C¨®mo ser infeliz siempre: tener expectativas demasiado altas
La felicidad es la distancia que hay entre la realidad de la vida y nuestras aspiraciones. Esperar demasiado puede ser la receta perfecta para el desencanto
![Expectativas y felicidad](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Q5A4MLEKHFE7FEYKKEEF4B677E.jpg?auth=4d161c42980e4df1c92c976dd57537f5a63e30eb4793e4908086d0c16e4b7594&width=414)
Hace unos a?os conoc¨ª al coach uruguayo Mario Reyes, un hombre afable con una vida llena de aventuras rocambolescas. Me llam¨® la atenci¨®n que, cuando ten¨ªa 54 a?os, participara en la primera edici¨®n del concurso televisivo Pek¨ªn Express junto con un amigo de edad parecida. El reto consist¨ªa en recorrer la distancia entre Pskov, una ciudad rusa cercana a Estonia, y la capital china con un euro por persona y d¨ªa para comida. El transporte y alojamiento tendr¨ªan que conseguirlo de forma gratuita.
Aunque no ganaron la prueba, llegaron muy lejos, as¨ª que le pregunt¨¦ c¨®mo hab¨ªan logrado subsistir tantos miles de kil¨®metros, sin saber ruso ni tampoco chino. La respuesta de Mario Reyes fue algo as¨ª:
¡ªManteniendo las expectativas cercanas a cero. Si llam¨¢bamos a la puerta de una casa para pedir cobijo, no esper¨¢bamos recibir ninguna ayuda. Por eso, si nos dejaban dormir en el porche, era ya una gran noticia. Si nos abr¨ªan el garaje o el granero y pod¨ªamos descansar bajo techo, nos sent¨ªamos m¨¢s que felices. Y si nos hac¨ªan pasar al interior de la casa y nos ofrec¨ªan un sof¨¢ o una cama, entonces era una fiesta.
Este testimonio entra?able nos sirve para tratar una de las claves del bienestar personal: la felicidad es la distancia que hay entre nuestra vida y nuestras expectativas. Si alguien que empieza a escribir, por ejemplo, se ha puesto como objetivo publicar en una gran editorial o ganar un premio importante, lo m¨¢s probable es que la experiencia acabe siendo un trago amargo. En un plano m¨¢s cotidiano, si esperamos que una pareja o un amigo act¨²e o reaccione de cierto modo, estamos abonando el campo para la decepci¨®n y los reproches. Es entonces cuando, en medio del enfado, se pronuncian frases como: ¡°Yo, en su lugar, habr¨ªa hecho¡¡±. Lo cierto es que nadie est¨¢ en el lugar de nadie, y que las expectativas que ponemos sobre la vida y, muy especialmente, sobre los dem¨¢s son una autopista al conflicto y la infelicidad.
Puedes ofenderte porque tal persona no ha recordado felicitarte para tu cumplea?os, o porque tarda en contestar un wasap, cuando t¨² sueles responder de inmediato. Por absurdo que nos parezca, hay amistades que se han roto por una nimiedad as¨ª. Sobre esto, Norman Vincent Peale, considerado el creador de la teor¨ªa del pensamiento positivo, recomendaba: ¡°No pidas a nadie que sea lo que no es. No pidas o esperes de una persona lo que esta no puede dar¡±. Puesto que todos somos diferentes, lo que a m¨ª me resulta muy f¨¢cil para otra persona puede ser complicado e incluso imposible.
La novelista Jodi Picoult, autora de obras como Peque?as grandes cosas, nos da una f¨®rmula a¨²n m¨¢s clara para el bienestar personal: ¡°Hay dos maneras de ser feliz: o mejoras tu realidad o rebajas tus expectativas¡±. La primera alternativa que nos da la escritora nacida en Long Island hay que pasarla por el filtro del estoicismo, que recomienda poner energ¨ªa solo en lo que depende de uno mismo, sin malgastarla en lo que est¨¢ fuera de nuestro control. A esta ¨²ltima categor¨ªa pertenecen las palabras, decisiones y preferencias de los dem¨¢s, as¨ª como los acontecimientos que no provocamos nosotros. Es nuestra zona de no influencia. Lo que depende de uno mismo es aquello que creamos con nuestro propio esfuerzo y c¨®mo reaccionamos ante lo que est¨¢ fuera de nuestro control. Esa es la ¨²nica parte que podemos mejorar.
La segunda alternativa que propone Jodi Picoult es el tema de este art¨ªculo: rebajar expectativas. Si no espero nada o casi nada del mundo, cualquier cosa positiva que suceda ser¨¢ motivo de fiesta, como para los viajeros en Rusia. De hecho, un signo de madurez es, con el paso de los a?os, necesitar y esperar cada vez menos, lo cual es el verdadero atajo a la paz interior, como bien saben los minimalistas. Se reduce el ruido mental y resulta mucho m¨¢s f¨¢cil entenderse con los dem¨¢s.
Un ejemplo de ese minimalismo fue el de Nikos Kazantzakis, autor de la novela que inspir¨® Zorba el griego, y que en 1956 estuvo a punto de ganar el Nobel de Literatura, pero lo perdi¨® por un solo voto frente a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. Al a?o siguiente morir¨ªa y, debido al esc¨¢ndalo causado por su obra La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo, la Iglesia ortodoxa no permiti¨® que le enterraran en un cementerio. Su sencilla tumba puede visitarse hoy en una colina de Heraklion, Creta, con el epitafio elegido por el propio Kazantzakis: ¡°No espero nada. No temo nada. Soy libre¡±.
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