Jos¨¦ Mar¨ªa, mi amigo
Como amigo de Jos¨¦ Mar¨ªa Guti¨¦rrez durante m¨¢s de cincuenta a?os, y en su memoria, debo hacer algunas precisiones y rectificar los errores del art¨ªculo que Mario Vargas Llosa public¨® sobre ¨¦l en EL PA?S del domingo 21 de octubre. Es de agradecer el exacto retrato moral que hace de Jos¨¦ Mar¨ªa, aunque a ¨¦l le hubiera gustado recibir esta prueba de amistad en vida, porque en los ¨²ltimos tiempos muchos de sus amigos le dieron la espalda, de lo que ¨¦l se quejaba con amargura, aunque conserv¨® la amistad fiel de tres o cuatro verdaderos amigos, como el gran traductor L¨®pez Mu?oz, el profesor Escobar y yo mismo.
No es verdad que fuera hijo de campesinos, como se afirma en el art¨ªculo. Su padre era un acreditado veterinario en Valencia de don Juan, y su madre era maestra de corte y confecci¨®n, en ejercicio, y aficionada a la literatura, pues en su vejez -muri¨® a los 104 a?os- escribi¨® un par de ingenuas novelas, que Jos¨¦ Mar¨ªa me hizo llegar. Su vivienda en el pueblo no era una "casita", sino una gran casa de piedra, de dos pisos, resto del esplendor familiar del pasado, en el centro mismo de Valencia de don Juan, con una nutrida biblioteca profesional de su padre. Tampoco es verdad que su mejor pel¨ªcula se titulara Viba, Aza?a, impensable bajo la dictadura, sino ?Arriba, Haza?a!, sobre una novela de V¨¢zquez de Soto. No le enviaron ning¨²n pasaje de avi¨®n desde la Argentina, que se lo pag¨® ¨¦l, pues acababa de vender una finca del patrimonio familiar, por la que le dieron una punta de millones. Su ¨²nico hermano no est¨¢ en un hospital, sino en una residencia, en Le¨®n. En la referencia a la familia, el articulista se olvida de su hijo Maxi, licenciado en Biolog¨ªa y de m¨¢s de treinta a?os, que le ayud¨® a vivir los ¨²ltimos tiempos, le acompa?¨® y le cuid¨® con un ejemplar sentido de la filialidad y le visit¨® cada 15 d¨ªas en su pueblo, coincidiendo all¨ª con mi mujer y conmigo en nuestro doloroso ¨²ltimo encuentro con ¨¦l, pocos meses antes de morir.
Su vocaci¨®n de pintor nunca estuvo bien definida, pues en Salamanca, donde nos conocimos, escrib¨ªa cuentos, dirigi¨® teatro y asisti¨® a las sesiones del cine-club. Nunca renunci¨® a la pintura, y sus verdaderos amigos tenemos muchas muestras de su talento pict¨®rico y de su generosidad. Yo tambi¨¦n tuve frecuentes peloteras con ¨¦l, como record¨¦ en la sesi¨®n que le dedic¨® la Filmoteca Nacional de Madrid, pero segu¨ª siendo su amigo y pudo hacer El obispo leproso, gracias a m¨ª, entonces director de Programas de Ficci¨®n de TVE.
Finalmente, su grado de amistad con el muerto no era tan grande como Vargas Llosa quiere hacer ver, pues los ¨²ltimos a?os le dio esquinazo constantemente y lleg¨® a dejarlo con la palabra en la boca, nada m¨¢s llegar de visita a su casa de Madrid, porque se estaba preparando para ir a comer con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar a La Moncloa, adem¨¢s de no comunicarle la segunda versi¨®n del Pantale¨®n y otros desplantes. No obstante, su recuerdo de Jos¨¦ Mar¨ªa y su comentario sobre la incapacidad que ten¨ªa para promocionarse est¨¢n muy bien. Mejor ser un "lobo estepario" que un Rastignac cualquiera.
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