El mago del bolero sienta c¨¢tedra en Madrid
Armando Manzanero da una clase y act¨²a hoy en la capital
Dicen los sabios que poeta es quien escribe con su vida una obra de arte. Tal parece ser el caso de Armando Manzanero, el m¨¢s universal compositor mexicano de boleros -Esta tarde v¨ª llover, Contigo aprend¨ª, Voy a apagar la luz para pensar en t¨ª...-. El autor e int¨¦rprete ofreci¨® ayer en la Casa de Am¨¦rica un relato biogr¨¢fico con verbo c¨¢lido y pinceladas de un azul tan puro como el de su mar de Yucat¨¢n, donde naci¨® hace 73 a?os. "En M¨¦rida tenemos la luna m¨¢s grande del mundo", dijo con rotunda humildad en esta visita a Madrid, que hoy a las nueve de la noche rubrica con un concierto en el Palacio de Congresos, dentro del festival Vivam¨¦rica.
Terno gris, camisa muy blanca, sonrisa abierta: Manzanero entr¨® al palacio m¨¢s americano de Madrid envuelto en los aplausos y el afecto de un p¨²blico devoto, entregado desde su llegada. Oficiaba de introductor-preguntador el cubano Nat Chediak, promotor del sello Calle 54 con Fernando Trueba, que mostr¨® saber y soltura.
El artista mexicano es autor de 400 canciones, 30 discos grabados y 50 ¨¦xitos mundiales
"Hasta los fantasmas que aqu¨ª habitan [del palacio se dice que en sus s¨®tanos se escuchan pisicofon¨ªas] guardan silencio para escuchar a Armando", dec¨ªa bajito Patricia, colombiana que acudi¨® a la plaza de Cibeles con unci¨®n para o¨ªrle hablar del bolero: "Tiene cuatro cuartos, como las baladas, pero se ocupa m¨¢s del fraseo y de la percusi¨®n", explic¨® el m¨²sico yucateca.
Cont¨® Manzanero: "De ni?o, por vivir en una ciudad distante 1.564 kil¨®metros de la capital federal, nuestros receptores de radio se hallaban mucho m¨¢s cerca del Caribe que de M¨¦xico D. F.". Su sensibilidad musical, manifiesta ya desde los cuatro a?os, se ahorm¨® pues con tan rica mixtura.
Hijo de una bailarina folcl¨®rica y de un m¨²sico de serenatas, cierta bonanza econ¨®mica hizo que M¨¦rida contara con una Escuela de Bellas Artes que vino, felizmente, a ser dirigida por una t¨ªa abuela suya. "Con ocho a?os le dije: 'T¨ªa Julia, quiero ser m¨²sico". Entonces, provisto de un viejo acorde¨®n, comenz¨® a progresar en el teclado hasta conseguir que su padre le regalara un piano. "A?os despu¨¦s, cuando ¨¦l se dio cuenta de que yo iba para m¨²sico -a ¨¦l no le fue bien- me lo vendi¨®".
Pero Armando no se arredr¨®. "Aquella vida de provincias, de levantarse tarde, tomarse una cerveza e ir a la radio; visitar a mi madre; comerme una botana; dormir la siesta y tocar el piano hasta la noche en un bar, para trasnochar luego con serenatas en la calle -'entonces se hac¨ªa m¨²sica bajo la reja de una mujer'- acab¨® un buen d¨ªa y march¨¦ a M¨¦xico", relata. Trabaj¨® en multinacionales discogr¨¢ficas, como CBS, pero ello no le desvi¨® de su propio designio: hacer nacer m¨²sica al comp¨¢s del latido de su coraz¨®n.
Manzanero honra a sus maestros -"Am¨ªlcar Cetina, Marucha L¨®pez..."- y a cuantos m¨²sicos hall¨® en su camino -"Rafael de la Paz, Rub¨¦n Fuentes, Bill Evans"- y resta importancia a sus propias composiciones. En su relato exhibi¨® humor con una pizca pasi¨®n alimenticia, sexo e iron¨ªa, y mostr¨® un modo peculiar¨ªsimo de narrar su vida: envolvi¨® a los asistentes con un manto de complicidad y llaneza.
De sus palabras afloraba, sobre todo, el entusiasmo vivido por componer melod¨ªas que proyecten su lumbre hacia la intimidad de miles de personas, para que, con su calor, cada amor germine. Poco a poco, sus palabras fueron tocando el coraz¨®n de muchos asistentes. Y entonces, una esposa joven, Gabriela, mexicana, pidi¨® a Manzanero una canci¨®n para dedicar a su marido, all¨ª presente, de nombre Armando. Tras recomendarle que le hiciera el regalo "a solas", Manzanero se avino a cantar para ella "contigo aprend¨ª... que yo nac¨ª... el d¨ªa en que te conoc¨ª".
Las l¨¢grimas afluyeron velozmente al rostro de Gabriela. Una cierta congoja, trocada despu¨¦s en gozo, se apoder¨® de muchos de los presentes por el sacud¨®n de sentimientos que la canci¨®n de Armando, dulce y sincera, hab¨ªa desencadenado. "Las l¨¢grimas son las monedas que hemos de pagar por cada alegr¨ªa", confort¨® a Gabriela. Una ovaci¨®n cordial salud¨® su despedida.
Compartir la belleza
"No hay nada m¨¢s hiriente que tener a mano la belleza y no compartirla". Esta frase de Armando Manzanero refleja su actitud art¨ªstica. Su primera canci¨®n la compuso en 1950 y se llama Nunca en el mundo. "Comenzaba en do mayor y terminaba en si bemol", explica el compositor. "Era un error componerla as¨ª, porque las canciones deben terminar con la misma nota con la que comienzan, al igual que hay que acostarse y levantarse con la misma persona al lado", bromea. Su primer ¨¦xito, con Lucho Gatica, fue Voy a apagar la luz para pensar en ti, y luego vino todo un caudaloso fluir de triunfos. Cuatrocientas canciones, 50 ¨¦xitos mundiales, 30 discos grabados, giras... Muchas de sus obras han sido interpretadas por cantantes como Elvis Presley, Frank Sinatra, Perry Como, Dyango, Luis Miguel y otros cientos de artistas que as¨ª le honran.
"Es fant¨¢stico saber que tu m¨²sica gusta a generaciones diferentes", admite con comedimiento Manzanero.
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