Un aula viva e itinerante
Ruta Quetzal-BBVA lleva a sus estudiantes-expedicionarios a un viaje por la historia hispanomexicana
Tal vez fue el viaje de la Nao de la China a M¨¦xico el primer acto de globalizaci¨®n comercial de la era moderna. Ocurri¨® en el siglo XVI y los navegantes espa?oles, adem¨¢s de unir las orillas del Pac¨ªfico, aquel Mar del Sur descubierto por N¨²?ez de Balboa en 1513, consiguieron establecer una corriente ininterrumpida de tratos con mercader¨ªas, oro, plata y seda, entre la lejana China y Espa?a, con la mediaci¨®n de las nuevas tierras americanas bajo dominio espa?ol.
Durante siglos, la plata acu?ada en la Ceca de M¨¦xico, extra¨ªda de las entra?as de la serran¨ªa que amuralla Guanajuato, enriquec¨ªa a los mercaderes chinos, los cuales, en reciprocidad, atestaban la Nao con sedas, especias, lacas y porcelana bien tallada. Despu¨¦s del tornaviaje, todo aquello era desembarcado en Acapulco entre fiestas, jarana y mercados para que, de seguido, prolongadas reatas de mulas lo llevaran a la Ciudad Rica de Veracruz, en el Caribe, desde donde los ex¨®ticos productos tomaban rumbo a la metr¨®poli.
Los 350 j¨®venes atravesaron M¨¦xico de Oeste a Este, desde Acapulco a Puebla
Los pasados meses de junio y julio, los 350 alumnos de la Ruta Quetzal-BBVA 2007, representantes de 55 pa¨ªses, tuvieron lecciones de historia viva sobre la Nao de la China en las concurridas tierras de Acapulco y las ardientes playas de Zihuatanejo, donde Hern¨¢n Cort¨¦s construy¨® de su propio dinero los primeros astilleros espa?oles en la ribera oce¨¢nica occidental de M¨¦xico.
Uno de los diversos objetivos de la Ruta Quetzal es ir m¨¢s all¨¢ de la ense?anza de la historia hispanoamericana. Tiene como fin, y lo consigue las m¨¢s de las veces, que los j¨®venes vivan esa historia en medio del paisaje donde ocurrieron los hechos. Se aprende historia cuando puede palparse el pasado, cualquier piedra esculpida en unas ruinas tarascas o la monumentalidad de las casonas coloniales ense?a mucho m¨¢s que el mejor esquema expuesto en el encerado de un aula. De todo ello gozaron los expedicionarios de la ruta cuando dejaron atr¨¢s las sofocantes orillas del Pac¨ªfico para ir a la busca de las huellas que el comercio de la Nao y la colonia dejaron en las frondosas tierras que contornean la Ciudad de M¨¦xico.
Si hay un personaje espa?ol venerado en el pa¨ªs norteamericano de habla hispana es, sin duda, el fraile Vasco de Quiroga (Tata -padre en lengua tarasco- Vasco), valedor de los ind¨ªgenas, vehemente defensor de las ideas de Tom¨¢s Moro y fundador de escuelas hospital por la regi¨®n que circunda el lago de P¨¢tzcuaro. Los alumnos de la Ruta comprobaron sin esfuerzo que la obra del Tata Vasco sigue viva en la memoria y el quehacer de las comunidades pur¨¦pechas de Santa Fe de la Laguna o la misma P¨¢tzcuaro. Se le tiene como a un dios presente, se veneran sus restos -unos trozos de f¨¦mur y parte del cr¨¢neo encerrados en una urna de cristal remachada en plata- por ind¨ªgenas de toda condici¨®n, desde j¨®venes con vaqueros y camisetas con leyendas gringas, hasta ancianas tocadas con el tradicional y recatado rebozo.
