El cazatesoros cazado
La Guardia Civil intercepta el 'Odyssey Explorer' a 3,2 millas de Gibraltar
'El mensaje llega a las 10.52 a la radio del Odyssey Explorer en un perfecto ingl¨¦s. -?Odyssey Explorer, Odyssey Explorer! Somos un buque de guerra espa?ol. ?Sabe que est¨¢ usted en aguas espa?olas? -Aqu¨ª el Explorer. No, estamos en aguas internacionales -responde en el puente de mandos el capit¨¢n del buque, Sterling Vorus.
-Son aguas espa?olas. Corrija su posici¨®n, o nos veremos obligados a abordarles -repite la voz.
En medio de la conversaci¨®n, una alarma suena a bordo del barco.
El capit¨¢n Sterling fue arrestado por desobediencia y pasa la noche en el calabozo
El robot del barco estaba desmontado y la documentaci¨®n escondida
Es la alarma de incendios. El capit¨¢n mira a todos lados, pregunta qu¨¦ pasa y obtiene por respuesta las caras contrariadas de su tripulaci¨®n. No hay fuego. Es s¨®lo un c¨¢mara de televisi¨®n que se ha apoyado sin querer sobre el pulsador de la alarma. Porque ayer, a bordo del Odyssey, hab¨ªa periodistas de distintos medios de comunicaci¨®n brit¨¢nicos, alemanes, estadounidenses y franceses, adem¨¢s de EL PA?S. Hab¨ªan sido invitados por Odyssey, la compa?¨ªa estadounidense puntera en la b¨²squeda de pecios submarinos, a lo que iba a ser un abordaje ilegal, seg¨²n la empresa de Florida; el cumplimiento de una orden judicial seg¨²n las autoridades espa?olas.
Para llegar a comprender este en¨¦simo cap¨ªtulo en el conflicto que la empresa cazatesoros mantiene con Espa?a desde hace meses hay que retroceder hasta el 18 de mayo pasado. Odyssey anuncia ese d¨ªa que ha hallado en un lugar indeterminado del Atl¨¢ntico, en aguas internacionales, el mayor tesoro encontrado hasta entonces en el fondo del mar: 500.000 monedas de plata y oro procedentes de un pecio de la ¨¦poca colonial. En los despachos del Ministerio de Cultura la noticia sienta fatal. Meses antes, los jefes de Odyssey les hab¨ªan ofrecido la posibilidad de trabajar juntos en la b¨²squeda de algunos pecios situados en esa misma zona, un ¨¢rea conocida por albergar en sus fondos cientos de barcos hundidos en batallas navales y tempestades a lo largo de la historia. Los funcionarios del ministerio recuerdan la oferta y sospechan que el tesoro podr¨ªa ser espa?ol. A partir de entonces se suceden las declaraciones, las reclamaciones, y el litigio acaba en un juzgado de Florida que custodia las monedas encontradas. En La L¨ªnea, el juzgado n¨²mero 3 toma la iniciativa y manda inspeccionar los buques de Odyssey que permanecen atracados en Gibraltar, esperando encontrar all¨ª alguna prueba que demuestre el expolio.
En julio, la Guardia Civil consigue detener al Ocean Alert, un buque peque?o si se compara con los 76 metros de eslora y 2.220 toneladas del Explorer. No encuentran nada y esperan al premio gordo, el Odyssey Explorer.
El Explorer sale a las 9.38. Su motor principal, un Mirrlees Major KMR, di¨¦sel de cuatro tiempos y seis cilindros, con potencia de 2.782 caballos, hace girar su h¨¦lice hasta separar el barco del muelle y enfilarlo hacia la bocana del puerto de Gibraltar. Todos a bordo, tripulaci¨®n y periodistas, saben que no ir¨¢ muy lejos. Una fragata de la Armada espa?ola y una patrullera de la Guardia Civil escrutan desde la distancia las maniobras y esperan a que el Explorer abandone Gibraltar y se introduzca en aguas espa?olas. Eso se produce a 3,2 millas (una milla n¨¢utica es 1,8 kil¨®metros) al sur de Punta Europa. La distancia es importante porque vuelve sobre la controversia sobre las aguas territoriales de Gibraltar y el conflicto diplom¨¢tico que deriva de ella. Espa?a no considera que la Roca tenga ning¨²n tipo de aguas. El Reino Unido dice que le corresponden tres millas. A partir de esa longitud, Espa?a se reserva el derecho sobre el resto de aguas, pero los brit¨¢nicos aseguran que son internacionales y que cualquier intento de apresamiento debe hacerse despu¨¦s de avisar al pa¨ªs que abandera la nave.
Cuando el Explorer rebasa la l¨ªnea, la fragata espa?ola se coloca delante de ¨¦l y le da el aviso para que pare y sea abordado por los agentes de la Guardia Civil. Pero el mal tiempo los hace balancear demasiado. La Guardia Civil pide a Odyssey que les haga el favor de acompa?arles hasta el puerto de Algeciras. El capit¨¢n, Sterling Vorus, un estadounidense rubio con sus galones de capit¨¢n, no hace caso.
-Contra su voluntad o no, ustedes nos acompa?ar¨¢n hasta Algeciras-, reclama la voz de la fragata en la radio.
Los representantes de la compa?¨ªa y los abogados acuerdan que lo mejor es acceder a la petici¨®n de los militares. La patrullera de la Guardia Civil se hace cargo del tema y lleva al Explorer hasta el dique norte del puerto de Algeciras. All¨ª todo se complica.
La secretaria judicial del juzgado n¨²mero 3 de La L¨ªnea solicita permiso al capit¨¢n para entrar en el buque y cumplir as¨ª las ¨®rdenes judiciales de inspeccionarlo. "No", responde el capit¨¢n varias veces. Los abogados de Odyssey insisten en que para acceder a la solicitud del juez, se debe cumplir la ley. "No pueden entrar aqu¨ª sin permiso del pa¨ªs que abandera el barco, en este caso Bahamas. Es la ley", dice la letrada Mary Rogers.
Pues bien, la Guardia Civil entra horas despu¨¦s. Es ya por la tarde. Los agentes colocan una pasarela sobre el Explorer y acceden al barco sin resistencia. Registran a los periodistas y confiscan grabadoras, tarjetas de memoria y cintas de las c¨¢maras. "?rdenes del juez". Dejan marchar a los informadores y pocas horas despu¨¦s arrestan por desobediencia al capit¨¢n Sterling, que ayer pas¨® la noche en el calabozo. El enfado de los agentes es considerable. Consideran que Odyssey les ha jugado una mala pasada invitando a la prensa a un acto que ya sab¨ªa de antemano c¨®mo iba a terminar. Adem¨¢s, no encuentran nada. Seg¨²n fuentes de la Guardia Civil, el robot con el que Odyssey encuentra los tesoros ha sido desmontado; la documentaci¨®n, escondida. En conclusi¨®n, no hay mucho m¨¢s que rascar all¨ª.
Babelia
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