Retro activo
Los mejores viajes se hacen dentro de los viajes. Mientras nos movemos en tren, en coche o en avi¨®n, durante esos ratos muertos sentados en un asiento o simplemente caminando por rutas conocidas, la mente emprende otros senderos. La mirada perdida a trav¨¦s de una ventanilla o posada en el horizonte de nuestra calle no observa en realidad el paisaje exterior, sino un cosmos privado.
Pocas cosas hay m¨¢s relajantes que abandonarse al trayecto aprendido. Es quiz¨¢ esa laxitud y la propia inercia del desplazamiento lo que empuja a la imaginaci¨®n a huir a paisajes y a tiempos irreales. En cada vag¨®n del metro, especialmente a primera y a ¨²ltima hora del d¨ªa, se agita un pu?ado de cuerpos cuyas enso?aciones han aflorado del subsuelo para volver al recuerdo de un beso, a las palabras de una discusi¨®n, al proyecto de unas vacaciones. El metro es, en realidad, un pasadizo para el inconsciente, es como el t¨²nel secreto excavado por el preso poco a poco, de lunes a viernes, durante toda la vida.
?ltimamente, el subconsciente, aburrido y hu¨¦rfano de est¨ªmulos ante las pantallas mudas de los andenes, la publicidad de ING Direct y "Pr¨®xima estaci¨®n, Alvarado", hab¨ªa podido bajarse en Pista Alegre, Banal, Crucero o Viciado. Paradas de un trazado virtual, de una red fant¨¢stica, de un circuito alternativo para la imaginaci¨®n creado por Trompelemonde. Hace ya m¨¢s de un a?o que este colectivo puso en marcha el proyecto Red Retro, consistente en cambiarle el nombre a m¨¢s de cincuenta estaciones de metro a?adiendo o suprimiendo letras de los carteles con pegatinas de vinilo que imitan perfectamente la tipograf¨ªa y tama?o oficial.
L¨ªos Rosas, Gran D¨ªa o Playa de Pastilla fueron durante unos instantes una estaci¨®n imaginaria (como el and¨¦n 9 y ? de Harry Potter) para los viajeros que leyeron esos r¨®tulos sobre el and¨¦n. "Se trata de crear confusi¨®n de manera muy sutil, de conseguir que el viajero perciba estos gui?os gr¨¢ficos y se divierta un poco y hasta, quiz¨¢s... sue?e", propone el manifiesto de Red Retro (www.redretro.org).
Durante los ¨²ltimos meses, este grupo hab¨ªa permanecido inactivo. Sus integrantes dejaron de convertir Diego de Le¨®n en Ciego de Ne¨®n, Palos de la Frontera en Palos en la Frontera o Cuatro Caminos en Cuatro Cominos. Pero la semana pasada los viajeros de la l¨ªnea 6 se bajaron entre estupefactos, indignados y encantados en Diego de Leo. Nadie est¨¢ seguro de que se trate de una nueva acci¨®n de Trompelemonde, pero, desde luego, lleva su sello.
Los usuarios del metro est¨¢n divididos. Una parte considera un acto vand¨¢lico que La Latina pase a ser La Cantina o Aluche, Peluche, pero muchos otros sintonizan con la propuesta on¨ªrica de Trompelemonde, han disfrutado ape¨¢ndose imaginariamente en Nuevos Misterios o en Cruz del Payo, tomando el ticket invisible que les tiende Red Retro. "No es una actividad destructora, sino creadora", defienden sus art¨ªfices. Los adhesivos que sustituyen o anulan las letras "verdaderas" son f¨¢cilmente despegables, por lo que el da?o que sufre el mobiliario suburbano es relativo y, en cualquier caso, ef¨ªmero.
Las autoridades madrile?as no dejan de inaugurar t¨²neles, pasajes, circunvalaciones, carriles bici. El Ayuntamiento procura licuar el tr¨¢fico, incita al uso del transporte p¨²blico, a la actividad f¨ªsica, al paseo por las flamantes zonas verdes. "Madrid se mueve" aseguran diversos esl¨®ganes. Pero lo que de verdad necesita el madrile?o es botar la imaginaci¨®n, encontrar est¨ªmulos, rutas, balizas que embarquen sus anhelos y sus aspiraciones. Quiz¨¢ ya poca gente conf¨ªe en encarnar otras vidas m¨¢s lujosas o fascinantes, pero nadie renuncia a disfrutar sus sue?os. Metro de Madrid, devolviendo los letreros a su fatigosa verdad, vela por el mejor tr¨¢nsito de nuestros cuerpos, pero obstaculiza el improvisado y s¨²bito atajo de la ilusi¨®n.
Trompelemonde sigue proscrita, entre otras cosas, porque desconcierta a los turistas, que dudan de haber llegado a Goya cuando descienden en Poya o de estar en Rub¨¦n Dar¨ªo cuando leen Reci¨¦n Par¨ªo. Es comprensible su despiste e irritaci¨®n, pero ellos ya viajan excitados por un entorno novedoso y enriquecedor. Un noruego extraviado por Pr¨ªncipe de Verga, Tuerta de Toledo o Alfonso XXL quiz¨¢ sea el precio que deba pagar Madrid para que sus habitantes, por unos instantes, tambi¨¦n se sientan extranjeros de su rutina.
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