Che 'versus' feti-che
En principio, por ¨¦l no qued¨®...
"?sta es la historia de un fracaso", indica al comienzo de su diario en el Congo, pero unas p¨¢ginas antes su hija lo contradice y afirma, en la introducci¨®n, que es la narraci¨®n de una victoria. En un momento de su vida se califica como "una fr¨ªa y selectiva m¨¢quina de matar", mas no hay campa?a pacifista en el mundo sin su rostro flameando en alguna bandera. Se opuso con fiereza a los valores del capitalismo, y sin embargo en e-bay se venden centenares de fetiches con su imagen. Descre¨ªa del t¨ªpico h¨¦roe americano -su modelo era Garibaldi y lleg¨® a postularse como un "peque?o condottiero del siglo XX"-, aunque Hollywood lo ha representado con Omar Sharif, Antonio Banderas, Gael Garc¨ªa y, pr¨®ximamente, Benicio del Toro. En El socialismo y el hombre en Cuba apost¨® por un arte al servicio del pueblo, si bien eso no ha sido problema para que artistas del mainstream como Annie Leibovitz, Vik Muniz o Pedro Meyer lo pasen por el turmix de sus exitosas carreras. Firm¨® los billetes con desprecio y lleg¨® a predecir el fin del dinero, en cambio hoy aparece -no su firma sino su cara, esa marca no del todo registrada- en dinero que manosea cualquiera. Fue ateo hasta la m¨¦dula y alert¨® de que era el Anticristo, pero una exposici¨®n titulada precisamente Passion, en Italia, incluye su foto muerto y David Kunzle le ha llamado "Chesucristo" en un estudio sobre las representaciones m¨ªsticas de su figura. Su prototipo de ser humano buscaba un hombre nuevo sin vicios, aunque all¨ª est¨¢, volando, en un coffee shop de Amsterdam, bien fumado y con los ojos perdidos...
Para la izquierda es una victoria cultural despu¨¦s de una derrota pol¨ªtica. Para la derecha, lo contrario
En el trabajo m¨¢s abarcador sobre este asunto, la cr¨ªtica inglesa Trisha Ziff ha concebido un proyecto bajo el t¨ªtulo original de Che: Market and Revolution, en el que se recogen unas trescientas piezas, firmadas y an¨®nimas, que reafirman o pervierten la foto original tomada por el fot¨®grafo cubano Alberto Korda el 5 de marzo de 1960 en La Habana. Una foto a la que, por cierto, alg¨²n m¨¦rito habr¨¢ que reconocerle en la creaci¨®n de la estampa m¨¢s famosa del siglo pasado.
Esa misma foto que aparece en la camiseta de Carlos Santana, en plena ceremonia de los Oscar, y que repugn¨® de tal manera al jazzista cubano Paquito D'Rivera que ¨¦ste le envi¨® una carta p¨²blica donde le recordaba a un Che ejecutor, al mando de los fusilamientos en la prisi¨®n de La Caba?a en La Habana.
He dicho, al principio, que por ¨¦l no qued¨®, pero Rodrigo Fres¨¢n (y ya son muchos peros) me ha apuntado lo contrario. "A m¨ª no me enga?a: ese hombre -como el top-model Derek Zoolander preparando calculada y pacientemente su Blue Steel que sacudir¨¢ el mundo de la moda- tiene que haber practicado mucho ese rostro y esos rasgos frente al espejo". Aunque de ser esto cierto, todo ser¨ªa a¨²n m¨¢s monstruoso y m¨¢s desarmados quedar¨ªan todav¨ªa los enemigos pol¨ªticos del Che, incapaces de conseguir, a conciencia y con todo a favor, un emblema medianamente parecido.
