Pensar en el enfermo antes que en la enfermedad
Hace unos meses asist¨ª en Barcelona a un acto sumamente emotivo sobre el que, posteriormente, he reflexionado muchas veces. En el antiguo y venerable anfiteatro de la Real Academia de Medicina de Catalu?a tuvo lugar el acto de ingreso como acad¨¦mico del doctor Marc-Antoni Broggi. Nunca hab¨ªa tenido, hasta este momento, el privilegio de asistir a una ceremonia similar y, desde mi admirada y provinciana ingenuidad, se me apareci¨®, por su solemnidad, como una versi¨®n en miniatura de la concesi¨®n de un Premio Nobel. Ah¨ª estaba el aspirante, de pie, sobre una tarima, nervioso, impecablemente vestido de frac, desgranando su discurso ante los doctos acad¨¦micos, que lo escuchaban solemnes.
Fijar la edad de jubilaci¨®n con independencia de la capacidad no deja de ser una discriminaci¨®n
Sus palabras, cargadas de tradici¨®n familiar y de largos a?os de buen hacer profesional, versaron sobre la crisis actual de la relaci¨®n m¨¦dico-enfermo y sobre la necesidad de que el paciente contemple dicha relaci¨®n dentro de un contexto de "hospitalidad", es decir, impregnada de "la actitud que un hu¨¦sped espera encontrar en su anfitri¨®n: disponibilidad para escucharlo y abierto a la novedad que ¨¦l representa; m¨¢s dispuesto a la recepci¨®n que a la iniciativa", mensaje tal vez premonitorio del importante trabajo emp¨ªrico y del amplio comentario que aparecer¨ªan varias semanas despu¨¦s (el 1 de febrero de 2007) en The New England Journal of Medicine con el expresivo t¨ªtulo El poder curador de escuchar en la UCI. Sin embargo, a pesar de la relevancia de este mensaje, no es su contenido lo que quisiera destacar en el presente art¨ªculo.
Lo que m¨¢s me impresion¨® del acto fue que el discurso de respuesta y bienvenida corri¨® a cargo del padre del candidato, el doctor Mois¨¦s Broggi, de 99 a?os, presidente de honor de la Academia. Con voz pausada, Mois¨¦s Broggi complet¨® en su discurso el planteamiento y an¨¢lisis que acababa de realizar su hijo y se?al¨®, con di¨¢fana claridad, que el n¨²cleo de la cuesti¨®n radica en que muchos m¨¦dicos "concentran su inter¨¦s en la enfermedad y no en la persona", lo cual nos conduce directamente a la l¨ªnea de pensamiento de maestros insignes, como sir William Osler, Eric Cassell, David Callahan, Diego Gracia, etc¨¦tera y nos recuerda v¨ªvidamente el contenido del Informe Hastings.
Y ello me lleva a otra consideraci¨®n: el hecho de que un excelente profesional sanitario a los 65 a?os, pocas semanas antes de su jubilaci¨®n, ingrese con renovada ilusi¨®n en una corporaci¨®n acad¨¦mica y de que otro m¨¦dico, a los 99 a?os, hilvane con brillantez unas ideas de las que pueden aprender los estudiantes de Medicina de 20. ?Por qu¨¦ los miembros de nuestra sociedad -en especial los pol¨ªticos, los economistas, los educadores y los sindicalistas- no se dan cuenta de que, en nuestra ¨¦poca por lo menos, fijar una edad de jubilaci¨®n con independencia de la capacidad y elecci¨®n de las personas, aunque globalmente pueda considerarse un innegable logro social, no deja de ser, en algunos casos por lo menos, un tipo de discriminaci¨®n por edad, similar a la discriminaci¨®n por g¨¦nero, raza o religi¨®n?
Hace pocos meses, en el curso de unas jornadas sobre autonom¨ªa y dependencia en la vejez, tuve la oportunidad de escuchar otra intervenci¨®n del doctor Mois¨¦s Broggi, y sus ideas, producto biogr¨¢fico interactivo de cultura, experiencia profesional y vivencias personales al final de la vida, me han conducido a nuevas reflexiones sobre esta ¨²ltima etapa en la que me encuentro ya inmerso. En lugar de comentarlas y, probablemente, tergiversarlas o empobrecerlas, prefiero exponerlas en bruto, en estado puro. Como la poes¨ªa, son, en mi opini¨®n, para paladearlas despacio.
"La vida es cambio constante".
"La reflexi¨®n del anciano de que todas las cosas de la vida son ef¨ªmeras le ayuda a no preocuparse por ellas".
"Las satisfacciones m¨¢s grandes que proporciona la vida proceden de la relaci¨®n con otros seres humanos".
"Hay que poner m¨¢s ¨¦nfasis en la autonom¨ªa que en la dependencia".
"Aceptar el sufrimiento es la mejor preparaci¨®n para la muerte".
"Cuanto m¨¢s me acerco a la muerte menos la temo".
Quiero terminar este art¨ªculo reproduciendo uno de los ejemplos mencionados por el anciano Broggi, que form¨® parte durante 10 a?os de la comisi¨®n deontol¨®gica del Colegio de M¨¦dicos, en su discurso de la Academia.
Un enfermo politraumatizado grav¨ªsimo fue ingresado en un centro sanitario muy bien dotado donde le resolvieron todos y cada uno de los complejos problemas que presentaba en cr¨¢neo, t¨®rax y extremidades; sin embargo, despu¨¦s de varias semanas, al salir del hospital, el paciente present¨® una queja porque la fractura de un pie le hab¨ªa quedado ligeramente torcida. Al estudiar y comentar con ¨¦l su caso detalladamente, fue f¨¢cil llegar a la conclusi¨®n de que en aquel centro le hab¨ªan salvado la vida y de que, en este aspecto, su queja no estaba justificada.
No obstante, aunque probablemente no sea generalizable, lo que manifest¨® el paciente es ilustrativo de la actual pobreza de las interacciones entre m¨¦dicos y usuarios. De acuerdo con sus palabras, ni ¨¦l ni sus familiares hab¨ªan sido conscientes en ning¨²n momento ni de la gravedad de sus heridas ni de la excelente labor quir¨²rgica realizada; lo ¨²nico que hab¨ªa retenido el enfermo de su estancia en el centro es que lo trasladaban constantemente de un lugar a otro y que lo hab¨ªa pasado muy mal. En aquel hospital -comenta Broggi- con unos servicios t¨¦cnicos impecables, curiosamente lo que faltaba eran profesionales sanitarios que acompa?asen a los enfermos y a sus familiares, y les explicasen, de forma comprensible para ellos, la gravedad de lo que ten¨ªan y el alcance de las intervenciones m¨¦dicas que era necesario practic¨¢rseles para tratar de solucionar sus problemas.
En resumen, y como me gusta recordar siempre que parece oportuno, en palabras de Cassell, "los que sufren no son los cuerpos; son las personas". Los profesionales sanitarios en general -y los m¨¦dicos de forma especial- convendr¨ªa que nunca lo olvidasen.
Ram¨®n Bay¨¦s es profesor em¨¦rito de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona (ramon.bayes@uab.es)
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