Memoria/Memorias
Mucho desmemoriado anda suelto. Menos mal que tambi¨¦n quedan los memoriosos. No como los Funes, esos enfermos borgianos condenados a la memoria; sino los l¨²cidos, esos seres humanos que defienden su memoria como si estuvieran defendiendo el ¨²ltimo cerro de la Rep¨²blica o la cueva de su princesa. L¨²cidos memoriosos de nuestra historia como Emilio Lled¨® o como su amigo Caballero Bonald coincidieron en Jerez, el pueblo del poeta. Un jerezano que no va de se?orito ni corre a cuatro patas. Un jerezano con memoria.
Bonald, el memorioso, congreg¨® a escritores, pensadores y periodistas durante unos d¨ªas para hablar de literatura y periodismo. Tambi¨¦n para beber alg¨²n jerez, ya pocos. Caballero tiene memoria de otros momentos de mayores humedades en sus d¨ªas y sus noches. Nos record¨® una ma?ana en alg¨²n hotel de la periferia espa?ola -"Espa?a nunca ha sido foco, sino periferia", como dec¨ªa Baroja- despu¨¦s de haber estado de bolo po¨¦tico en compa?¨ªa de Claudio Rodr¨ªguez, y al pagar la cuenta del hotel, ante la pregunta por el uso del minibar, Claudio, con la memoria y sus dones, respondi¨® muy seriamente: "Todo, ?hasta las gaseosas!".
Eran otros tiempos, otras noches, otras poes¨ªas y otros poetas. Ahora los poetas hacen gimnasia, beben agua, dirigen alg¨²n centro cultural en el extrarradio o en los exteriores cervantinos. Beber debe de ser una posdata. Y siguieron hablando de sus memorias de ni?os de la guerra, de perdedores de tantas cosas, de conservadores de su memoria. De la memoria de crecer en tiempos de guerras perdidas. Una lecci¨®n de summa vitae. Ir salvando cosas, vivir para contarlo, saber mantener en forma el tiempo que nos queda, conservar una cierta disposici¨®n para algunas infracciones y no dejarnos arrebatar la memoria. "La memoria no se puede prohibir".
Tenemos memoria de la primera novela de Juanjo Mill¨¢s, Cerbero son las sombras. Gan¨® el Premio S¨¦samo. Un caf¨¦ del que, cuando fuimos tan j¨®venes, fue nuestra cueva intelectual de un inexistente barrio latino. No se besaba igual, pero nadie nos imped¨ªa leer a Mallarm¨¦. Mill¨¢s era un chico del caf¨¦, joven novelista que ganaba su primer premio. Despu¨¦s vinieron muchos m¨¢s. Estuve cerca de ¨¦l la noche del "gran premio", no me pareci¨® tan distinto del que segu¨ª desde aquellas sombras. Habr¨¢ cambiado de psicoanalista, pero habla igual. Sigue atento, visionario y memorioso. En esta novela ganadora vuelve a su regi¨®n menos transparente que oscura, a un Madrid en que los ni?os hac¨ªan colegiales excursiones al Valle de los Ca¨ªdos. ?Que oscuro era aquel valle! En el mismo a?o que la primera novela de Mill¨¢s, otro escritor con memoria publicaba La verdadera historia del Valle de los Ca¨ªdos. Se llamaba Daniel Sueiro. -
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