La Junta esconde a los monjes
El Gobierno militar de Myanmar decide encerrar en secreto a 4.000 religiosos arrestados durante las manifestaciones
Nadie ve lo que est¨¢ pasando en Myanmar (antigua Birmania), pero las noticias siguen llegando. A pesar del esfuerzo de la Junta Militar por silenciar la represi¨®n contra los ciudadanos rebeldes y poner buena cara a la diplomacia internacional, la cadena brit¨¢nica BBC inform¨® ayer, citando fuentes de grupos paramilitares financiados por el Gobierno, que unos 4.000 monjes arrestados en las manifestaciones de la semana pasada ser¨¢n llevados en secreto al norte del Myanmar. Los monjes budistas que encabezaron las protestas est¨¢n siendo confinados mientras tanto en un colegio y en un antiguo recinto deportivo. Algunos han dejado de comer.
El traslado secreto de los monjes da una idea de que el Gobierno militar se resiste a perder la guerra medi¨¢tica. De Yangon (antigua Rang¨²n) no llegan apenas im¨¢genes de lo que est¨¢ pasando y las noticias que transmite la prensa del r¨¦gimen dibujan un panorama de color de rosa, con dirigentes sonrientes y dispuestos a recibir a los diplom¨¢ticos de la ONU. El objetivo indisimulado es que el inter¨¦s por lo que ha estado sucediendo estos d¨ªas en ese pa¨ªs lejano comience a decaer.
Ayer, los grupos paramilitares cercanos al r¨¦gimen se dedicaban a reclutar a la gente m¨¢s pobre de las ciudades para participar en una contramanifestaci¨®n a favor del Gobierno a cambio de dos d¨®lares y bajo la amenaza de tener que pagar siete si no quieren tener problemas m¨¢s graves, inform¨® ayer la radio Mizzima, un canal de periodistas birmanos que transmite desde pa¨ªses vecinos como Tailandia.
Aun as¨ª, la voz de los birmanos busca cualquier recoveco para expresarse libremente. La de la mujer que descuelga el tel¨¦fono en Yangon, a unos 575 kil¨®metros de Bangkok, hace un relato m¨¢s o menos coincidente con los otros testimonios que est¨¢n llegando estos d¨ªas desde los grupos disidentes: toques de queda, prohibiciones de andar con m¨¢s de cuatro personas por la calle, detenciones por llevar c¨¢maras y disparos de los soldados que han acabado con muchas vidas. La voz, firme al otro lado de la l¨ªnea, concluye su relato diciendo que no puede hablar, que los soldados tienen fichado a todo el mundo y pide que no se deje de informar de lo que est¨¢ pasando. "Vamos a resistir", dice antes de colgar.
Lo que ocurra en Myanmar en los pr¨®ximos d¨ªas depende mucho de eso y de la presi¨®n que se haga sobre el pa¨ªs. Por un lado, los ciudadanos tratan de aguantar las batidas de los soldados y continuar con las protestas, que son una y otra vez disueltas a base de palos y disparos. Por otro, el Gobierno trata de aceptar los duros mensajes de la comunidad internacional y ofrece algunos gestos, como la entrada del enviado especial de la ONU, Ibrahim Gambari.
El delegado consigui¨® reunirse el pasado domingo con la l¨ªder del movimiento democr¨¢tico birmano, Aung San Suu Kyi, y ayer se anunci¨® que tambi¨¦n ver¨¢ (probablemente hoy) al jefe de la Junta Militar birmana, el general Than Shwe. Gambari intentar¨¢ que el hombre fuerte de Myanmar, considerado por muchos analistas como el principal obst¨¢culo para la reconciliaci¨®n nacional, le escuche y deje de reprimir las protestas que han llegado a reunir, con los monjes budistas en primera l¨ªnea, a 150.000 personas.
En los ¨²ltimos 45 a?os, s¨®lo ha habido unas elecciones, en 1990. Entonces, el partido oficial perdi¨® ante la Liga Nacional por la Democracia de Suu Kyi, que obtuvo el 82% de los votos. A los militares no les gust¨® el resultado; decidieron no respetarlo y de paso arrestaron a la premio Nobel de la Paz.
La embajadora espa?ola para los Derechos Humanos, Silvia Escobar, abandon¨® ayer Bangkok sin haber podido entrar en Myanmar. Escobar anunci¨® que se pondr¨¢ en contacto con la Secretar¨ªa de Estado de Cooperaci¨®n para pedir ayuda humanitaria y tratar de resolver los problemas m¨¢s inmediatos que ahora sufren los birmanos: el hambre y las enfermedades.
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