Confesiones de una librera
Por razones de parentesco me veo este a?o detr¨¢s de un mostrador en uno de los puestos de la 56? Fira del Llibre d'Ocasi¨® Antic i Modern, instalada en el paseo de Gr¨¤cia. Si mal no recuerdo, la ¨²ltima vez que vend¨ª algo fue a los ocho a?os, cuando en verano sal¨ªamos a la calle a revender los tebeos ya le¨ªdos. Siempre ca¨ªa alguien, aunque nunca pens¨¦ que vender libros usados pod¨ªa llegar a ser un negocio. Ahora son decenas los puestos que durante m¨¢s de dos semanas ofrecen lectura para todos los gustos y con precios para todo tipo de bolsillo. Desde el coleccionista que busca la primera edici¨®n de su autor fetiche, pasando por el estudiante que intenta comprar a precio de saldo la novela que le han mandado leer en el instituto o el ama de casa que busca el libro de cocina que a¨²n no tiene, hasta el tipo cultivado que es capaz de revolver todo el mostrador hasta dar con lo que busca. Por aqu¨ª pasan los personajes m¨¢s dispares: el que viene con una obsesi¨®n en la cabeza; el que lleva una lista en el bolsillo; el que se deja sorprender; el que se emociona cuando encuentra lo que busca; el que marcha con la cola entre las piernas porque el precio no se lo permite; el que remueve cielo y tierra, y no compra nada; el que ya llega cargado de bolsas, como si viniera del s¨²per; el que pregunta y pregunta; el que te pide tu opini¨®n, el que te pide rebaja por sistema, aunque sea de un libro de cinco euros (el vicio de toda la vida de pedir rebaja a un librero de viejo).
La feria abri¨® sus puertas (de una manera simb¨®lica, porque no las tiene) el 21 de septiembre. Como cada a?o, la cita para la inauguraci¨®n es delante del monumento al libro, obra de Joan Brossa que preside la esquina de la Gran Via con el paseo de Gr¨¤cia. Este a?o se homenajeaba al escritor Emili Teixid¨®, que glos¨® lo que para ¨¦l es el libro, la lectura, el acto de escribir y el de leer. Pura literatura. Su discurso encandil¨® a los que nos reunimos para escucharlo, a pesar del ruido de los coches, de los turistas y del sol implacable del mediod¨ªa. All¨ª estaba tambi¨¦n Ferran Adri¨¤ para presentar la exposici¨®n de libros de cocina que se inaugur¨® despu¨¦s en un peque?o stand, delante de la escultura de Brossa. Nuestro cocinero universal dijo que por fin los periodistas ubican la gastronom¨ªa en un espacio propio, no como antes, que no sab¨ªan d¨®nde meterlo y lo pod¨ªas encontrar hasta en la secci¨®n de deportes. Se echaba en falta alguna representaci¨®n del Ayuntamiento, que quiz¨¢ no muestra el inter¨¦s que se merece el sector. Se?ores: no hay nada m¨¢s ecol¨®gico que vender un libro usado. Nada m¨¢s emocionante y misterioso que pensar qu¨¦ manos han tocado antes estas p¨¢ginas que ahora hojeas t¨². ?Qu¨¦ le debi¨® de parecer la novela a su antiguo due?o? ?D¨®nde y en qu¨¦ circunstancias la ley¨®? A veces encontramos libros dedicados, libros que entre sus p¨¢ginas esconden una postal, un billete de tren, una entrada de teatro. Libros con anotaciones, con palabras subrayadas, con dibujos... ?C¨®mo ha ido a parar a un librero este libro de Rodoreda dedicado a tal escritor a¨²n vivo? ?Por qu¨¦ muchas viudas lo primero que hacen es llamar a un librero de viejo para venderse lo que su marido acumul¨® durante toda su vida? El libro de segunda mano, o el de coleccionista, tiene muchas historias detr¨¢s. Quien lo aprecia puede volverse loco ante un ejemplar.
Pero la feria es muy amplia y hay gustos para todo. Me preguntan por libros que hablen del Titanic, de ortograf¨ªa, de elefantes, cromos, toros, yoga, tarot, caza... El libro estrella parece ser Sol solet, de Comediants: todos preguntan el precio, hasta que al final se lo llevan. Una mujer me cont¨® su debilidad por los libros de cocina. Me asegur¨® que ten¨ªa unos 3.000 divididos en dos casas. Le pregunt¨¦ si los pon¨ªa en pr¨¢ctica y me respondi¨® que bueno, s¨ª, a veces cocinaba para su sobrina, pero que no era lo m¨¢s importante. "Esta tarde, en vez de ir al cine me quedar¨¦ a leerlos. ?Lo que voy a disfrutar!". Minutos m¨¢s tarde llegaba otra mujer cargada con cinco o seis bolsas repletas de libros. "Es que no puedo resistir la tentaci¨®n. Es algo compulsivo", dice. "Empec¨¦ con libros de autoayuda y mi marido me anim¨® a refinarme un poco m¨¢s. Ahora tengo la casa llena de novelas que no tengo tiempo de leer. Pero es igual". Su sinceridad me decidi¨® a contarle el caso de la otra mujer. "Deber¨ªamos conocernos", dijo. La se?ora ha vuelto a comprar tres veces m¨¢s.
Y as¨ª, de repente me doy cuenta de que un hombre hojea un libro que ten¨ªa en mi biblioteca. Y cuando lo abre descubre un billete de tren del a?o 1978. Me lo comenta y le confieso que es m¨ªo. Se queda un poco aturdido y me devuelve el libro, como si no tuviera derecho a qued¨¢rselo. Cuando se va, miro la dedicatoria y en un ataque de nostalgia lo meto en el bolso. Luego, m¨¢s relajada, cojo una de las perlas del aparador: Dietario po¨¦tico a Ava Gardner, el libro que Mario Cabr¨¦ escribi¨®, noche a noche, totalmente hechizado por la actriz. "?Que hondo escalofr¨ªo de ra¨ªces/ al verla se ha grabado de improviso!...", empezaba su poema Llegada, escrito la noche del viernes 14 de abril de 1950, en Madrid. Para terminar con Siempre contigo el 25 de mayo, cuando Ava se marcha a Londres: "Los d¨ªas que se aproximan/ no tendr¨¢n ni una distancia./ Ir¨¦ creando el futuro/ sobre las horas pasadas...". Pero me preguntan lo que vale Barcelona blanc i negre, de Xavier Miserachs, otra perla. As¨ª es que aterrizo como puedo y me pongo en el papel de librera, vendedora de emociones. La feria termina el pr¨®ximo domingo.
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