Cuando contamina la Administraci¨®n
A las 23.00 una procesi¨®n de barrenderos empuja sus carritos desde el almac¨¦n de la calle de Antonia D¨ªaz, en Sevilla, hacia sus zonas de limpieza nocturna. Enfrente, en el balc¨®n de su casa, Angustias Garc¨ªa cuenta m¨¢s de 40 trabajadores que llevan varios minutos concentrados en la acera charlando, fumando un pitillo y haciendo tiempo antes de comenzar su jornada.
A partir de las 5.30 retornar¨¢n gradualmente al mismo lugar. Arrastrando el carrito sobre el pavimento, fumando, gast¨¢ndose bromas o pele¨¢ndose a gritos. A veces hay asambleas sindicales. "No reprimen las reacciones, no van con el sigilo de que es madrugada y pueden molestar. Y esto ocurre una tras otra, todas las noches del a?o", relata en el sal¨®n de su casa, un tercer piso hasta el que llegan con claridad las voces de los empleados de Lipasam, la empresa de limpieza del Ayuntamiento de Sevilla, y el soniquete de sus carritos.
La jornada laboral de la cuadrilla coincide con el descanso de Angustias Garc¨ªa, una periodista de televisi¨®n que comienza a trabajar a las 7.00. "Desde que cambi¨¦ el turno, hace cuatro o cinco a?os, es horrible". Su habitaci¨®n da a la calle. Llega al estudio alterada e irritada. En varias cartas, ha pedido a la empresa el traslado de la nave. "Dicen que lo contemplan, pero no de forma inminente". Lo parad¨®jico, expone, es que una Administraci¨®n p¨²blica que est¨¢ luchando por atajar la contaminaci¨®n ac¨²stica sea "la misma que tiene una calle a la que est¨¢ fastidiando la vida".
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