Redada en la vendimia
Los inspectores de Trabajo y la polic¨ªa irrumpen en campos manchegos para perseguir la explotaci¨®n de braceros 'sin papeles'
El jefe de la Inspecci¨®n de Trabajo de Ciudad Real, ?ngel Trujillo, dibuja c¨ªrculos sobre una carpeta para marcar la estrategia, como un entrenador de baloncesto en un tiempo muerto. "T¨², por aqu¨ª. Vosotros, por all¨¢". El equipo, ocho funcionarios apoyados por cuatro agentes de la Guardia Civil y siete del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, aguarda en una gasolinera a que el t¨¦cnico d¨¦ orden de saltar al campo. En concreto, a cuatro plantaciones de vi?as y cebollas. Es el mayor dispositivo desplegado desde que, hace dos semanas, arranc¨® la mayor vendimia del mundo. El objetivo, cazar in fraganti a las empresas que nutren a los agricultores de trabajadores sin papeles, que estos d¨ªas se cuentan por miles en las explotaciones manchegas.
La l¨ªder regional del PP acusa al Gobierno de "criminalizar" a los agricultores
La operaci¨®n se consum¨® al filo del mediod¨ªa de ayer con la detenci¨®n de cuatro inmigrantes irregulares y la toma de datos a los dos empresarios -un rumano y un espa?ol- que act¨²an de enlace entre los propietarios de las tierras y los temporeros. Pero inspectores y polic¨ªas han comenzado a actuar a las cinco de la madrugada, cuando las calles de los pueblos est¨¢n desiertas, a no ser que aparezca un repartidor de peri¨®dicos. En Bola?os (Ciudad Real), en plena vendimia, lo que proliferan son los repartidores de mano de obra, que esperan a los braceros en minibuses y furgonetas. Los trabajadores, casi todos sudamericanos, comienzan a desfilar en grupos, provistos de gorra y mochila.
Los coches policiales recorren con sigilo las calles para observarlos. Si miran mucho de reojo, desconfiados, es porque tienen algo que ocultar, dicen los inspectores. Por eso hay furgonetas que recogen a los inmigrantes con parsimonia, y otras que desaparecen en cuesti¨®n de segundos, no sea que las fuerzas de seguridad anden al acecho.
Trabajo lleva semanas estudiando los usos y costumbres del objetivo, una empresa de Bola?os, inscrita como sociedad de servicios agr¨ªcolas y jardiner¨ªa, que se dedica a proporcionar temporeros. Entonces llega el aviso. "Han salido dos autobuses y una furgoneta". Cada veh¨ªculo toma una direcci¨®n distinta, lo que obliga a los vigilantes a desplegarse para no perderlos de vista.
Son las ocho de la ma?ana y ha salido el sol. Los inmigrantes se apean en cuatro campos repartidos entre Llanos del Caudillo y Cinco Casas. S¨®lo cabe elegir el momento adecuado para irrumpir en las vi?as. Todos a la vez, porque si se corre la voz habr¨¢ estampida. "Si no hay ning¨²n problema, la caballer¨ªa no sale", avisa Trujillo, que penetra en uno de los campos de Llanos junto con otros dos inspectores. La caballer¨ªa, dos guardias civiles de paisano, se quedan en la retaguardia, por si hay jaleo.
En la parcela hay diez personas: ocho temporeros, siete rumanos y Narcisa, una ecuatoriana que lleva ocho a?os en Espa?a y que, para mantener a sus cuatro hijos, respondi¨® a la oferta de trabajo que vio en un locutorio. El agricultor, Jes¨²s, a los mandos del tractor que carga la uva. Y Anghel, rumano de 37 a?os que se hace responsable de los trabajadores y que trata de impedir que nadie se quede a solas con los inspectores. "?Cu¨¢nto tiempo llevas aqu¨ª?". "Ocho d¨ªas". "?Cu¨¢ntas horas? "Ocho". "?Cu¨¢nto te pagan? "45 euros", grita Anghel desde lejos. "45", repiten los temporeros.
El intermediario admite que es ¨¦l quien reparte el dinero entre los jornaleros. El agricultor le paga 55 euros diarios por cada empleado, pero Anghel niega que se quede los 10 que restan, y asegura que todo es legal. Hasta que, cuando le piden los papeles, cambia de discurso y empieza a arremeter contra la moratoria que impide trabajar en Espa?a a rumanos y b¨²lgaros por cuenta ajena, aunque sean comunitarios. "?Si no les dejan trabajar, ?c¨®mo quieren que coman? ?Prefieren que tengan que robar?". Uno de los temporeros, Varga, dice que tiene 19 a?os, aunque aparenta bastantes menos. Cuando le preguntan la edad delante de Anghel, finge no entender nada.
Jes¨²s, cabizbajo, lamenta los controles de trabajo: "Se van a cargar la agricultura. Por eso trabajan inmigrantes, porque los de aqu¨ª no quieren". Y se desvincula de todo el asunto: "Yo s¨®lo he contratado a una empresa", explica. El agricultor se arriesga a una multa de 6.000 euros por cada sin papeles que emplee.
Los funcionarios se despiden de Anghel, que el lunes deber¨¢ demostrar en las oficinas de Trabajo que todo est¨¢ en regla. "Eso habr¨¢ que verlo", matizan los inspectores, que dudan de que los papeles que ha ense?ado el intermediario sean verdaderos. Mientras, en un campo de Cinco Casas, los agentes han detenido a cuatro temporeros bolivianos por estancia irregular en Espa?a.
A la misma hora, un centenar de sindicalistas de UGT y CC OO se manifiesta frente a la sede de la patronal agraria Asaja en Ciudad Real en protesta por las muertes, la pasada semana, de un jornalero rumano y otro polaco mientras vendimiaban sin contrato en Socu¨¦llamos. Ayer, otro rumano falleci¨® en dicha localidad en plena faena, al parecer por un infarto, seg¨²n la Delegaci¨®n del Gobierno en Castilla-La Mancha.
Con los agricultores argumentando que no tienen m¨¢s remedio que recurrir a sin papeles para salvar la campa?a, y con el Gobierno dispuesto a responder a golpe de multas, el conflicto de la vendimia sigue abierto. Ayer, la l¨ªder regional del PP, Mar¨ªa Dolores de Cospedal, acus¨® al Gobierno de "criminalizar" a los agricultores y critic¨® que se mande a la Polic¨ªa a fisgar en los campos. El delegado del Gobierno, M¨¢ximo D¨ªaz-Cano, contest¨®: "Es irresponsable cuestionar que el Estado trabaje por la legalidad".
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