El artista ante la inmensidad
Primeras fotos de Barcel¨® en la c¨²pula que pinta en la sede de la ONU en Ginebra
El v¨¦rtigo y la excitaci¨®n que acompa?an a la creaci¨®n y sus riesgos deben de estar especialmente presentes estos d¨ªas en Miquel Barcel¨®. Penden sobre su cabeza desde la inmensa c¨²pula de 1.500 metros cuadrados, a¨²n en blanco, del palacio de las Naciones Unidas de Ginebra. El pintor se enfrenta al reto del lienzo en blanco. Debe transformarlo en un barcel¨®. Una obra may¨²scula.
El territorio de su aventura art¨ªstica -con una parte institucional y una indudable vis arquitect¨®nica- es una inmensa tela virgen. Un paladar desnudo. "Ser¨¢ la pintura llevada a sus l¨ªmites f¨ªsicos", explica el artista de Felanitx (Palma de Mallorca) mientras afronta la gran obra a sus 50 a?os.
"Es un ir m¨¢s all¨¢", dice desde el gran vac¨ªo que se extiende ante ¨¦l: un c¨ªrculo de 1.500 metros cuadrados que tiene forma de b¨®veda y se asemeja a los ojos del genio a una concha y un coliseo taurino al rev¨¦s. Plataformas y andamios acercan al pintor hasta tocar el ojo de buey gigante (45 metros de di¨¢metro) a trav¨¦s del que observa a los diplom¨¢ticos.
Barcel¨®, que en Ginebra usa una gorra del desierto con la visera recortada y un mono, se arma con pinceles y artefactos para alargar sus brazos y tentar el lienzo. Comenta a trav¨¦s del tel¨¦fono: "?C¨®mo lo veo? ?Qu¨¦ se siente? Acojona bastante", y suelta una carcajada. "Es una obra apasionante aunque complicada. Me forzar¨¢ a llevar al extremo mi modo de trabajar. Estoy acostumbrado", afirma Barcel¨®. La superficie pict¨®rica-escult¨®rica del techo mostrar¨¢ ¨¢reas barbadas, columnas, estalactitas, puntas de casi cinco metros.
"En cada elemento habr¨¢ capas y colores sobrepuestos, como en una cebolla. Pero no quiero hablar mucho de c¨®mo es y se gesta la obra porque trae mala suerte...", y vuelve a re¨ªr. El creador imagina que alzar¨¢ un mar encrespado hasta el techo y que, seg¨²n sea la perspectiva del observador, podr¨¢ creer que la pintura crece y cambia, que la cubierta avanza y gira, con muchos ¨¢ngulos y planos. La decoraci¨®n estar¨¢ vitalmente inacabada, igual que sucede con la ONU, seg¨²n sugiere.
Para digerir esta enorme "sopa", Barcel¨® utiliza 30 toneladas de pintura y pigmentos, que pender¨¢n sobrevolando la sala del Siglo XX de las Naciones Unidas, que a partir de ahora pasar¨¢ a llamarse de los Derechos Humanos y de la Alianza de las Civilizaciones. El Gobierno espa?ol impulsa un proyecto que patrocinan la fundaci¨®n de empresas Onuart y el Ejecutivo balear.
"A¨²n estamos experimentando con materiales. Hacemos pruebas y observamos muchos detalles. Casi todo est¨¢ en ciernes", explica. "La obra crece entre m¨¢quinas, recipientes, mascarillas". Tiene una quincena de colaboradores y especialistas franceses, suizos y espa?oles. La tutela es de Eudald Guillamet, experto restaurador andorrano, que ha trabajado en la tumba de Rams¨¦s VI y en la recuperaci¨®n de pinturas rupestres.
No parece una coincidencia. Barcel¨® se considera heredero de los autores de las cuevas de Altamira y de Chaveut y Lascaux, en Francia, que defini¨® en una ocasi¨®n como la m¨¢s importante pintura de la historia. Ahora es su turno de definir la caverna posmoderna. Para documentarse, Barcel¨® ha visitado esas grutas, y ha subido varias veces "hasta los frescos de Goya en San Antonio de la Florida, en Madrid; la Capilla Sixtina de Miguel ?ngel, en Roma; Ti¨¦polo... La de Ginebra no ser¨¢ una pintura mural ni un fresco. Es otra cosa".
En sus estudios pinta con telas en el suelo, arrodillado y pisando la obra. En 2000 comenz¨® a trabajar al rev¨¦s, con el lienzo sobre su cabeza, para hacer crecer ra¨ªces y puntas a la obra. Fueron paisajes submarinos y de temporales marinos, con relieves formados por "pintura que tiene puntas y pincha". Olas rompientes, marinas primigenias. Y cuevas con estalactitas y estalagmitas, escenarios que emparent¨® con el infierno. Del cuadro a¨¦reo de Ginebra pender¨¢n cientos de estalactitas, una geolog¨ªa abigarrada de ra¨ªces multicolores. "Ser¨¢ preciso esperar a la mirada final, ser¨¢ muy diferente a todo. Como ves, vamos de problema en problema".
Un viaje del altar a la b¨®veda
"Tengo el privilegio", explica Miquel Barcel¨®, "de poder pintar sin prisas, directamente, y tendr¨¦ el tiempo que necesite [para el proyecto de la ONU]. Ir¨¢ bien. Me preguntaron: '?Cu¨¢ndo terminar¨¢s?'. Respond¨ª: 'Si para los 300 metros de la catedral [de Palma de Mallorca] estuve entre 2000 y 2007, multipliquen por cinco los 1.500 de la ONU'. No les hizo demasiada gracia".
Seguidor de la tradici¨®n, de Goya a Picasso, de Mir¨® a T¨¤pies -"cuando los veo, s¨¦ que pertenezco a esa familia"-, en febrero de 2007 estren¨® la cer¨¢mica del milagro de los panes y los peces en una capilla de culto de la catedral de Mallorca y hoy crea en el templo de una instituci¨®n internacional. En Ginebra cuenta con cuatro espacios para pintar, un taller, un despacho bajo la c¨²pula y con la casa que habita junto al lago. No es su ciudad preferida, por su bruma pronta y fr¨ªa. Se confiesa un pintor m¨¢s f¨ªsico que cerebral.
"Ahora releo a Albert Cohen, el autor de Bella del se?or, que vivi¨® en Ginebra. Tambi¨¦n biograf¨ªas de pintores del XVIII". Usuario exigente de las tecnolog¨ªas, con su ordenador se conecta a los diarios y radios de Espa?a, Francia y EE UU, y descarga m¨²sica. Pinta con los auriculares de su MP3 puestos.
Babelia
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