conviene asumir el "obst¨¢culo" que presentan las realizaciones del Gobierno Zapatero en los planos social, cultural y econ¨®mico. A veces con dos caras enfrentadas: as¨ª, en Educaci¨®n, a la baza positiva de la ense?anza de Ciudadan¨ªa se contraponen la demag¨®gica concesi¨®n de las cuatro asignaturas para pasar curso y el ensayo de manipulaci¨®n desde arriba en toda regla que bajo un lenguaje tecnocr¨¢tico nos devuelve a usos prefranquistas en el previsto cauce de acceso a los cuerpos docentes. Adi¨®s sorteos para los tribunales o comisiones, adi¨®s marco de las ya amplias ¨¢reas de conocimiento. Dedo bien enguantado desde ¨®rganos fijados por el poder, y basta. Es hora, pues, de ponderar asumiendo en ocasiones una convergencia nada rentable. Y queda, en fin, poco tiempo para afrontar otras cuestiones de primera importancia con suficiente rigor, desde la integraci¨®n de los inmigrantes y su enlace con la amenaza terrorista, hasta la rectificaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica en el aspecto nada desde?able de la p¨¦rdida de poder adquisitivo por parte de los trabajadores en plena fase de crecimiento. Las razones para fundar el nuevo partido est¨¢n ah¨ª, pero el grupo dirigente deber¨¢ asumir las dificultades que encierra la materializaci¨®n del proyecto.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.