Emoci¨®n nacional
Los nacionalistas radicales acostumbran a llamar espa?ol a todo lo que odian, incluyendo aquellos de sus vecinos que no comparten su ideolog¨ªa; ese comportamiento est¨¢ siendo imitado por quienes se tienen por sus mayores enemigos: los que consideran antiespa?ol a todo aquello que rechazan, con independencia de cu¨¢l sea el motivo de su rechazo. A este grupo pertenece la minor¨ªa que ha tomado por costumbre aprovechar el desfile de la Fiesta Nacional para abuchear al presidente del Gobierno y gritar "Zapatero dimisi¨®n" a la vez que vitorean al Rey que preside, junto al Gobierno y otras autoridades, el desfile tradicional del 12 de octubre.
Sin embargo, pocas veces ha estado tan acertado Zapatero como estos d¨ªas al lamentar que haya quienes intentan discutir (a gritos) incluso sobre aquello en lo que est¨¢n de acuerdo. Rajoy se desmarc¨® ayer de esos gritos y silbidos, pero lo hizo tras varias semanas de acusar al Gobierno de Zapatero de inhibirse a la hora de defender al Rey de los que le atacan y ofenden. Y lo mismo respecto a otros s¨ªmbolos compartidos, culpando a la pol¨ªtica territorial del Gobierno de hechos como el incumplimiento de la ley de banderas. Tiene raz¨®n el presidente al decir que sobre la bandera, la Monarqu¨ªa (y tambi¨¦n la defensa de la Constituci¨®n respecto a consultas soberanistas y otras pretensiones nacionalistas) no hay pleito posible entre el Gobierno y su alternativa: sobre esos temas, socialistas y populares est¨¢n m¨¢s de acuerdo entre s¨ª que cualquiera de ellos con no importa qu¨¦ otro partido del arco parlamentario.
El debate es en este sentido artificioso, por m¨¢s que cada a?o la fiesta nacional ponga de relieve (por ausencias y presencias, y por las razones con que se las justifica) la desproporci¨®n entre el torrente de emociones auton¨®micas y localistas de distinto signo y lo que Ortega y Gasset consideraba falta de emoci¨®n compartida "por la que comuniquen los bandos enemigos". Emoci¨®n que en todos los pa¨ªses, incluyendo especialmente a algunos de los de m¨¢s larga tradici¨®n democr¨¢tica, suele exteriorizarse en torno a los s¨ªmbolos de la naci¨®n. M¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s de la desaparici¨®n de Franco, resulta rid¨ªculo este af¨¢n banderizo por patrimonializar los sentimientos nacionales, por una parte, y la patente de dem¨®crata, por otra. De forma que el mensaje dominante en periodo electoral es que si ganan los otros se perder¨¢ Espa?a o se perder¨¢ la democracia. Una dial¨¦ctica pueril y perversa.
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