Dos bolas para llenar el cucurucho
Les uni¨® el destino? O la pereza. Ben y Jerry, dos compa?eros de instituto que siempre se quedaban a la zaga en clase de gimnasia. Hasta que tuvieron una idea para invertir su suerte: hacer helados con un nombre sencillo. ?Lo adivinan? Jerry, inyectado en felicidad, nos lo cont¨® a su paso por Espa?a.
?A qu¨¦ sabe la felicidad? En los d¨ªas pares puede tener sabor a chocolate, y en los impares, convertirse en un cono de vainilla con virutas de cacao, nubes, tropezones de brownie, nueces, un pl¨¢tano troceado y cerezas? El amor por la vida puede manifestarse en un helado. En una combinaci¨®n de sabrosos ingredientes. Eso, al menos, aparece escrito en la sonrisa Jerry Greenfield, cofundador, junto a Ben Cohen, de la m¨ªtica multinacional de helader¨ªas Ben & Jerry's.
En su primera reuni¨®n de 'accionistas' decidieron invertir 2,5 d¨®lares en un curso por correspondencia. Objetivo: aprender a fabricar helados
Y es que este empresario estadounidense de 56 a?os lo ten¨ªa claro desde los tiempos del instituto, en Long Island. "S¨®lo quer¨ªa divertirme, por eso empec¨¦ a preparar helados", admite sentado junto a sus herramientas de trabajo favoritas: una trituradora, una gran cuchara y unos recipientes que rebosan glucosa en estado puro. "Adem¨¢s, en el instituto conoc¨ª a Ben", recuerda con un atisbo de nostalgia. Con su casi inseparable compa?ero, al que el pasado septiembre abandon¨® durante unos d¨ªas para viajar a Europa, Jerry comenz¨® a so?ar. Ellos eran los ¨²nicos alumnos de la clase de gimnasia que no lograban recorrer un kil¨®metro y medio en menos de siete minutos. Se lo tomaban con tranquilidad y as¨ª, entre un retraso y otro, se hicieron amigos.
"Nos gustaba la comida, y un d¨ªa decidimos probar a hacer helado. Porque nos encantaba comerlo", explica Jerry, que despu¨¦s del bachillerato no consigui¨® matricularse en la carrera de Medicina. "Ben quer¨ªa estudiar y lo intent¨® algunas veces, pero no consigui¨® nada serio". Tanto fue as¨ª que los dos decidieron convertir su amistad en una sociedad. ?Las conclusiones de la primera junta de accionistas? Invertir dos d¨®lares y 50 c¨¦ntimos en un curso por correspondencia ofrecido por la Penn State University. Objetivo: aprender de una vez a fabricar helados.
A?os m¨¢s tarde lleg¨® su oportunidad: una gasolinera abandonada en Vermont. "A los 23 me fui a Carolina del Norte a vivir con mi futura mujer. All¨ª comenc¨¦ a pensar que pod¨ªamos montar un negocio". As¨ª, a principios de mayo de 1978, el sue?o acariciado durante esas aburridas clases de gimnasia se hizo realidad. Y entonces, esa destartalada estaci¨®n de servicio con goteras se convirti¨® en la primera tienda de helader¨ªas Ben & Jerry's. Ben decidi¨® encargarse tambi¨¦n de la distribuci¨®n del producto, y en unos meses decenas de restaurantes de Vermont empezaron a vender esas bolitas de colores hechas con leche fresca procedente de peque?as granjas familiares y repartidas en un Volkswagen Squareback.
"El negocio parec¨ªa funcionar y as¨ª pensamos que podr¨ªamos expandirnos. Empezamos a buscar nuevas estrategias comerciales", recuerda Jerry. De ah¨ª, y hasta la conquista de los mercados estadounidenses y europeos (en 2001, la compa?¨ªa aterriz¨® en Espa?a), faltaba otra sencilla ocurrencia: envasar los helados.
Despu¨¦s s¨®lo hubo que dar rienda suelta a la fantas¨ªa para elegir algunos nombres. Peace of Cake, para una tarta de queso con remolinos de cookies. O Cherry Garc¨ªa, para un helado de cerezas cubierto de trozos de chocolate lanzado en 1987. Un dulce homenaje a Jerry Garc¨ªa, el m¨ªtico guitarrista y cantante de la banda de rock psicod¨¦lico de los setenta Grateful Dead, que dio pie a un malentendido. Muchos clientes de Ben & Jerry's, de hecho, estaban convencidos de que el m¨²sico, fallecido en 1995, era el verdadero fundador de la compa?¨ªa de helados.
"Esto, por supuesto, no es cierto", sonr¨ªe Greenfield. "Aunque la equivocaci¨®n es muy curiosa", reconoce. Desde luego, no le ayud¨® mucho a aclarar ese rumor la divertida pinta post hippie que sigue exhibiendo con orgullo. Atuendo informal, camisa ancha y rostro irremediablemente sereno. Desde los setenta, s¨®lo un rasgo ha cambiado en la imagen de la pareja de socios. "Cuando ¨¦ramos j¨®venes, Ben llevaba barba, mientras que yo me afeitaba todos los d¨ªas. Ahora ocurre al rev¨¦s, y el que lleva barba soy yo", apunta se?alando una foto en blanco y negro.
Cuando empezaron a vender helados, Jerry tampoco hab¨ªa o¨ªdo nunca hablar de cambio clim¨¢tico. Sin embargo, en los ¨²ltimos a?os el compromiso con el medio ambiente se ha convertido en una de las banderas de la compa?¨ªa: "Sabemos que la industria heladera puede llegar a gastar mucha energ¨ªa. Pero creemos que un uso m¨¢s racional de esa energ¨ªa es posible", apunta Greenfield, esta vez sin el m¨ªnimo asomo de iron¨ªa.
Por eso la planta de producci¨®n holandesa de Ben & Jerry's utiliza energ¨ªa renovable, y en Estados Unidos intenta contrarrestar las emisiones mediante la inversi¨®n constante en energ¨ªa e¨®lica. La compa?¨ªa ha lanzado tambi¨¦n el Climate Change College (Facultad del Cambio Clim¨¢tico), una escuela que pretende ayudar a combatir los efectos del cambio clim¨¢tico y en la que los j¨®venes pueden presentar un proyecto para resolver problemas ambientales.
?ste es el primer a?o que Jerry viaja a Espa?a para lanzar esta campa?a. "Porque nuestra filosof¨ªa intenta devolver a la sociedad parte de lo que ella nos ofrece", explica, minutos antes de volver a desenfundar su faceta m¨¢s l¨²dica e ilustrar, cuchara en mano, la clave del ¨¦xito de este negocio. "Si le apetece una combinaci¨®n de sabores, pru¨¦bela. H¨¢galo sin miedo ni tab¨²es. Y siempre con ganas de pasarlo bien. Si no, significa que no merece la pena. Ahora le toca. Elija usted?", anima Jerry. Sabor a chocolate, trozos de tableta? Una eclosi¨®n de calor¨ªas. "No es nada grave. Escoja con total libertad". Con un solo objetivo: preparar un helado que tenga la forma de la felicidad.
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