La Europa de Babel
El meollo del problema de la democracia en la Uni¨®n Europea no es Bruselas. Hablamos y pensamos en muchas lenguas diferentes
Qu¨¦ ocurre cuando dotamos a la torre de Babel de interpretaci¨®n simult¨¢nea y la llenamos de una muestra de gente de todos los pa¨ªses europeos?
En estos d¨ªas en los que los l¨ªderes de la Uni¨®n Europea se han reunido bajo la c¨²pula del Pabell¨®n Atl¨¢ntico de Lisboa, con el fin de llegar a un acuerdo sobre los ¨²ltimos detalles del tratado de nunca acabar, una cosa de la que podemos estar seguros es de que los europeos normales se han quedado fuera del cord¨®n de seguridad sin poder entrar en el pabell¨®n. ?No deber¨ªamos dejar que hable el pueblo? Me refiero al pueblo europeo, no s¨®lo brit¨¢nico, irland¨¦s o franc¨¦s. Como dice (con una ligera adaptaci¨®n) el famoso poema de G. K. Chesterton sobre "el pueblo secreto":
El quid del reto europeo es crear un sentimiento de camarader¨ªa sin dejar de hablar diferentes lenguas Sur¨¢frica es un pa¨ªs con 11 lenguas oficiales, una bandera, una Constituci¨®n y un himno. Europa no es un pa¨ªs
"Sonr¨ªenos, p¨¢ganos, p¨¢sanos; pero no nos olvides del todo. / Porque somos el pueblo de Europa, que todav¨ªa no ha hablado".
Pero ?c¨®mo hablar¨ªa el pueblo europeo? ?Qu¨¦ dir¨ªa, y en qu¨¦ idioma? ?Existe un "pueblo de Europa", aparte de todos los pueblos distintos? El pasado fin de semana se llev¨® a cabo un intento de empezar a responder estas preguntas. El think tank Notre Europe, fundado por Jacques Delors, se uni¨® al profesor James Fishkin, de la Universidad de Stanford, para realizar el primer sondeo deliberativo con un grupo de europeos dispuestos a discutir sobre su Uni¨®n.
Ante todo, se hizo un sondeo de opini¨®n normal y corriente entre una poblaci¨®n representativa de 3.500 ciudadanos de la UE. De ese grupo se escogi¨® una muestra de 362 personas para que se reunieran durante un largo fin de semana en el edificio del Parlamento Europeo, en Bruselas. No eran los primeros ministros, abogados y funcionarios de la c¨²pula de Lisboa, el tipo de personajes que el dibujante brit¨¢nico Michael Heath captur¨® en una caricatura llamada Los trajes. No; los que acudieron a Bruselas fueron gente como Marco, un conductor de ambulancias de 24 a?os de Marsella; Marino, un hombre de 53 a?os que trabaja como guarda en un colegio de Gal¨ªpoli; Katerina, una representante comercial de Plzen, en la Rep¨²blica Checa; Michael, un agente inmobiliario de Nenagh, en Irlanda; y as¨ª sucesivamente. (Puede verse a algunos de ellos en www.tomorrowseurope.eu).
Ese "pueblo secreto" de Europa, que hasta ahora nunca hab¨ªa hablado, volvi¨® a responder a una serie de preguntas antes de empezar la reuni¨®n. Luego se reparti¨® entre los asistentes una informaci¨®n abundante, y se les dividi¨® en grupos para que debatieran sobre temas como las pensiones, Turqu¨ªa y la pol¨ªtica exterior, alternando con sesiones plenarias en las que hablaron varios expertos y destacados personajes europeos. Unos moderadores especialmente preparados facilitaron la discusi¨®n en los grupos multinacionales, pero sin orientarles nunca en un sentido u otro. Al acabar el fin de semana, se les volvi¨® a preguntar; y se pudo ver c¨®mo hab¨ªan cambiado sus opiniones. En eso consiste la t¨¦cnica del sondeo deliberativo, desarrollada por Fishkin, que trata de recuperar elementos del car¨¢cter interactivo de la antigua democracia ateniense -los ciudadanos que debat¨ªan en la plaza p¨²blica- para los sistemas de gobierno contempor¨¢neos.
Este sondeo deliberativo era m¨¢s dif¨ªcil que otros anteriores, no por motivos log¨ªsticos, sino ling¨¹¨ªsticos. Una de las ventajas de la integraci¨®n europea es que viajar por el interior de la UE es casi tan f¨¢cil como viajar por el interior de Estados Unidos. La diferencia es lo que ocurre al llegar al lugar de encuentro. En Washington, todos discuten en un mismo idioma; en Bruselas, por lo menos, en 22 (en realidad, en la UE hay 23 lenguas oficiales, pero en esta ocasi¨®n nadie insisti¨® en el ga¨¦lico). Como consecuencia, uno de los grupos de discusi¨®n ten¨ªa como lenguas de trabajo holand¨¦s, letonio y portugu¨¦s, con interpretaci¨®n simult¨¢nea; otro batallaba en griego, franc¨¦s y espa?ol, y un tercero retozaba en italiano, rumano y esloveno. Un funcionario del Parlamento Europeo dijo que nunca hab¨ªa visto trabajar tanto a los int¨¦rpretes. En las sesiones plenarias, celebradas en el amplio y moderno hemiciclo de madera clara del Parlamento, los miembros de cada grupo se acercaban al podio para hacer una pregunta acordada de antemano en su propio idioma, y luego se apresuraban a volver a sus asientos para o¨ªr la traducci¨®n del debate por los auriculares. El coste de la interpretaci¨®n y la traducci¨®n fue de unos 250.000 euros para un solo fin de semana.
