El hiperactivismo de Zapatero
Por lo que se ve, al Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero no le falta energ¨ªa ni ¨ªmpetu en el final de la legislatura. Pero lo que no parece tener claro es el rumbo. Se le ve hiperactivo, lleno de ideas, pero sin un proyecto coherente que identifique prioridades y marque la trayectoria a seguir m¨¢s all¨¢ del d¨ªa a d¨ªa.
A falta de proyecto, tiene chequera. El buen funcionamiento de la econom¨ªa todos estos a?os ha creado un super¨¢vit de las cuentas p¨²blicas que ahora se puede utilizar para ganar amigos y obtener r¨¦ditos electorales. Ya sea con la chequera de las pol¨ªticas sociales (ayudas por nuevos hijos, a la vivienda y la nueva prestaci¨®n bucodental para la infancia), o con la de la pol¨ªtica territorial (nuevas inversiones del Estado en las comunidades aut¨®nomas).
Al margen de que estas medidas contribuyan a ayudar a colectivos concretos m¨¢s o menos necesitados de ayudas p¨²blicas, el hecho de haber sido adoptadas de forma precipitada y sin debate alguno en el Parlamento ni, por lo que se ve, tampoco dentro del Gobierno (parece que no han pasado por la Comisi¨®n Delegada de Asuntos Econ¨®micos), les da un tufillo electoralista. Y a¨²n m¨¢s, pueden parecer injustas desde la perspectiva de otros grupos sociales con necesidades tambi¨¦n urgentes, y posiblemente m¨¢s prioritarias.
Estas pol¨ªticas no constituyen una pol¨ªtica social articulada, como s¨ª lo fue la ley de dependencia. Son medidas dispersas -orientadas, eso s¨ª, a atender necesidades sociales reales-, que responden m¨¢s al activismo pol¨ªtico y a la proximidad de las elecciones que a una definici¨®n de prioridades acerca de la utilizaci¨®n que ha de darse al super¨¢vit presupuestario.
Ese activismo ha llevado tambi¨¦n a Zapatero, como en su momento hizo Aznar, a inmiscuirse en la vida empresarial, permitiendo que desde su entorno se haga todo lo posible para crear nuevos medios de comunicaci¨®n que le sean afines.
La situaci¨®n ha comenzado a preocupar a los suyos. El ministro de Econom¨ªa y Hacienda, Pedro Solbes, se muestra inc¨®modo y desasosegado con las medidas sociales que anuncian sus compa?eros de gabinete. Por su parte, el gobernador del Banco de Espa?a, Miguel ?ngel Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, ha hecho un llamamiento a la prudencia en el gasto p¨²blico y a que no se despilfarre el super¨¢vit. Hasta el propio Felipe Gonz¨¢lez hizo uso de su autoridad moral para advertir contra los "da?os colaterales" que puede causar el "fuego amigo" del Gobierno cuando se mete en batallas en apoyo de los intereses de otros.
?A qu¨¦ responde este activismo y precipitaci¨®n de las pol¨ªticas de Rodr¨ªguez Zapatero? Pienso que a la combinaci¨®n de dos factores. Por un lado, al p¨¢nico a perder las pr¨®ximas elecciones. Por otro, y m¨¢s fundamental, a su personalidad y a su forma de resolver los problemas. Vayamos por partes.
El Gobierno no s¨®lo parece tener miedo a perder las elecciones, sino que le ha entrado p¨¢nico. El miedo en s¨ª mismo no es mala cosa; activa el instinto de conservaci¨®n y puede impulsar reacciones adecuadas. Pero el p¨¢nico lleva a reaccionar con precipitaci¨®n y a cometer errores que se vuelven contra uno mismo. Y eso parece que le est¨¢ pasando a Zapatero.
No est¨¢ de m¨¢s, por otro lado, tener en cuenta que a los ciudadanos les gusta recibir ayudas -ya sean subvenciones o rebajas fiscales-, pero no son muy agradecidos a la hora de ir a votar.
Pero el hiperactivismo y la precipitaci¨®n que muestran las medidas de Zapatero no tienen que ver, a mi juicio, tanto con el horizonte electoral como con un rasgo de su personalidad que tiene un fuerte impacto en su estilo de hacer pol¨ªticas.
Al contrario que Aznar, que era moralista y dogm¨¢tico, la personalidad de Rodr¨ªguez Zapatero no es la de un reformista, sino la de un ayudador. Un reformista tiene en su cabeza un proyecto social o econ¨®mico para cambiar la sociedad y no busca que le quieran. El ayudador, por el contrario, pretende resolver problemas concretos de gentes concretas, llegar a todos, ser reconocido y querido.
El pol¨ªtico ayudador considera que su empat¨ªa y capacidad para conectar con la gente y con sus problemas es su mayor capital pol¨ªtico. No necesita un proyecto articulado de pol¨ªtica social, basado en una filosof¨ªa pol¨ªtica acerca de c¨®mo ha de organizarse la solidaridad dentro de la sociedad, sino que se vale de medidas sociales concretas y espec¨ªficas para cada grupo social o territorio que compone el pa¨ªs.
El l¨ªder ayudador acostumbra a manifestar una gran impaciencia por resolver todos los problemas de la sociedad en la que vive. Est¨¢ animado por lo que Flaubert llam¨® la "rage de vouloir conclure", la rabia o man¨ªa de querer concluir, de resolver todo.
Esa impaciencia genera un estilo de hacer pol¨ªtica en el que la motivaci¨®n para resolver problemas se adelanta a la comprensi¨®n de su compleja naturaleza, y a que se den los requisitos necesarios para afrontar la soluci¨®n con ¨¦xito. El ayudador se ve asimismo como un fermento del cambio, pero dado que no hay un proyecto detr¨¢s que conduzca el proceso, acostumbra despu¨¦s a dejar que las cosas sigan su curso, confiando en la m¨¢xima de que el universo por s¨ª mismo tiende al orden. A eso algunos le llaman optimismo.
Pienso que la conducta de Zapatero en el proceso de elaboraci¨®n y aprobaci¨®n del Estatuto de Catalu?a o en el proceso de negociaci¨®n con ETA responde a este activismo y a ese estilo de resolver problemas, en el que la motivaci¨®n se anticipa a la comprensi¨®n de toda la complejidad de problemas. El resultado ha sido el previsible.
Una consecuencia perversa de este estilo de hacer pol¨ªticas es que presta m¨¢s atenci¨®n a identificar problemas que a buscar apoyos sociales y consensos pol¨ªticos amplios, incluida en algunos casos la propia oposici¨®n, que hagan que las nuevas pol¨ªticas sean estables y duraderas en el tiempo, como ocurri¨® con la ley de dependencia.
Es decir, se trata de evitar que las pol¨ªticas sociales y de otro tipo est¨¦n sometidas al zig-zag del ciclo pol¨ªtico, de tal forma que cada nuevo Gobierno comience por querer cambiar las pol¨ªticas del Gobierno anterior. De ser as¨ª, se reproducir¨ªa la funesta man¨ªa del tr¨¢gala y vuelta a comenzar de cero, que tantas energ¨ªas sociales y pol¨ªticas consume y que tanto da?o hizo a nuestro progreso social y econ¨®mico desde el siglo XIX.
Alguien de su confianza deber¨ªa advertir al presidente de este riesgo.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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