El caso es que ah¨ª lo tenemos: Chihuahua, Homer Simpson, Padre de Familia, Charles Manson, con los labios pintados, en cualquier cosa que sea objeto de compraventa. Tatuado en Maradona y en Mark Tyson. En un medall¨®n de Johnny Depp en la portada de Life y cobijado en la diminuta delantera de un tanga de Giselle Bundchen (desde ahora Bund-Che-n), que me ha lanzado sin escala al lema formador de mi infancia: "?Seremos como el Che!".
Esa consigna ha sido repetida hasta el infinito por la mayor¨ªa de cubanos que hoy existen. Esa generaci¨®n es tambi¨¦n la m¨¢s amplia del exilio, al que han dinamitado demogr¨¢fica, racial y culturalmente como la primera gran explosi¨®n del destierro global, posterior a la debacle del comunismo. Pues bien, en cualquiera de esas ciudades a las que hemos ido a recalar pueden encontrarse m¨¢s "Ches" que en La Habana o Santiago de Cuba. Y la mayor¨ªa de ellos no nos conminan al sacrifico o la inmolaci¨®n, sino a participar de la sociedad de consumo en toda su magnitud. Es m¨¢s, para poder apreciar esa imagen en toda su polisemia, es obligatorio salirse de los predios cubanos donde el rostro de marras tiene m¨¢s bien una envergadura unidimensional.
Era en Berl¨ªn occidental, y no en el Berl¨ªn comunista, donde se vend¨ªan m¨¢s objetos del Che. Y tuvo que ser un shock para los alemanes de la antigua RDA descubrir que, entre los elegantes comercios de Charlottenburg, al otro lado de aquel muro que ellos mismos derribaron, hay una tienda dedicada exclusivamente a este hombre que debe haberles provocado m¨¢s de una pesadilla en su pasado comunista.
Para la izquierda radical, el fetiche del Che significa una victoria cultural despu¨¦s de una derrota pol¨ªtica. Para la derecha radical, el fetiche del Che significa una derrota cultural despu¨¦s de una victoria pol¨ªtica.
Por eso, cuando algunos conservadores arremeten contra el fetiche por la historia revolucionaria y violenta del personaje, lo primero que demuestran es un alarmante desconocimiento de c¨®mo funciona este capitalismo que tanto defienden a capa y espada. Este sistema que necesita matar al Che personaje -y as¨ª lo ha hecho- tanto como distribuir la mercanc¨ªa que les representa (cosa que tambi¨¦n ha hecho sin el menor rubor).
Para ellos, en el fondo, la ¨²nica salida coherente hubiera sido abanderar una campa?a por la prohibici¨®n absoluta de esta imagen a escala mundial. Pero eso es, exactamente, lo que no les conviene hacer. Una maquinaria tan c¨ªnica que fue capaz de convertir al Che en fetiche, ?ser¨¢ ahora tan torpe que convertir¨¢ al fetiche en Che? ?Le dejar¨¢ al personaje exclusivamente su valor subversivo para que afloren su legado y sus maneras en la inestable vida que hoy vivimos? ?Despojar¨¢ a esta figura de su neutralidad pop para exponer a los cuatro vientos el ejemplo de un enemigo carism¨¢tico y letal que se pas¨® la mitad de su existencia jug¨¢ndose la vida y al que Max Aub calific¨®, hace cuarenta a?os, como "el ¨²nico caudillo de nuestra ¨¦poca muerto en el campo de batalla"? Me temo que no, entre otras cosas porque la derecha lleva tambi¨¦n su buena carga de muerte en la mochila y tendr¨ªa que enfrentarse a la supresi¨®n de sus propios iconos, pues hay muy pocos hoy en la pol¨ªtica y en el mercado que no tengan alguna ignominia en la trastienda.
Al final, que tampoco quede por ellos...
Algunas novedades editoriales sobre el Che: Los ¨²ltimos d¨ªas del Che (Debate), de Juan Ignacio Siles del Valle; L¨¢grimas rojas (El Aleph), de Margarita Espu?a; La vida y la extra?a muerte del Che (Algaba), de Andrew Sinclair. ?lbum del Che (Edhasa), de Julia Constenla.
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