Los que s¨ª quieren ser espa?oles
Centenares de inmigrantes juran diariamente la Constituci¨®n para mejorar su vida
Hola, buenos d¨ªas. Lea, por favor, el juramento en voz alta". Luisa Brito, vestida con pantalones y cazadora vaquera, se inclina sobre el papel que le se?ala el juez y lee la frase escrita en letras grandes. "Prometo fidelidad a Su Majestad el Rey y obediencia a la Constituci¨®n y a las dem¨¢s leyes espa?olas". Luego, estampa su firma. Visto y no visto. Brito, dominicana de 42 a?os, ya es espa?ola, a los 15 a?os de llegar. Mientras firma, ya hay otro inmigrante a su lado esperando turno. La secretaria del juzgado va llam¨¢ndoles con antelaci¨®n para dar agilidad al tr¨¢mite. Juran o prometen uno tras otro, "ligerito", en esta cadena de montaje burocr¨¢tica. La prisa parece la consigna. Esta ma?ana fr¨ªa de principios de oto?o, m¨¢s de un centenar de aspirantes a la nacionalidad espa?ola llenan dos salas del Registro Civil de Madrid. Las dos bastante escuetas de mobiliario. Una hilera de plantas artificiales, filas de asientos fijos que miran a la pared del fondo, presidida por retratos de los Reyes y sendos escudos constitucionales, y la bandera espa?ola.
"Cre¨ª que era m¨¢s dif¨ªcil conseguir la nacionalidad. Pero con paciencia se puede", dice Fabi¨¢n
La prisa parece ser la consigna en una ceremonia fr¨ªa, sin solemnidad, casi sin protocolo
Cien, doscientos inmigrantes al d¨ªa cumplimentan el ¨²ltimo tr¨¢mite (despu¨¦s de dos a?os de papeleo) antes de obtener el DNI y el pasaporte, en los m¨¢s de 400 registros civiles que hay en Espa?a. El de Madrid, con 24.000 nacionalidades gestionadas en 2006, es, probablemente, el m¨¢s activo. Todos los d¨ªas se forman largas colas de aspirantes a un estatus que les allana el camino para encontrar un trabajo mejor, salir y entrar del pa¨ªs y disfrutar de los mismos derechos que sus nuevos compatriotas. Poco cuentan aqu¨ª los sentimientos, la ligaz¨®n real con la nueva patria, y mucho, las razones pr¨¢cticas.
Entre 2001 y 2006, alrededor de 180.000 inmigrantes obtuvieron el pasaporte, m¨¢s de 64.500, s¨®lo el a?o pasado, y las solicitudes se han disparado en 2007. La inmensa mayor¨ªa son latinoamericanos, o de pa¨ªses que, como Portugal, Filipinas, Guinea Ecuatorial y Andorra, se benefician de las mismas ventajas: no tener que renunciar a la nacionalidad de origen y poder acceder a la nuestra con s¨®lo dos a?os de residencia en Espa?a, y no con los 10 a?os preceptivos. Ecuatorianos y colombianos llevan la delantera a los dem¨¢s. "Nos parece discutible que se les exija s¨®lo dos a?os de residencia", se queja Gelu Vlasin, encargado de prensa de la federaci¨®n que agrupa a los rumanos en Espa?a (Fedrom), aunque el pasaporte espa?ol es menos ¨²til para quienes son ya ciudadanos de la UE, y en un plazo breve tendr¨¢n absoluta libertad para moverse en el ¨¢mbito comunitario.
