Los 'halcones' progresistas
Llega el periodo electoral en Estados Unidos, y vuelven los halcones progresistas. Me refiero a los pol¨ªticos y expertos que en 2003 apoyaron a George Bush, los que votaron y apoyaron por escrito la "guerra preventiva", una guerra deliberada para vengar el 11-S, limpiar Irak, sofocar el terrorismo isl¨¢mico, extender la conmoci¨®n, el espanto y la democracia en todo Oriente Pr¨®ximo y restablecer las credenciales de Estados Unidos como potencia intervencionista en el buen sentido. Durante un tiempo, esos progresistas consentidores permanecieron callados, moment¨¢neamente avergonzados por su complicidad en el peor error de pol¨ªtica exterior cometido por EE UU en toda su historia. Pero ahora han vuelto.
Y han vuelto, sin la menor duda, con pretensiones de superioridad moral. Es verdad, reconocen, el presidente ech¨® a perder su (nuestra) guerra. Pero, incluso aunque la guerra fuera un error, fue un error valiente y de buena fe, e hicimos bien en cometerlo, igual que hicimos bien en defender la intervenci¨®n en Bosnia y Kosovo. En otras palabras, tuvimos raz¨®n al equivocarnos, y por eso tienen que escucharnos ahora. Tenemos el valor de llamar al pan, pan, de calificar a los terroristas suicidas musulmanes de "islamo-fascistas" y a los demagogos iran¨ªes de "peque?os Hitlers". Somos los herederos de las luchas antifascistas de hace a?os, y nuestra batalla por la libertad y contra el terrorismo es la causa m¨¢s importante de nuestra ¨¦poca.
En los pr¨®ximos meses oiremos muchas m¨¢s cosas de este tipo. Y con un matiz nuevo. Pese a todos sus defectos, nos recuerdan, la guerra de Irak tuvo unas credenciales morales impecables. La apoyaron -y la siguen apoyando- destacados intelectuales europeos, sobre todo antiguos disidentes como Adam Michnik y V¨¢clav Havel. Ellos saben lo que es el mal y son conscientes de que EE UU debe tomar postura. Como nosotros. Los que nos critican en nuestro pa¨ªs "no se enteran". Son unos apaciguadores y unos derrotistas.
?sta es una versi¨®n de los hechos que resulta atractiva. Sin embargo, antes de que se afiance en el Partido Dem¨®crata -por motivos comprensibles, cuenta con el favor de los c¨ªrculos cercanos a Hillary Clinton-, he aqu¨ª unos cuantos comentarios discrepantes. En primer lugar, no debemos darnos tanta prisa en arroparnos con el manto de los disidentes de Europa del Este que apoyaron la guerra. La valent¨ªa individual de esas personas es indudable. Pero no lo es su criterio pol¨ªtico, formado (como las opiniones del difunto Papa polaco) por la vida bajo el comunismo y la necesidad de escoger entre el acierto y el error, el bien y el mal, una dicotom¨ªa inflexible que despu¨¦s han proyectado (como el presidente Bush) sobre el terreno, m¨¢s complejo, de las relaciones internacionales. V¨¢clav Havel es hoy copresidente del "Comit¨¦ para el peligro inminente", un grupo de presi¨®n formado en Washington por viejos militantes de la guerra fr¨ªa convertidos en animadores de la guerra mundial contra el terror.
La defensa del intervencionismo progresista -"tomar postura"- no tiene nada que ver con la guerra de Irak. Quienes, en su d¨ªa, presionamos para que Estados Unidos interviniera militarmente en Bosnia y Kosovo, lo hicimos: 1. Por la negativa de otros (la UE, la ONU) a emprender acciones; 2. Porque exist¨ªa una amenaza demostrable e inmediata que pon¨ªa en peligro derechos y vidas, y 3. Porque estaba claro que la ¨²nica forma de ser eficaces era ¨¦sa, y ninguna otra. En Irak no se daba ninguna de esas condiciones, y por eso me opuse a la guerra. Pero es verdad que la intervenci¨®n militar de Estados Unidos en casos urgentes ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil de justificar y explicar en el futuro. Ahora bien, eso, por supuesto, es consecuencia del desastre de Irak.
Los halcones progresistas se han apresurado a abalanzarse contra las palomas que critican al Ej¨¦rcito estadounidense -sobre todo, han condenado las cr¨ªticas de MoveOn.org contra el general Petraeus-, y se ha extendido la idea de que los progresistas no deb¨ªan criticar a los militares. Pero ?por qu¨¦ no? Los soldados tienen que respetar a sus generales. Los civiles no tienen por qu¨¦. En una sociedad libre, el hecho de que se critique a los generales por inmiscuirse en asuntos pol¨ªticos es un s¨ªntoma de buena salud c¨ªvica, y no es bueno para la rep¨²blica que todos tengamos que "apoyar a nuestras tropas" incondicionalmente y que los pol¨ªticos se peleen por salir en las fotos en compa?¨ªa de los uniformes. Si los cargos electos se refugian detr¨¢s de guerreros condecorados es que algo no va bien en la rep¨²blica. Los dem¨®cratas deber¨ªan preguntarse si, en medio del culto actual a los "h¨¦roes" militares, un presidente se atrever¨ªa a destituir a Douglas MacArthur por insubordinaci¨®n, como hizo Harry Truman en 1951, y lo que dir¨ªan nuestros halcones progresistas si lo hiciera.
Para terminar: en una democracia, la guerra siempre tiene que ser el ¨²ltimo recurso, por muy digna que sea la causa. "Charlar", como dijo Churchill a Eisenhower, "siempre es mejor que pelear". Por tanto, la pr¨®xima vez que alguien se deshaga en elogios sobre la intervenci¨®n armada en el extranjero, en nombre de ideales progresistas o "luchas decisivas", recuerden lo que dec¨ªa Albert Camus sobre la afici¨®n de sus colegas intelectuales a fomentar la violencia en otros pero mantenerse siempre a distancia, sanos y salvos. "Las ideas equivocadas siempre acaban en un ba?o de sangre", escribi¨®, "pero siempre es la sangre de otro. Por eso algunos de nuestros pensadores creen tener libertad para decir cualquier cosa".
Tony Judt es historiador y director del Remarque Institute de la Universidad de Nueva York. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? Tony Judt, 2007.
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