Un partido que se parezca a Europa
En la pol¨ªtica pr¨¢ctica nos cuesta a veces comprender lo que ocurre en nuestro pa¨ªs; as¨ª que siempre es arriesgado aproximarse a lo que ocurre en otros.
Si uno lee unos discursos de Veltroni, encuentra afirmaciones con las que podr¨ªa identificarse una amplia mayor¨ªa social de cualquiera de nuestros pa¨ªses.
El proyecto de hacer una Italia "m¨¢s moderna, m¨¢s justa, m¨¢s unida, m¨¢s abierta, m¨¢s eficiente y veloz, m¨¢s atenta a lo que sucede en el mundo, desde el cambio clim¨¢tico hasta la din¨¢mica del comercio internacional", es un discurso que podr¨ªa trasplantarse a Francia, Alemania o Espa?a, y dentro de cada pa¨ªs, probablemente, un discurso que podr¨ªan suscribir l¨ªderes de los m¨¢s diversos signos pol¨ªticos, con las excepciones que todo el mundo conoce, naturalmente.
La idea de un "partido dem¨®crata" es un avance para Italia, pero ser¨ªa un retroceso en Espa?a
La construcci¨®n del partido democr¨¢tico en Italia parece responder m¨¢s a una necesidad que a un hallazgo ideol¨®gico. La raz¨®n m¨¢s importante para la construcci¨®n del partido democr¨¢tico es la dispersi¨®n de la izquierda italiana en una mir¨ªada de peque?as organizaciones que a duras penas se mantienen unidas en la coalici¨®n que sostiene al Gobierno de Prodi. Una unidad precaria de grupos pol¨ªticos que proceden de tradiciones tan distantes como el comunismo y la democracia cristiana.
Es la conciencia de que esa precariedad organizativa de la coalici¨®n milita en contra de sus intereses electorales la que empuja a los progresistas italianos a unirse en un nuevo partido. Y unir a grupos pol¨ªticos con or¨ªgenes ideol¨®gicos tan heterog¨¦neos obliga a buscar un m¨ªnimo com¨²n doctrinal que d¨¦ coherencia al proyecto.
En ese sentido, la idea de un "partido dem¨®crata" es un avance para Italia, un pa¨ªs en el que no hay una s¨®lida tradici¨®n socialdem¨®crata en la izquierda. Pero un partido dem¨®crata en Alemania, Francia, Espa?a o Suecia ser¨ªa m¨¢s bien un retroceso. Es posible que para los dem¨®cratas norteamericanos, un sistema universal de salud p¨²blica sea un objetivo a alcanzar, pero en Europa se trata m¨¢s bien de un logro a defender y mejorar.
Es verdad que la socialdemocracia europea tiene problemas, los ha tenido siempre. Hace m¨¢s de tres d¨¦cadas, el soci¨®logo germano-brit¨¢nico Ralph Darendorff anunci¨® nada m¨¢s y nada menos que "el final del siglo de la socialdemocracia". Pero la respuesta a los problemas de los socialistas o los socialdem¨®cratas no puede ser su asimilaci¨®n a otras corrientes pol¨ªticas con todav¨ªa m¨¢s problemas. A los liberales, la socialdemocracia les parece algo anticuado, pero lo cierto es que sus ideas liberales son todav¨ªa m¨¢s antiguas y que el socialismo es, precisamente, el intento de dar soluci¨®n a muchos de los problemas que el liberalismo gener¨® y sigue generando. Por no hablar de los problemas que han generado y siguen generando otras corrientes ideol¨®gicas de car¨¢cter conservador o nacionalista.
Lo que tradicionalmente ha distinguido a los socialistas de los democristianos, conservadores y liberales fue la idea de que, a trav¨¦s de la acci¨®n pol¨ªtica, es posible hacer una sociedad m¨¢s justa socialmente, con m¨¢s igualdad y con m¨¢s democracia. Una sociedad en la que la democracia no debe limitarse a la pol¨ªtica, sino extenderse a la econom¨ªa y a la vida social en general.
La tradici¨®n socialdem¨®crata europea comparte estos principios, y las diferencias que observamos entre unos pa¨ªses y otros son generalmente el fruto de las distintas maneras de aplicar estos mismos principios en los diferentes pa¨ªses, en funci¨®n de sus estructuras y tradiciones pol¨ªticas y sociales.
As¨ª, en el Reino Unido de Blair y Brown observamos una nueva socialdemocracia neoliberal; en la Alemania de Schr?der vimos una socialdemocracia reformista neocorporatista que pretendi¨® aplicar reformas similares a las que exitosamente llev¨® a cabo la socialdemocracia n¨®rdica; mientras que en Francia, Jospin sigui¨® fiel a la socialdemocracia estatalista; y, finalmente, Prodi no se atreve con el liberalismo ingl¨¦s y duda hoy si mantenerse en la l¨ªnea estatalista francesa o girar hacia el comunitarismo que propugna Veltroni.
En todos los casos, la redefinici¨®n de la idea de igualdad como inclusi¨®n y la modernizaci¨®n de las pol¨ªticas de bienestar son un elemento compartido.
En este panorama, el proyecto de Zapatero resulta singular. Por un lado, comparte las visiones m¨¢s modernas de la socialdemocracia, pero las dota de una perspectiva propia al a?adir dos elementos fundamentales: en la esfera socioecon¨®mica, defiende la idea de que la eficiencia y la equidad son compatibles, tomando como ejemplo el modelo n¨®rdico; y en la esfera pol¨ªtica, basa su proyecto en la centralidad del ciudadano como sujeto de derechos pol¨ªticos y sociales, y agente fundamental de un nuevo espacio p¨²blico.
En todos los casos, los socialistas han alcanzado sus mayores ¨¦xitos adaptando sus valores a la coyuntura social y econ¨®mica del momento en que les ha tocado gobernar y a las tradiciones pol¨ªticas de sus pa¨ªses. Un proyecto pol¨ªtico no es algo que se pueda injertar en una sociedad desde arriba, sino que nace desde las entra?as mismas de la ciudadan¨ªa, a partir de su experiencia hist¨®rica y de sus valores pol¨ªticos.
Por eso, la idea de los progresistas italianos es buena para su pa¨ªs, pero no tiene sentido como proyecto para Europa. Los partidos deben parecerse a sus sociedades y, parafraseando al presidente Zapatero, es el partido socialista de los europeos el que m¨¢s se parece a Europa.
Jos¨¦ Andr¨¦s Torres Mora es diputado y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.