William Ospina: testigo del asombro
El cielo empez¨® a reverberar de grises hasta soltar un oc¨¦ano que convirti¨® en mares la tierra para llevarse Cubagua, Nueva C¨¢diz, frente a las costas de Venezuela. Fue uno de los primeros episodios que embisti¨® al joven Juan de Castellanos en el umbral del nuevo mundo. Era 1543. Y la vida all¨ª no sab¨ªa de recatos.
Son las primeras luces que arroja William Ospina (Tolima, Colombia, 1954) en Las auroras de sangre (Belacqua) sobre la aventura de este sevillano (Alan¨ªs, 1522-Tunja, Colombia, 1607) que se orill¨® de la codicia y la crueldad de la conquista para ser testigo del deslumbramiento mutuo de dos mundos, que plasm¨® en Las eleg¨ªas de varones ilustres de Indias, su particular descubrimiento y conquista de Am¨¦rica a trav¨¦s del lenguaje, de la poes¨ªa:
"Me impact¨® su capacidad de asumir que la poes¨ªa existe para hacernos sentir lo abrumador del destino"
"Los latinoamericanos tenemos que reconciliarnos con esos otros mundos que se fusionaron en Am¨¦rica"
"Sal¨ªan a mirar nuestros nav¨ªos
Volv¨ªan a los bosques espantados,
Hu¨ªan en canoas por los r¨ªos,
No saben que hacerse de turbados".
Y as¨ª hasta 113.609 versos, que Juan de Castellanos escribi¨® en cuatro partes durante los ¨²ltimos 30 a?os de su vida en Colombia, y que se convirtieron en el poema m¨¢s largo en espa?ol. Una especie de Il¨ªada que no fue entendida durante siglos en ning¨²n lado del Atl¨¢ntico, pero que en 1999 el escritor colombiano rescat¨® de la incomprensi¨®n en uno de los ensayos literarios m¨¢s importantes de Am¨¦rica Latina en los ¨²ltimos a?os.
"?l es el mejor ejemplo que Espa?a puede mostrar de que su labor en Am¨¦rica no fue un mero saqueo, un exterminio y un acto de depredaci¨®n. Saber que hubo hombres como ¨¦l, llenos de la cultura del Renacimiento, llenos de lenguaje, nombrando como Ad¨¢n el primer d¨ªa toda la realidad de ese continente, enamorados de todo, celebrando las selvas y los lagos, la belleza de los indios del Caribe, su destreza, su fuerza, su ferocidad, tratando de contar todos esos hechos que no se repetir¨ªan, haciendo surgir un universo en el ¨¢mbito de la lengua, convirtiendo una lengua local en una lengua planetaria, sintiendo admiraci¨®n y respeto; censurando a menudo los excesos de los guerreros: ?qu¨¦ grandeza de esp¨ªritu! Espa?a merec¨ªa saber todo eso: abandonar un poco la fascinaci¨®n por el costado ¨¦pico de su conquista y ver la magnitud de su di¨¢logo con otro mundo, su capacidad de arraigar en ¨¦l, la explicaci¨®n de por qu¨¦ un continente habla la lengua castellana. No fue por las espadas ahogadas en sangre, sino porque esta lengua fue capaz de amar a Am¨¦rica y de cantarla".
"Porque dec¨ªan ser estas naciones
Falta de los orgullos y los br¨ªos
Que mueven los humanos corazones
A trastornar los mares y los r¨ªos;
Y no pueden hacer navegaciones
A causa de estar faltos de nav¨ªos,
Y que canoas, balsas y piraguas
No pod¨ªan arar prolijas aguas".
Es la forma como Castellanos va mostrando el nuevo mundo al mundo entero. Lo hace desde esa evocaci¨®n donde sue?os inimaginables cobraron vida. He ah¨ª el impacto que causaron en William Ospina estas eleg¨ªas: "Su fluidez, su nitidez, su capacidad de hacer surgir un mundo en el lenguaje, su capacidad, que es asombrosa para la ¨¦poca, de abandonar la idea de la poes¨ªa como un lenguaje ornamental, alejado del mundo, y de asumir que la poes¨ªa existe para hacernos sentir lo tremendo de la historia, lo abrumador de nuestro destino. Baudelaire dijo: "Lo feo puede ser hermoso, lo bonito nunca". Este poema no es bonito: es rudo, poderoso, cruel, deslumbrante, tremendamente humano y est¨¢ fuera de toda correcta proporci¨®n: como lo estuvo la conquista de Am¨¦rica. Casi parece imposible que un solo hombre lo haya escrito: tiene la magnitud de una cosmogon¨ªa oriental".
