En las afueras de las grandes alamedas de Chile
La imagen de las "grandes alamedas" por donde deb¨ªa pasar el hombre libre "m¨¢s temprano que tarde" ha resultado ser la met¨¢fora m¨¢s bella y popular del ¨²ltimo discurso que pronunci¨® Salvador Allende, a los chilenos y al mundo, poco antes de quitarse la vida, cercado en La Moneda.
Santiago es una ciudad recoleta y descubrible, repleta de apariencias. Posee la plaza Internacional de la Libertad de Prensa en el hermoso barrio de Concha y Toro, y al mismo tiempo sufre la peor prensa del Cono Sur. Posee una alameda ancha y linda de bellos ¨¢rboles contaminados hasta los nervios que viven, florecen y dan sombra como fruto de verano. Posee septiembres suaves con fechas duras. En su d¨ªa 11, la Asamblea de Derechos Humanos convoca, a?o tras a?o, la marcha que asciende de La Moneda al Cementerio General para recordar muertos, desaparecidos, torturados..., un recorrido tradicional que lleva la pol¨ªtica al lugar de entierro. En 2005, distintos grupos complementaron la romer¨ªa tradicional con una marcha en sentido inverso, es decir, prolongaba la anterior en un trayecto que transcurr¨ªa del cementerio a La Moneda, de la muerte a la pol¨ªtica, porque, seg¨²n argumentaron los convocantes, en el d¨ªa 11 no se trataba de enaltecer la dignidad de una derrota, ni de llorar un sufrimiento tan s¨®lo, sino de otorgar un futuro al pasado. Lo llamaron Marcha Rearme y sus animadores reprodujeron una gigantograf¨ªa del Memorial al Detenido Desaparecido, la fragmentaron en 64 piezas y repartieron las porciones entre quienes quisieron llevar los paneles hacia la ciudad. En aquel septiembre de 2005 un bosque de nombres muertos y fechas tristes fue alzado en el Cementerio General de Santiago. Cruz¨® la salida del recinto y descendi¨® a la ciudad con direcci¨®n a La Moneda como si se tratara del bosque de Birnam enarbolado por los hombres de Siward, avanzando hacia el castillo de Macbeth. Quiz¨¢ el lector recuerde que fue entonces cuando el monarca de Escocia pronunci¨®, aterrado, la frase que resume los miedos del poder: "Todos a las armas". La fuerza p¨²blica irrumpi¨® y desbarat¨®, lanz¨® agua para lavar la calle de recuerdos, nombres y fechas, golpe¨® y detuvo.
Chile posee una pol¨ªtica de reparaci¨®n y memoria iniciada durante el primer Gobierno de concertaci¨®n
En septiembre, los d¨ªas 11 y sus alrededores son cada vez m¨¢s duros y sombr¨ªos en Santiago. En este a?o el dictador no estaba. Tan s¨®lo lo que de ¨¦l queda, sus restos y su legado, lo justo y suficiente para que resonara de nuevo la invocaci¨®n a las armas. La plaza de la Constituci¨®n, frente al Palacio de la Moneda, fue cerrada por la autoridad impidiendo que las entidades convocadas siguieran la ruta de siempre hacia el cementerio, con sus banderas, retratos y paneles. Intentaron entrar. Comenz¨® una carga sin l¨ªmite. Im¨¢genes de agua, de humo y de fuego, de agentes escudados como guerreros medievales, de calles agotadas por la fuerza p¨²blica y vac¨ªas de autoridad pol¨ªtica, avenidas del Cementerio General vulneradas por autos blindados y gente abatida frente a la tumba de V¨ªctor Jara. Todo eso sucedi¨® el 9, el 10, el 11 de septiembre en el d¨ªa y en la noche, dejando m¨¢s de 180 detenidos y varias denuncias por abusos sexuales de la polic¨ªa en las comisar¨ªas. El Gobierno se hallaba depositando flores. Las dej¨® en la emblem¨¢tica entrada de Morand¨¦ 80 -un s¨ªmbolo de la Rep¨²blica - y en el estrecho rellano del piso segundo de La Moneda.
Santiago y su pa¨ªs est¨¢n repletos de apariencias. Posee una pol¨ªtica p¨²blica de reparaci¨®n y memoria instruida por el primer Gobierno de concertaci¨®n, que tom¨® el reclamo iniciado ya bajo la dictadura en las afueras de las grandes alamedas. Comenz¨® Patricio Aylwn en 1990 y encomend¨® a Ra¨²l Rettig coordinar la comisi¨®n que dio la primera noticia oficial del terror ejecutado por el Estado. A la vista del terrible relato de la comisi¨®n, un Aylwin sollozante, arrepentido por su pl¨¢cet a la acci¨®n militar y elegantemente horrorizado por lo que hab¨ªa contribuido a desatar, pidi¨® un perd¨®n simb¨®lico e in¨²til a la naci¨®n. Pero actu¨®. Se abrieron fosas -en Pisagua, en el Patio 29, en Paine...-, comenzaron juicios y se promulgaron las primeras leyes de reparaci¨®n social. Al mismo tiempo desaparec¨ªa el rastro emp¨ªrico de los hechos, los centros de detenci¨®n y tortura eran derribados o transformados, lugares emblem¨¢ticos de Unidad Popular ignorados y el patrimonio democr¨¢tico del pa¨ªs comenzaba a ser borrado. Asumi¨® la presidencia Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ?Qu¨¦ decir de su reinado? ?Qu¨¦ decir de nadie? A Frei le amargaron el final de la presidencia con la detenci¨®n del dictador en el Reino Unido.
Lagos comenz¨® con el nuevo siglo, y entrado su tercer a?o pronunci¨® un discurso memorable: No hay ma?ana sin ayer. Un programa que no cumpli¨®. Pero constituy¨® la comisi¨®n presidida por monse?or Sergio Walech. Tras su informe se hizo el silencio en la acci¨®n administrativa, como si el buen trabajo de la comisi¨®n fuese una treta para establecer un "punto final" moral. Es cierto que el acuerdo firmado entre el Ministerio del Interior y numerosas agrupaciones de familiares para levantar memoriales, esculturas y s¨ªmbolos contribuy¨® a dignificar el duelo, pero cre¨® una memoria de piedra, una memoria intransitiva al fin y al cabo. Por supuesto, el patrimonio sigui¨® desapareciendo, derribado o camuflado.
Con Michelle Bachelet el ¨¢nimo resurgi¨®, por sus palabras y sus gestos. Ha ordenado la creaci¨®n del Museo de la Memoria, frente al maravilloso parque de Quinta Normal, un lugar emergente de la ciudad. Al tiempo que eso acontece, el antiguo centro de detenci¨®n conocido como Londres 38, vindicado por el colectivo del mismo nombre y autor de un excelente proyecto de recuperaci¨®n y uso urbano de aquel lugar de memoria que puede quebrar la memoria intransitiva de la monumentalizaci¨®n memorial chilena, del encierro permanente en el mundo estricto de los afectados, ha sido destinado recientemente a sede administrativa del futuro Instituto de Derechos Humanos (IDH), provocando un llamamiento internacional para evitar el memoricidio.
Mientras eso sucede, un jurado resuelve sobre el proyecto arquitect¨®nico del Museo de la Memoria, los sujetos del futuro museo son allanados por una fuerza p¨²blica que parece disponer de impunidad, el Ej¨¦rcito recuerda a puerta cerrada sus h¨¦roes de hace 34 a?os y todo parece indicar que las vindicaciones memoriales regresan a las afueras de las grandes alamedas.
Ricard Vinyes es historiador.
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