La broma del valle
La poderosa cruz de la victoria del Valle de los Ca¨ªdos se ofrece al viajero desde la sierra de Guadarrama como un insoslayable ejercicio de memoria hist¨®rica para todos. A los devotos del dictador, enterrado a sus pies, les despierta la emoci¨®n del recuerdo de su venerado y ven en ella la m¨¢s rotunda expresi¨®n simb¨®lica de la ¨²nica Espa?a que conciben. Con Franco y con Jos¨¦ Antonio descansan sus difuntos, aunque un poco en desorden los huesos, y se exalta adem¨¢s la causa por la que murieron. Es el m¨¢s claro ejemplo de que a los ca¨ªdos del bando vencedor les asisti¨® siempre la memoria de los suyos y de que tal memoria es perpetua y muy s¨®lida.
Pero esa misma cruz se muestra desafiante para los vencidos de la Guerra Civil, aunque algunos restos robados de sus v¨ªctimas perdedoras est¨¦n all¨ª al servicio de una pantomima de cristianismo hip¨®crita, y les ofrece una ocasi¨®n de recordatorio bien distinto. Perciben la desigualdad entre los muertos enterrados en los panteones fara¨®nicos y los que siguen sepultados en las cunetas, al tiempo que recuerdan con dolor a aquellos de los suyos que fueron sometidos a trabajos forzosos para horadar en la monta?a ese sagrado pante¨®n del dictador en honor de la cruz, como un acto de acci¨®n de gracias en medio del crimen.
Ni siquiera un cat¨®lico de verdad puede asistir a misa en aquel territorio del horror con tranquilidad de conciencia Como si fuera tan f¨¢cil convertir un mausoleo en sala de conciertos, igual que un gran burdel en piadosa capilla
All¨ª la espada y la cruz muestran otra de sus alianzas y esa evidencia es en s¨ª misma un poderoso ejercicio de memoria que explica tanto el pasado de la Iglesia espa?ola como su m¨¢s viva actualidad. En esta semana, por ejemplo, invita a precisar si los m¨¢rtires que la Iglesia va a llevar el domingo a los altares fueron todos perseguidos s¨®lo por su fe, es decir, s¨®lo por su cruz, o algunos lo fueron tambi¨¦n por su espada.
Pero para las precisiones que requer¨ªa la llamada Ley de Memoria Hist¨®rica, CIU, que es una coalici¨®n nacionalista que tiene dentro un partido cat¨®lico, requiri¨® que se tuviera en cuenta a los perseguidos por su fe por el bando republicano. Nada extra?o hay en eso; quiz¨¢ llamara m¨¢s la atenci¨®n que los nacionalistas catalanes se interesaran por el monasterio nacional espa?ol del Valle de los Ca¨ªdos. Y es probable que alguien atribuyera ese inter¨¦s al uso como intermediario, por parte de la Iglesia universal, de un partido cat¨®lico nacionalista como Uni¨® para que defendiera sus intereses en el Valle. Es m¨¢s f¨¢cil creer, sin embargo, que lo que intentara poner a salvo Dur¨¢n i Lleida fueran los intereses en el Valle de la orden benedictina, que tambi¨¦n es guardiana del santuario nacionalista catal¨¢n de Montserrat. Siempre ha habido al menos dos clases de benedictinos: los que rezaban en Montserrat para que el franquismo acabara, y que a¨²n hoy dan testimonio de un cristianismo vivo, rebelde y comprometido, y los que en la sierra madrile?a rezaban por el Caudillo, desde los d¨ªas de fray Justo P¨¦rez de Urbel, y a¨²n hoy ofrecen sufragios por el alma del dictador junto a su tumba. No obstante, es posible que por distintos que sean los monasterios e independientes entre ellos, los benedictinos se preocupen por igual de que la memoria hist¨®rica no les afecte.
?Qu¨¦ hacer, pues, con el Valle de los Ca¨ªdos? Hasta el PP, entrando un ratito en la Ley de Memoria Hist¨®rica, ha estado de acuerdo en la solemne idiotez de despolitizarlo del todo de manera absoluta. Como si su propia existencia no fuera pura y macabra politizaci¨®n. Como si cerrado y sin luz, poblados sus tapices de polvo, el monumento no fuera un himno permanente de la Espa?a m¨¢s l¨®brega. Como si con aquellos dos ilustres muertos, y si no ad¨®nde llevarlos, y para qu¨¦, el recinto pudiera cambiar de significaci¨®n. Como si fuera tan f¨¢cil convertir un mausoleo en sala de conciertos, igual que un gran burdel en piadosa capilla, y uno pudiera escuchar all¨ª la m¨²sica de Mozart tan tranquilo.
Si ni siquiera un cat¨®lico de verdad puede asistir a misa en aquel territorio del horror con tranquilidad de conciencia, ?qui¨¦n conseguir¨¢ "fomentar" all¨ª las "aspiraciones de reconciliaci¨®n que hay en nuestra sociedad", como asegura que har¨¢ la Fundaci¨®n que gestiona el monumento, sin que eso suene a una broma siniestra del m¨¢s p¨¦simo gusto? Tal vez otra cosa, no, pero esto del Valle si lo dej¨® atado y bien atado el dictador.
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