El otro cambio clim¨¢tico
Que el mundo se sumerge de manera cada vez m¨¢s acentuada en un "clima de miedo" es un diagn¨®stico que, sin duda, muchos podr¨¢n compartir con Wole Soyinka. La discusi¨®n comienza precisamente a partir de este punto: ?qu¨¦ es este miedo, cu¨¢ndo comenz¨® y qu¨¦ tiene de nuevo? ?Cu¨¢les son sus ra¨ªces hist¨®ricas, pol¨ªticas, culturales o psicol¨®gicas? Y es el conjunto de esta discusi¨®n lo que confiere un singular inter¨¦s a estas conferencias.
Un "cambio clim¨¢tico" de esta naturaleza no puede ser s¨²bito, y cualquier fecha elegida para su declaraci¨®n suscitar¨¢ desacuerdos, pero es instructivo asomarse a la perspectiva del continente africano: Soyinka no concede al 11 de septiembre de 2001 el valor simb¨®lico que solemos asignarle, pero se lo otorga a otro "incidente a¨¦reo" ocurrido en 1989 que muchos ni siquiera recordar¨¢n. Se trata del derribo en pleno vuelo de un avi¨®n de la UTA que sobrevolaba Nigeria. A diferencia de los atentados de Nueva York, que suscitaron una clamorosa condena internacional, en aquel caso los propios gobiernos africanos "se tragaron el episodio con total ecuanimidad". Podr¨ªa pensarse que lo hicieron por ese enga?oso sentimiento de "solidaridad" con el antiimperialismo que tanta simpat¨ªa suscit¨® en Occidente con ocasi¨®n de las guerras de Vietnam. Pero, como el autor nos recuerda, durante aquellas guerras las "v¨ªctimas del imperialismo" raramente consideraron el mundo entero como su campo de batalla, no secuestraron aviones ni atentaron contra inocentes fuera de su territorio. Con todo, la histeria ret¨®rica nacida durante las d¨¦cadas de 1960-1970 y encarnada en la sartreana consigna de que "todos somos culpables", podr¨ªa considerarse como una de las ra¨ªces del "salto cualitativo" que comporta el terrorismo global: el nadie es inocente del 68 resuena macabramente en las justificaciones de las actuales masacres indiscriminadas de v¨ªctimas an¨®nimas ("algo habr¨¢n hecho"). Sin embargo, lo decisivo para Soyinka es la "ecuanimidad" con la cual unas naciones que podr¨ªan haberse considerado agredidas por el atentado de 1989 pasaron por alto estas muertes, porque esa falta de respuesta est¨¢ ya contaminada por el miedo al agresor y significa la primera victoria de su estrategia. El "clima de miedo" comienza exactamente cuando aquellos que deber¨ªan perseguir a los culpables hacen la vista gorda ante el asesinato de los inocentes.
CLIMA DE MIEDO
Wole Soyinka
Traducci¨®n de J. Beltr¨¢n
Tusquets. Barcelona, 2007
151 p¨¢ginas. 12,50 euros
Se dir¨¢ que este tipo de "pr¨¢ctica" no es nueva: ?no es la de los "escuadrones de la muerte" de todo signo? Pero, aunque estos reg¨ªmenes carezcan de toda excusa, los Estados "formales" no pueden competir en la producci¨®n mundial del miedo con la maquinaria que Soyinka denomina "el cuasi-estado" y que, a diferencia de los aparatos pol¨ªticos formales, carece de fronteras y no tiene ni el rostro de un gobierno ni la responsabilidad de gobernar. Por esta misma raz¨®n, el temporal de miedo arrecia cuando "el Estado verdadero reniega de sus principios y cultiva el cuasi-estado", y cuando la "autoridad moral" de los agresores no se apoya en una ideolog¨ªa (pues, por delirante que ¨¦sta sea, siempre ser¨¢ susceptible de cr¨ªtica) sino en el secreto, por definici¨®n indiscutible, de una revelaci¨®n religiosa que declara llegado el d¨ªa del juicio final. El ¨¦xito de este poder furtivo, que no aspira a ocupar territorios ni a administrarlos, sino ¨²nicamente a dominarlos, se sustenta para Soyinka sobre dos pilares: uno es la humillaci¨®n. La dignidad es, seg¨²n nuestro autor, una "adicci¨®n" incurable de la especie humana, y quienes son humillados hasta perder toda esperanza de obtenerla de sus semejantes son -mucho m¨¢s que las v¨ªctimas de la explotaci¨®n econ¨®mica o del despotismo- la carne de ca?¨®n del ej¨¦rcito del miedo.
El otro pilar es la seducci¨®n
que el "poder puro" ejerce sobre todos los hombres, y que est¨¢ al alcance incluso de los majaderos (la "sonrisa ¨ªntima de satisfacci¨®n" del "os tengo en mi poder y voy a decidir vuestra suerte" que anida ya en el patio del colegio); la observamos en los "funcionarios" que nos atienden en las zonas de seguridad de los aeropuertos, pero puede alcanzar cotas colosales cuando los mecanismos sociales la fomentan y magnifican en esa regi¨®n deslocalizada y creciente del mundo en donde toda ley parece suspendida. All¨ª reina lo que Taslima Nasrin llam¨® "un Dios ambidextro", en cuya ardiente c¨®lera contra los infieles se funden las diferencias entre la izquierda y la derecha.
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