El regreso y el conflicto de Arantzazu
Basterretxea llevaba 16 a?os sin pisar su Bermeo natal cuando vuelve a Espa?a, reci¨¦n casado, con la ilusi¨®n de colaborar en la bas¨ªlica de Arantzazu. Pero ten¨ªa un problema: no hab¨ªa hecho el servicio militar. "Me avisaron de que no pod¨ªa estar m¨¢s de 30 d¨ªas, porque si me pasaba, me met¨ªan en caja [de reclutas]", cuenta. Se arriesg¨®, se present¨® al concurso para pintar la cripta, y lo gan¨®. Ante el dilema, Basterretxea acepta ir a la mili. Y mientras llega la convocatoria, emprende la elaboraci¨®n de sus murales.
"Fue entonces cuando nos acusaron a todos los que est¨¢bamos trabajando en Arantzazu de que ¨¦ramos maricones, y esos rumores llegaron al obispo de San Sebasti¨¢n, que env¨ªo un informe a Roma para que valorase nuestro proyecto. El Vaticano considera que practic¨¢bamos un arte b¨¢rbaro, en una valoraci¨®n no vinculante. Sin embargo, en Espa?a se atendi¨® esa consideraci¨®n y se pararon las obras". Cuando Basterretxea regres¨® de un viaje a Madrid, se encontr¨® adem¨¢s con que le hab¨ªan borrado once murales que ya hab¨ªa plasmado en la cripta de Arantzazu. "Fue uno de los disgustos m¨¢s grandes que he tenido en mi vida". Al final, aunque, fuera 27 a?os despu¨¦s, se restableci¨® la justicia y consigui¨® pintar la cripta.
Despu¨¦s de aquella experiencia, Basterretxea afianza la amistad con Oteiza y se van a vivir las dos familias a una casa de Ir¨²n que dise?an ellos mismos. Nace entonces el grupo Gaur, "que tuvo muy poca vida debido a las fuertes tensiones que surgieron entre Oteiza y Chillida". All¨ª se introdujo en la escultura, "aunque siempre mi trabajo tiene como base el dibujo, en el que insisto con denuedo". Basterretxea cuenta con m¨¢s de 60 obras repartidas por diferentes lugares del Pa¨ªs Vasco, pero tambi¨¦n en Reno (Estados Unidos) o Buenos Aires (Argentina).
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