Mis viejos profetas
Es complicado mantener fidelidad inquebrantable a los dioses y mantener a raya obsesivamente a los monstruos. Entre otras razones porque a veces te confunden. Los dioses pueden ser caprichosos, decepcionarte y abandonarte y los monstruos de primera clase transformar tu ancestral aversi¨®n hacia ellos en inquietud y comprensi¨®n. Los agn¨®sticos racionales y vocacionales, los que padeceremos la incapacidad y el desamparo de no poder ni querer militar en ninguna iglesia, los que necesitamos palpar para creer, los que no depositamos nuestra fe y nuestra esperanza en ning¨²n m¨¢s all¨¢, en el para¨ªso, en el eterno r¨ªo de leche y miel, endulzamos nuestra vida o afianzamos la supervivencia en esas obras de arte que son buenas para el alma. En libros, cine y m¨²sica que ahuyentan al v¨¦rtigo, consuelan, ayudan, cicatrizan, drogan, ense?an, distraen, deslumbran, emocionan y enamoran.
El encanto la palm¨®, llega el tiempo de lamerte las heridas, tambi¨¦n la pereza de buscar una nueva piel
Si llega el Apocalipsis me va a pillar en compa?¨ªa de Scott Fitzgerald, de Stendhal, de Stevenson, de Borges
Al igual que en las relaciones humanas tambi¨¦n aparece el maldito desamor, el cansancio, la incertidumbre, el estupor, la desconfianza, la indeseada agon¨ªa de la pasi¨®n hacia algunos de esos fervores culturales a los que juraste amor eterno. Y no sabes si has cambiado t¨² o lo que amabas est¨¢ envejeciendo fatal, si eres m¨¢s listo o m¨¢s tonto. Da igual, el encanto la palm¨®, llega el tiempo de lamerte las heridas, tambi¨¦n la pereza de buscar una nueva piel para la vieja ceremonia, como definiera inmejorablemente ese se?or irremediablemente seductor y l¨ªrico llamado Leonard Cohen.
Me asalta la mala conciencia, un regusto amargo y la implacable necesidad de olvidar al recordar a artistas idolatrados con los que se quebr¨® el esplendor en la hierba. Pero existen otros dioses que no me han fallado nunca, que me renuevan la pasi¨®n cada vez que les visito, con magia imperdurable. La pureza, la poes¨ªa y la gracia de Buster Keaton, el m¨¢s grande inventor de formas visuales (con permiso del maestro Hitchcock) que ha dado el cine, la deslumbrante inteligencia en cualquier g¨¦nero de un retratista de naturaleza humana agridulce, terrible, l¨²cido, complejo y secretamente rom¨¢ntico llamado Billy Wilder, la emoci¨®n contagiosa y la capacidad para transmitir sentimiento de John Ford, el posibilismo del genial Luis Bu?uel para crear inconfundible arte y mantener la lealtad a sus obsesiones en las condiciones m¨¢s cutres. Todos est¨¢n muertos y su testamento cerrado. Qu¨¦ suerte tenemos de poder seguir disfrutando en vivo y en directo de las criaturas que llevan pariendo con bendita o incierta puntualidad Woody Allen y Martin Scorsese.
Los profetas mejor informados anuncian que no se har¨¢n hogueras con los libros, que simplemente se extinguir¨¢ ese irrenunciable objeto, que los leeremos en la pantalla de un ordenador. ?Vade Retro, Lucifer! Por si acaso, empezar¨¦ a construir con mis torpes manitas el inexpugnable refugio que mantenga el aroma y las p¨¢ginas amarillentas de los libros amados. Si llega el Apocalipsis me va a pillar en compa?¨ªa de ese inmenso conmovedor pintor del derrumbe llamado Scott Fitzgerald, de Stendhal, el hombre que sab¨ªa todo del amor y de su incertidumbre, del insuperable contador de historias Robert Louis Stevenson, del a¨²n m¨¢s rom¨¢ntico que negro Raymond Chandler, de la inagotable y mod¨¦lica prosa de Borges. Y Savater, siempre Savater.
No hay peligro de que desaparezca la m¨²sica, aunque sigamos llorando eternamente el entierro del vinilo. El saxo de John Coltrane gimiendo, enalteciendo, o mostrando su gentileza siempre ser¨¢ el ant¨ªdoto m¨¢s eficaz y hermoso para las heridas del coraz¨®n, para sublimar el recuerdo, para removerte lo m¨¢s ¨ªntimo. Y nadie dir¨¢ las cosas importantes con tanta clase y autoridad como Sinatra y Billie Holiday. Y la mejor trompeta de Miles Davis siempre sonar¨¢ a tristeza y a resignaci¨®n. Ya s¨¦ que hace demasiado tiempo que el emperador del desgarro Van Morrison, ese tipo capaz de llenarte el alma de gozo de ritmo o de l¨¢grimas, de expresar mejor que nadie los sentimientos m¨¢s intensos, se limita a cumplir en el escenario y que es ut¨®pico pensar que volver¨¢ algo tan maravilloso como Moondance, Astral week y Una noche en San Francisco, pero ser¨ªa injusto acusar de acomodaticio al que arriesg¨® tanto, al que nos regal¨® tantas sensaciones impagables. Con Dylan no hay problema. Como Picasso, siempre ser¨¢ imprevisible y verdaderamente misterioso. Esta secci¨®n hablar¨¢ preferentemente de antiguos y nuevos dioses. No hay tiempo para perderlo con monstruos. Ojal¨¢ que podamos compartir a esos dioses. No somos nada sin ellos. -
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