Asfalto inevitable
La mirada por el retrovisor nos devuelve la imagen de los muertos que hemos dejado sobre el asfalto este verano. El crecimiento vertiginoso de v¨ªctimas de tr¨¢fico no deber¨ªa extra?arnos si contemplamos el aumento del parque m¨®vil. Mi t¨ªo abuelo iba a tomar su caf¨¦ al bar todas las ma?anas. Le re?¨ªamos porque caminaba por el centro de la carretera y jam¨¢s se apartaba cuando ven¨ªa un coche. Y dec¨ªa: "?Que se aparten eles que eu son un vello!" Entonces, all¨ª no hab¨ªa aceras. Claro que hoy tampoco, y el n¨²mero de veh¨ªculos se ha multiplicado tanto como su cilindrada, con el consiguiente riesgo para los peatones. Nuestro crecimiento no ha sido proporcional al de las infraestructuras, y las carreteras remendadas no valen para soportar miles de coches al d¨ªa.
Frente a la eclosi¨®n de veh¨ªculos privados, la lentitud en la implantaci¨®n de planes de transportes metropolitanos, la impuntualidad o la falta de conexiones y frecuencias provocan que el transporte p¨²blico no sea una alternativa viable. Tampoco se ha fomentado lo suficiente el uso de las bicicletas que ya inundan las ciudades europeas y reducen la contaminaci¨®n. Es la pescadilla que se muerde la cola.
No hay viajeros porque no hay transportes suficientes. No hay servicios suficientes porque no hay pasajeros. As¨ª nos va. El sistema de transporte p¨²blico en Galicia no admite otro calificativo que tercermundista. Pongamos alg¨²n ejemplo. Ferrol permanece cautiva de la AP9. No existe ninguna alternativa para los trabajadores que se desplazan a Coru?a. El ¨²ltimo transporte p¨²blico desde Vigo hasta Santiago sale a las 21:40 horas. No llega a Compostela hasta la medianoche. Para ir a Lugo en autob¨²s desde Santiago, el recorrido -poco m¨¢s de cien kil¨®metros- no dura menos de dos horas. En esa misma l¨ªnea suben los usuarios del aeropuerto de Lavacolla. Algunos tardan menos en llegar a Madrid, Barcelona, Londres o Par¨ªs que los pasajeros a sus destinos en la provincia de Lugo. Hablamos de las principales ciudades, ya no digamos lugares como Cangas, Cedeira, Ver¨ªn o Mondo?edo. El viaje incluir¨ªa horas de espera para llegar a destiempo.
Llenamos la boca para hablar del AVE, de la necesaria conexi¨®n con la meseta y nos olvidamos de c¨®mo llegar a Vigo desde Lugo (tres horas en autob¨²s). Ning¨²n trabajador puede plantearse seriamente vivir en una ciudad e ir a trabajar a otra en bus o tren apelando a un ahorro de tiempo y dinero o al compromiso ecol¨®gico. Por eso, entre otras muchas razones, no descienden los muertos en carretera. Porque mientras el veh¨ªculo privado y las carreteras secundarias demenciales sigan siendo la ¨²nica alternativa de transporte siempre aumentar¨¢ el riesgo sobre el asfalto. Y los que tenemos caparaz¨®n de carne y hueso siempre perdemos en la lucha contra la maquinaria, que se ha convertido en nuestra necesidad y amenaza.
Es el precio a pagar por alcanzar el progreso, ese lugar al que deber¨ªamos poder llegar en transporte p¨²blico y sostenible y no s¨®lo mediante previo permiso de gasolineras, ¨ªndices de contaminaci¨®n, parqu¨ªmetros y Audasa.
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