El pueblo pur¨¦pecha o tarasco jam¨¢s fue sometido por el absolutismo azteca. El tratamiento del cobre y su aplicaci¨®n militar le hicieron invulnerable a los ataques de los aztecas armados de macanas con incrustaciones de piedra o espadas de madera. En Santa Clara del Cobre, los alumnos realizaron faenas en una fragua y batearon el metal antes de recibir una lecci¨®n sobre los tarascos y su cosmogon¨ªa en las ruinas de Tzintzuntzan.
Los expedicionarios a¨²n tuvieron otra oportunidad de sentir la historia prehisp¨¢nica cuando reposaron unas horas al pie de la gran pir¨¢mide de Cholula, la mayor que contempl¨® Mesoam¨¦rica, hoy envuelta en vegetaci¨®n. Casi 500 a?os despu¨¦s, la Ruta Quetzal recal¨® en el mismo lugar donde Cort¨¦s acanton¨® sus tropas antes de lanzarse a la conquista de Tenochtitl¨¢n, coraz¨®n del imperio mexicano.
La monumental Morelia, la antigua Valladolid, fue la primera etapa de la inmersi¨®n de los alumnos de la Ruta en la historia moderna de M¨¦xico. Como crisol de la etapa virreinal y cabeza pol¨ªtica de la insurrecci¨®n liberal, los expedicionarios quisieron materializar su esp¨ªritu iberoamericano con una ofrenda al "padre de la independencia", Jos¨¦ Mar¨ªa Morelos.
Despu¨¦s de descender a la bocamina de uno de los yacimientos argent¨ªferos de Guanajuato, la Ruta lleg¨® a Quer¨¦taro y acamp¨® en el viejo fort¨ªn donde se atrincher¨® en 1867 el usurpador Maximiliano hasta su ca¨ªda por el asalto de los republicanos. All¨ª, los j¨®venes tuvieron un ba?o del barroco m¨¢s repujado en la iglesia de Santa Clara, donde en 1808 se dio el primer grito de "?libertad!" contra la metr¨®poli. Puebla, acaso la m¨¢s monumental, fue el final del recorrido por las ciudades hist¨®ricas, patrimonio cultural de la humanidad todas ellas, antes de embarcarse hacia Espa?a, la segunda lecci¨®n.
Las bases para concursar en el programa de 2008 (recorrido por Panam¨¢ y Espa?a) est¨¢n en www.rutaquetzal.com.
El aventurero ilustrado
En una ocasi¨®n, Miguel de la Quadra-Salcedo dijo que "el ¨²nico equipaje que necesita un buen viajero es un libro". La idea de entreverar la aventura con la ilustraci¨®n entre los j¨®venes es gu¨ªa del quehacer del veterano periodista, que hace posible la Ruta Quetzal y garantiza su ¨¦xito despu¨¦s de 20 a?os. En la memoria de la sociedad espa?ola est¨¢ grabada su imagen como reportero de guerra, incrustado en un pelot¨®n de marines en Vietnam, en medio de una incursi¨®n de fedayin palestinos o entre una turbamulta de congole?os furiosos. Tambi¨¦n se le recuerda como explorador amaz¨®nico o jugador compulsivo con los peligros. Todo es cierto, pero De la Quadra guarda a un desconocido y gran erudito en la historia de Am¨¦rica y sus gentes, formado en los libros, en los viajes y en largas conversaciones con protagonistas literarios.
Por ello recuerda de manera especial cuando Neruda le sentenci¨® la esencia de la historia hispanoamericana: "Miguel, Espa?a se llev¨® todo, pero nos dej¨® todo", le dijo. A?o tras a?o, el director de la Ruta pretende cincelar en el esp¨ªritu de los j¨®venes iberoamericanos la pasi¨®n por Am¨¦rica y Espa?a. Su escuela une lectura y reflexi¨®n. ?l mismo puede resultar el mejor referente. Ahora cita p¨¢rrafos del Diario de Col¨®n, como anta?o fue capaz de ser el primer reportero de televisi¨®n que se lleg¨® a La Higuerita para ver el cad¨¢ver de Ernesto Guevara, el Che.
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