??tica econ¨®mica europea?
El pasado mes de septiembre los miembros del Foro de Berl¨ªn propusieron un tema provocador para su encuentro anual: ?existe una ¨¦tica econ¨®mica europea? Se podr¨ªa dar por zanjada la cuesti¨®n respondiendo que no hay ni siquiera ¨¦tica econ¨®mica y, por lo tanto, que ni la hay europea ni de ning¨²n otro lugar. Pero, afortunadamente, eso no es cierto. Y no s¨®lo porque ya Arist¨®teles o Adam Smith ligaran econom¨ªa y ¨¦tica, sino porque desde el ¨²ltimo tercio del siglo pasado un potente movimiento de ¨¦tica econ¨®mica y empresarial surge en Estados Unidos, pasa a Europa y se extiende sobre todo por Am¨¦rica Latina, Jap¨®n, China e India. Se crean c¨¢tedras, revistas especializadas, instituciones y fundaciones.
"No se nota en la pr¨¢ctica tanta reflexi¨®n ¨¦tica sobre la econom¨ªa", podr¨¢ decirse desde el sano sentido com¨²n. Y es verdad, pero s¨®lo hasta cierto punto, porque si tal reflexi¨®n no existiera, los Objetivos del Tercer Milenio estar¨ªan todav¨ªa m¨¢s lejos: pobreza y desigualdad ser¨ªan a¨²n mayores. Sigue siendo verdad que no hay mejor pr¨¢ctica que una buena teor¨ªa, siempre que la teor¨ªa no se construya desde los despachos de los "expertos", sino en comercio con la pr¨¢ctica y con los afectados; y siempre que pretenda llevar esa pr¨¢ctica a buen puerto, al empoderamiento de las personas.
En ese movimiento de ¨¦tica de la econom¨ªa y la empresa, que ya es mundial, el hacer de los europeos ha ido dibujando un perfil, cuyos rasgos podr¨ªan considerarse como espec¨ªficos, aunque no exclusivos. Descubrir esos rasgos tiene inter¨¦s, y mucho, porque si Europa quiere convertirse en una referencia en el concierto mundial, diferente de Estados Unidos y a las potencias emergentes, deber¨ªa tener algo espec¨ªfico que ofrecer. Y en ese "algo" el modo de concebir y practicar la econom¨ªa tiene un lugar central.
Ciertamente, si ha habido un modelo espec¨ªfico europeo, ha sido la econom¨ªa social de mercado, que ha alcanzado un nivel de equidad muy superior a cualquier otro. En este sentido hablaba Michel Albert en los ochenta del siglo XX de aquel capitalismo renano, que se enfrentaba al californiano, y Jeremy Rifkin insiste en el siglo XXI en la peculiaridad del "sue?o europeo" frente al norteamericano. Sin duda, la crisis del Estado del bienestar ha puesto en cuesti¨®n elementos clave de la econom¨ªa social, pero no deja de ser sintom¨¢tico que los nuevos modelos de ¨¦tica econ¨®mica que han surgido en Europa desde los ochenta y contin¨²an vigentes sigan apostando por una econom¨ªa social de mercado.
En efecto, mientras que en Estados Unidos fueron los esc¨¢ndalos empresariales los que suscitaron la reflexi¨®n sobre la conducta de las empresas, y por eso all¨ª el desarrollo de la ¨¦tica empresarial fue fulgurante desde el comienzo, los europeos entraron en el tema desde la revisi¨®n de los sistemas econ¨®micos y entendieron que la ¨¦tica econ¨®mica es una parcela de la ¨¦tica social. El declive de las ideolog¨ªas condujo al debate sobre los marcos de la econom¨ªa de mercado, un debate en que la cuesti¨®n no era ya "mercado s¨ª o no" sino "mercado dentro de qu¨¦ reglas de juego y desde qu¨¦ valores ¨¦ticos".
Es cierto que contin¨²an vivas las posiciones que se empe?an en tener a la ¨¦tica por irrelevante para la econom¨ªa, como tambi¨¦n las que aseguran -contra toda evidencia- que "la ciencia econ¨®mica" es neutral en lo que se refiere a los valores. Y, sin embargo, no existe ninguna actividad humana inmune a las valoraciones morales, sino que todas est¨¢n impregnadas de unos u otros valores, impl¨ªcita o expl¨ªcitamente. En el caso de la econom¨ªa, pueden ser valores de eficiencia econ¨®mica, competitividad, crecimiento econ¨®mico y alto nivel de consumo; o pueden orientarse a reducir las desigualdades, satisfacer las necesidades b¨¢sicas, potenciar las capacidades de las personas, reforzar la autoestima y promover la libertad.
El monolitismo del marco ¨²nico neoliberal se rompe con la pluralidad de modelos de ¨¦tica econ¨®mica, y las corrientes m¨¢s prometedoras -por realistas- son las que saben que cualquier sistema econ¨®mico est¨¢ impregnado de valores ¨¦ticos, y que lo que importa es descubrir cu¨¢les son y por cu¨¢les queremos optar. La actividad econ¨®mica es tambi¨¦n producto de la libertad, la mano invisible del mercado descansa en manos muy visibles, como son las decisiones y actuaciones de las empresas, de los pol¨ªticos y tambi¨¦n de los ciudadanos. Y como dec¨ªa un excelente economista, que ocupa un lugar relevante en la econom¨ªa de nuestro pa¨ªs, los problemas son hoy m¨¢s de voluntad que de medios. Son, pues -a?adir¨ªa yo-, problemas ¨¦tico-pol¨ªticos.
En el contexto europeo, la preocupaci¨®n por el marco social tiene tres ra¨ªces al menos: el indudable vigor de la socialdemocracia, la influencia de la Doctrina Social de la Iglesia, y la fuerza de una tradici¨®n legal como la del derecho civil romano y napole¨®nico, que propicia acuerdos equilibrados, y no una cultura de ganadores y perdedores.
Este perfil de ¨¦tica econ¨®mica europea se recoge en una gran cantidad de nuevos modelos, como es el caso de los que se defienden en la Chaire Hoover d'?thique Economique et Sociale (B¨¦lgica), dirigida por Philippe van Parijs; en la Escuela de M¨²nich (Alemania), creada por Karl Homann; en la Escuela de Saint Gallen (Suiza), que Peter Ulrich puso en marcha; en la de Erlangen (Alemania), encabezada en su vertiente econ¨®mica por Horst Steinmann; en la corriente de Econom¨ªa Civil (Italia), impulsada por Stefano Zamagni; en la asociaci¨®n ?conomie et Humanisme (Francia), fundada por Louis Joseph Lebret; en la Netzwerk Vorsorgendes Wirtschaften (Alemania y Suiza); en las corrientes de ?tica del Desarrollo Humano, tan ligadas a Amartya Sen, o lo que intentamos hacer algunos de nosotros desde Espa?a.
En todos estos casos hay un n¨²cleo com¨²n: la negativa a aceptar el individualismo como n¨²cleo de la vida social y la convicci¨®n de que ese n¨²cleo es la intersubjetividad, la relaci¨®n entre los sujetos. Encarnar esa intersubjetividad en la vida econ¨®mica exige la actuaci¨®n de los ciudadanos que han de consentir con las reglas de los marcos normativos. Exige la actuaci¨®n de ciudadanos econ¨®micos, en un sentido m¨¢s republicano que liberal.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ?tnor.
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