"Ver¨¦is muchos varones ir en una
Prosperidad que no temi¨® ca¨ªda,
Y en ¨¦stos esta misma ser ninguna,
De su primero ser desvanecida
Usando de sus ma?as la fortuna
En los inciertos cambios desta vida;
Otros venir a tanta desventura
Que el suelo les negaba sepultura".
Belleza, sabidur¨ªa y temblor en tierras de miedos agazapados hechos palabras musicales. "El Descubrimiento y la Conquista fue un hecho de tales proporciones, que lo primero que produjo en la Pen¨ªnsula fue un gran silencio. El hecho m¨¢s importante de la historia planetaria en los ¨²ltimos siglos no parece haber sido advertido en su magnitud por los poetas del Siglo de Oro: tanto Quevedo como Lope de Vega y G¨®ngora siguen en lo fundamental encerrados en el ¨¢mbito de la tradici¨®n europea, y si a veces aparecen los temas, la perspectiva es muy distante. Ello es natural, la literatura engendrada por Am¨¦rica ten¨ªa que surgir inicialmente en el Nuevo Mundo, y no ten¨ªa por qu¨¦ ser comprendida inmediatamente desde Europa. Pero una buena prueba de que Espa?a estaba a la altura de las tareas hist¨®ricas que le correspond¨ªan es que detr¨¢s del avance, a menudo atroz, de los conquistadores, se dio el avance lleno de perplejidad, de curiosidad y de inspiraci¨®n creadora de los cronistas".
"La tierra cubren venenosos tiros
Y golpes causadores de suspiros"
"La mayor¨ªa no eran inicialmente hombres de letras: la historia iba improvisando sus relatores, sus fabuladores y sus poetas. Pero al mismo tiempo la conciencia profunda de Espa?a iba rumiando sus descubrimientos. Tengo la convicci¨®n de que la aparici¨®n del Quijote es, entre tantas cosas, consecuencia de la aventura de Espa?a en el siglo XVI. Una aventura que excedi¨® por sus peligros, por sus atrocidades y maravillas, a todo lo que so?aron "los ciclos de Rolando y de Breta?a", y no fue un hecho literario sino una aventura vital, una confrontaci¨®n cotidiana durante un siglo de los aventureros con sus sue?os, con sus delirios, una aventura de la carne y una aventura de la imaginaci¨®n. Muchos conquistadores eran de alg¨²n modo una suerte de borradores de don Quijote: lectores de novelas de caballer¨ªas, buscando en el mundo lo que les hab¨ªan dicho los libros y los cuentos".
"Mas si tambi¨¦n deseas ver mujeres,
Direte d¨®nde viven maniriguas,
Que son mujeres sueltas y flecheras,
Con fama de grand¨ªsimas guerreras (...) Pues en tan penit¨ªsimas regiones
Podr¨ªa ser que vivan amazones".
Leyendas, mitos y realidades se trenzan en versos que cantan los mestizajes que formar¨¢n la identidad. El futuro. Seg¨²n William Ospina, "para poder reconciliarnos plenamente con nuestra herencia europea, los latinoamericanos tenemos que reconciliarnos con esos otros mundos que se fusionaron en Am¨¦rica: los nativos que vivieron all¨ª treinta mil a?os, y los hijos de ?frica, la parte m¨¢s alegre y vigorosa de nuestra cultura".
Tierras de promisi¨®n donde un d¨ªa hubo "dioses vivos que ca¨ªan y dioses muertos que triunfaban". Pero que cinco siglos despu¨¦s ha pasado de ser puerto de llegada para convertirse en embarcadero hacia el resto del mundo. "El intercambio no ha cesado. Con Las auroras de sangre me interesa demostrar que desde muy temprano se dieron grandes aventuras del comienzo de la modernidad literaria. Castellanos hizo el primer poema verdaderamente americano en lengua castellana, y es el fundador de la poes¨ªa en diez pa¨ªses de Am¨¦rica. Pero, claro, ¨¦l vivi¨® setenta a?os en las Indias, y se convirti¨® en un poeta americano". El que hoy, cuatro siglos despu¨¦s de su muerte, vuelve al haber atisbado con sus versos la manera de adentrarse futuro arriba.
Las auroras de sangre. Juan de Castellanos y el descubrimiento po¨¦tico de Am¨¦rica. William Ospina. Belacqua. Barcelona, 2007. 394 p¨¢ginas. 22 euros.
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