Marion, a la hoguera
Del ¨¦xito al fracaso se pasa en un instante en esta vida. M¨¢s dif¨ªcil es lo contrario. Cuanto mayor sea el triunfo m¨¢s sonada ser¨¢ la derrota. El ser humano es implacable con aquel que ensalz¨®, aplaudi¨® y del que hasta se enamor¨® si recibe de ¨¦l una gran decepci¨®n. Descubrir el enga?o pone en marcha respuestas crueles, quiz¨¢s justificables, pero a fin de cuentas sangrantes para quien hace s¨®lo un minuto era todo admiraci¨®n f¨ªsica e intelectualmente.
Marion Jones, la atleta negra estadounidense ya retirada, embeles¨® por sus ¨¦xitos como deportista y su atractiva imagen de chica sencilla. Los hombres envidiaban a esa especie de armario humano que hac¨ªa funciones de preparador y de novio. Se abrazaba a ¨¦l y lloraba sin rubor delante de ¨¦l cada vez que sus formidables piernas le llevaban a la victoria. Luego vimos que el gigant¨®n le asesor¨® p¨¦simamente y le adentro por el mal camino del dopaje, el mismo que ¨¦l hab¨ªa recorrido.
En los Juegos Ol¨ªmpicos de Sidney, hace ahora m¨¢s de siete a?os, se convirti¨® en la reina del atletismo. Gan¨® cinco medallas: tres de oro en 100 metros, 200 metros y relevos de 4x400 y dos de bronce, en salto de longitud y relevos de 4x100. Ahora, Marion ha confesado que su triunfo no fue limpio. Abusaba desde un a?o antes de esteroides. El Comit¨¦ Ol¨ªmpico de Estados Unidos ha sido rotundo y le ha exigido que devuelva r¨¢pidamente todas esas preseas y los 100.000 d¨®lares que percibi¨® por el triunfo. "Ha enga?ado a su deporte, a sus compa?eros, a sus rivales, a su pa¨ªs y a ella misma", ha sentenciado su presidente, Peter Ueberroth. El mundo no tiene piedad para quienes se sinceran y reconocen que han mentido. No hay excepciones, ni siquiera si es el caso de una chica maja como Marion Jones.
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