Cebaditas al marrasquino

Ser espectador en la preciosa plaza de Zaragoza es como sentirse dentro de una tarta de crema cuando, como es el caso de ayer, se despliega la casi totalidad del techo para buscar el abrigo del Moncayo. En cuanto al ganado, hubo confiter¨ªa para todos los gustos: el primero era melocot¨®n de pelo, y tambi¨¦n de comportamiento, casi en alm¨ªbar, al que Domingo L¨®pez Chaves sabore¨® s¨®lo a medias por el pit¨®n derecho. Tan s¨®lo ten¨ªa que ponerle la muleta y el toro embest¨ªa almibaradamente. Pero no est¨¢ muy hecho Domingo a la dulzura, y lo dej¨® ir sin saborearlo del todo. El cuarto, sin embargo, era para salir corriendo. Una aut¨¦ntica guindita al marrasquino que miraba sin parar y a lo que el charro no ha hecho ascos en otras ocasiones, bien al contrario, lo que no fue el caso de ayer.

La primera entradita de Valverde tambi¨¦n era golosa, y tampoco est¨¢ hecho al marron glac¨¦, as¨ª que lo aprovech¨® en su estilo, cuando la embestida del toro ped¨ªa m¨¢s finura en el trato. El quinto ya fue de palabras mayores, un melocot¨®n, pero encurtido en vinagre, marca de la casa Cebada. Comenz¨® a col¨¢rsele por ambos pitones, pero avis¨® lo suficiente como para que tomara unas medidas que no adopt¨®. As¨ª le vino un fuerte revolc¨®n que le caus¨® una fuerte conmoci¨®n, tras la que se vino arriba encorajinado para sacarle estimables pases por alto.

Serranito, en su tierra, no tuvo que apretar mucho el acelerador para llevarse una generosa oreja en su primero: bastaron unos vibrantes pases cambiados y alg¨²n que otro meritorio por ambos pitones. En el ¨²ltimo, un toro cuya estampa hubiera pintado con gusto Goya, se gan¨® el jornal; afortunadamente, el cebadita le ensart¨® tan s¨®lo por la pala del pit¨®n a la hora de matar y vive para contarlo.