Libertad de circulaci¨®n. Eso es exactamente lo que busca Ana Milena Reto, ecuatoriana, en los 40, que lleg¨® a Espa?a en 1999 y ahora jura tambi¨¦n la Constituci¨®n. "Como espa?ola tendr¨¦ m¨¢s cobertura, m¨¢s facilidad en los viajes". Javier Guerrero, de 34 a?os, ecuatoriano de Guayaquil, se ha puesto traje y corbata para la ocasi¨®n. Nacionalizarse es importante para ¨¦l, que lleva siete a?os viviendo aqu¨ª, con su mujer y sus dos hijos, y trabaja de camarero. A Guerrero le ha sorprendido la sencillez del acto. ?l esperaba algo m¨¢s serio, m¨¢s emocionante. "Es dif¨ªcil que el acto sea solemne porque est¨¢ muy masificado", explica el juez, ?ngel L. Ramos, que viste, al menos, su toga negra. A la secretaria del juzgado le parece bien as¨ª. "La solemnidad est¨¢ desfasada".
La mayor¨ªa est¨¢ con ella, a tenor de los atuendos que se ven. La corbata de Guerrero es una isla de formalidad en la sala. Una prenda incluso m¨¢s ex¨®tica que el traje de Hilda Iza, ecuatoriana, de 38 a?os, india otavala, que viste falda de pa?o negra, ce?ida con cintur¨®n multicolor, blusa blanca con bordados y puntillas, y lleva el pelo negr¨ªsimo recogido en una coleta. Hilda jura fidelidad a Espa?a con voz casi inaudible. Luego lo har¨¢n su marido, Fabi¨¢n, y Diego, el hijo mayor de la pareja, de 19 a?os. Fabi¨¢n, que se instal¨® en Espa?a hace siete a?os, est¨¢ feliz. "Al principio pens¨¦ que era m¨¢s dif¨ªcil conseguir la nacionalidad espa?ola, pero veo que si pones de tu parte, lo logras. Hay que tener fe y paciencia". ?l, por si acaso, contrat¨® a una abogada para que le ayudara con los tr¨¢mites. Ahora se siente casi otro hombre. "Es una novedad muy grande. Empiezo una nueva vida".
No todos comparten este entusiasmo. Mercedes Factos, ecuatoriana, de 49 a?os, que recibi¨® su pasaporte en mayo pasado, se siente m¨¢s c¨®moda, pero no menos ecuatoriana. "Si hasta me sent¨ª mal al jurar la Constituci¨®n, como si traicionara a mi patria". ?Por qu¨¦ se nacionaliz¨®, entonces? "Porque ya estaba harta de las colas para renovar el permiso de residencia anual. Era un v¨ªa crucis".
En el Registro Civil de Madrid, la ceremonia ha concluido. Algunos nuevos espa?oles se hacen fotos, risue?os, con la bandera al fondo. Ahora tambi¨¦n es la suya.
Simplificaci¨®n contra la avalancha de solicitudes
LA LISTA DE PAPELES que se exigen al aspirante a obtener la nacionalidad espa?ola puede parecer abrumadora, pero la avalancha de peticiones ha obligado a la Administraci¨®n a simplificar al m¨¢ximo. Hoy d¨ªa, con algunos de los registros civiles colapsados, se piden los papeles imprescindibles. La Ley de Datos permite a la Administraci¨®n recavar informaci¨®n de una persona -por ejemplo, los antecedentes penales en Espa?a-, previa autorizaci¨®n de ¨¦sta, en menos tiempo. Hay que acreditar, adem¨¢s de la propia identidad y estado civil, un trabajo fijo, un domicilio, carencia de antecedentes penales aqu¨ª y en su pa¨ªs de origen, conocimiento de la lengua (cualquiera de los idiomas espa?oles) y buena inserci¨®n en el pa¨ªs. Cuesti¨®n esta ¨²ltima no f¨¢cil de evaluar. "Yo tuve dos entrevistas. Entregu¨¦ todos los papeles que me ped¨ªan, y, la verdad, me fue todo f¨¢cil. Depende mucho del funcionario que te toque", dice la ecuatoriana Mercedes Factos. Ella lleg¨® en 2000, con su hijo de 13 a?os, y se coloc¨® enseguida cuidando ancianos. "Hice trabajo solidario tambi¨¦n, y eso me ha ayudado". A nadie se le pide que conozca la Constituci¨®n o la historia del pa¨ªs.
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