?se es el verdadero obst¨¢culo para que exista una democracia deliberativa de alcance europeo. No son los famosos bur¨®cratas de Bruselas. No es la forma de tomar las decisiones en la Uni¨®n, que incluye una m¨ªnima parte de democracia directa (el papel del Parlamento Europeo), pero una gran dosis de democracia indirecta. A la hora de la verdad, los acuerdos fundamentales los negocian los representantes de unos gobiernos nacionales democr¨¢ticamente elegidos, y la Comisi¨®n y el Parlamento aportan el toque m¨¢s espec¨ªficamente europeo. As¨ª ha sido siempre y as¨ª seguir¨¢ siendo con el nuevo tratado, aunque ahora habr¨¢ m¨¢s decisiones que se sometan al voto de la mayor¨ªa, lo cual no es precisamente un principio antidemocr¨¢tico. Es cierto que los negociadores son unos hombres vestidos de traje y con mucha labia que trabajan a puerta cerrada, en salas sin humo, pero tambi¨¦n es cierto que representan a unos gobiernos elegidos democr¨¢ticamente.
Sin embargo, aparte de los debates del Parlamento Europeo, que la mayor¨ªa de los ciudadanos ignora, no hay nada de democracia deliberativa, ning¨²n equivalente a las controversias pol¨ªticas nacionales, ninguna conversaci¨®n de masas que abarque todo el continente, ninguna -en una jerga m¨¢s solemne- esfera p¨²blica europea. Salvo cuando se trata de f¨²tbol -y, en los ¨²ltimos tiempos, Madeleine-, las conversaciones paneuropeas suelen ser conversaciones entre grupos selectos. Y el principal motivo es muy sencillo: hablamos y pensamos en muchas lenguas diferentes. El meollo del problema de la democracia en Europa no es Bruselas, es Babel.
?Y qu¨¦ ocurre cuando dotamos a la torre de Babel de interpretaci¨®n simult¨¢nea y la llenamos de una muestra representativa de ciudadanos de la UE? Lo que sucedi¨® el fin de semana pasado fue que todos llegaron con opiniones muy variadas y, tras dos d¨ªas de debates e informaciones, salieron con opiniones un poco m¨¢s coincidentes y bastante distintas a las que ten¨ªan previamente, en algunos temas. Por ejemplo, salieron m¨¢s dispuestos a aceptar el retraso de la edad de jubilaci¨®n y a financiar las pensiones de nuestras poblaciones envejecidas, pero no tan conformes con admitir a Turqu¨ªa y Ucrania en la UE. Los cambios de opini¨®n m¨¢s significativos se vieron en quienes proced¨ªan de los Estados miembros m¨¢s recientes, es decir, los de Europa central y del Este que se incorporaron en 2004. Al empezar el fin de semana, casi cuatro de cada cinco "nuevos" europeos dec¨ªan que Ucrania deb¨ªa entrar, mientras que, al final, s¨®lo lo pensaba la mitad. Lo mismo ocurri¨®, aunque en cifras algo menos llamativas, con Turqu¨ªa. No son buenas noticias para estos dos pa¨ªses ni para quienes creemos que la UE se reforzar¨ªa con su entrada, pero parece que eso es lo que piensa la gente.
Lo m¨¢s interesante, m¨¢s que cualquier resultado concreto, es el experimento en s¨ª. "Entre personas con sentimientos de camarader¨ªa", escribi¨® John Stuart Mill en sus Reflexiones sobre el gobierno representativo, "especialmente si leen y hablan en distintas lenguas, la opini¨®n p¨²blica, necesaria para el funcionamiento del gobierno representativo, no puede existir". ?se, y no los complejos detalles de un tratado, es el quid del reto europeo: crear un sentimiento de camarader¨ªa sin dejar de hablar diferentes lenguas. Algunos pa¨ªses lo consiguen: India, Sur¨¢frica. Nunca olvidar¨¦ la ocasi¨®n en la que pude sentarme en la galer¨ªa de visitas del Parlamento surafricano y o¨ªr a distintos ministros del Gobierno hablando en xhosa, zul¨², afrikaans o cualquier otra de las 11 lenguas oficiales del pa¨ªs, a veces sin comprenderse entre s¨ª. Y, pese a todo, Sur¨¢frica es un pa¨ªs con una bandera, una constituci¨®n, un himno y, lo m¨¢s importante de todo, una selecci¨®n de rugby. Europa no es un pa¨ªs.
No obstante, quiz¨¢ podr¨ªamos pensar en tener una selecci¨®n de rugby. Imag¨ªnense: el jugador estrella franc¨¦s Sebastien Chabal sale disparado de la mel¨¦ y pasa el bal¨®n al ingl¨¦s Jonny Wilkinson, que marca el drop decisivo a favor de Europa. No lo ver¨¢n mis ojos. -
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.