El linchamiento
Los fil¨®sofos han teorizado mucho sobre el comportamiento de la "masa" y su choque frontal con el individuo que intenta superarla. Al "hombre-masa" dedic¨® Ortega uno de sus libros malditos, La rebeli¨®n de las masas, y algunas de sus reflexiones son tan modernas, que podr¨ªan explicar, con precisi¨®n, lo que hemos vivido estos d¨ªas. Me he permitido leer ahora su texto, que ten¨ªa pendiente desde los tiempos de la trenca, y el cine de arte y ensayo, quiz¨¢ con la esperanza de entender el fen¨®meno. Extraigo, de sus muchos pensamientos, una maldad deliciosa: "el tonto es vitalicio y sin poros. Por eso dec¨ªa Anatole France que un necio es mucho m¨¢s funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio, jam¨¢s. Pero, sobre todo, extraigo el pensamiento profundo de un hombre que lucha por recuperar al individuo, de la masa que lo ha despojado de su naturaleza libre y pensante, y que lo ha disuelto en un magma que piensa por ¨¦l. Para rematar mi debilidad orteguiana, esta perla: "la muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si exist¨ªa, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las bater¨ªas, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: s¨®lo hay coro". ?Ha habido individuos, externos al coro ensordecedor que, esta semana, ha visionado, juzgado y sentenciado al agresor de una joven ecuatoriana? Y, si los ha habido, ?han sido o¨ªdos? Ya no pregunto si, adem¨¢s, han sido escuchados, porque ¨¦sta ser¨ªa una ambici¨®n excesiva. Si me permiten la indecorosa autorreferencia, formo parte de esas voces ex¨®ticas, que estos d¨ªas han vivido en el territorio inh¨®spito y solitario (Rosa Montero, dixit) del pensamiento contracorriente. Personalmente, desde que hemos conocido las im¨¢genes de la agresi¨®n, me ha parecido que el proceso de la noticia segu¨ªa una escalofriante pendiente hacia abajo, hasta llegar a un descomunal desprop¨®sito, en el que el inmediatismo, el populismo m¨¢s rastrero y el mercadeo period¨ªstico se daban de la mano con su hermano mayor: el linchamiento. Creo que hemos vivido, colectivamente, una semana triste, en la que la sociedad de los valores ha cedido todo su territorio al valor ¨²nico de la audiencia morbosa, m¨¢s all¨¢ del costo moral que representaba esa cesi¨®n. Y no hablo s¨®lo de las televisiones privadas y su corte rosa. Hablo de todos nosotros, de los peri¨®dicos serios, de las radios impolutas, de las televisiones p¨²blicas, de los opinadores con prestigio. El coro ha actuado con tal frivolidad, que incluso un par de ministros, un presidente de Gobierno y un aspirante al cargo, se han sumado a sus gritos de "c¨¢rcel" inmediata. Las declaraciones del ministro Bermejo, exigiendo la entrada en prisi¨®n del agresor, tendr¨ªan que formar parte de las oposiciones a jueces, con el t¨ªtulo pertinente: "c¨®mo defenderse de la presi¨®n pol¨ªtica de un ministro desatado". Y luego levantaremos banderas de independencia judicial...
El revuelo medi¨¢tico ha excitado nuestra sed de venganza, y lo que hoy se reclama no es ley, sino linchamiento
He hablado de ca¨ªda libre hacia el desprop¨®sito. Enumero la escalada, partiendo del hecho inequ¨ªvoco de un acto de agresi¨®n vergonzoso, inquietante y, a todas luces, punible. Pero, a partir de aqu¨ª, ha sido una verg¨¹enza el tratamiento medi¨¢tico, otra verg¨¹enza el descomunal l¨ªo judicial, una verg¨¹enza m¨¢s el populismo demag¨®gico de las autoridades de Ecuador y, finalmente, un desatino completo el pimpampum de nuestros propios pol¨ªticos, tan hambrientos electoralmente, que incluso los cuerdos pierden el sentido de la proporci¨®n. Sobre lo medi¨¢tico, decir lo l¨®gico. Que el pase de las im¨¢genes, hasta la saciedad, en todas las televisiones y versiones period¨ªsticas digitales, no respond¨ªa a criterios de informaci¨®n, sino a los bajos instintos que exigen las leyes draconianas de la competitividad, cuya tiran¨ªa no sabe de prestigio, ni solvencia. Si a?adimos a ello el estrellato medi¨¢tico al que se ha encumbrado al agresor, que pronto ser¨¢ carne de Gran Hermano, tendremos que acordarnos del famoso tonito de la vicepresidenta, dicho en otras cuitas: "?esto es un es-c¨¢n-da-lo!". Esc¨¢ndalo del que alguien, en alg¨²n remoto de la sabidur¨ªa period¨ªstica, tendr¨¢ que hacer la pertinente autocr¨ªtica. Si lo medi¨¢tico ha llegado tan abajo, lo judicial no ha sido menos desarbolado. Que si un juez que no llama al fiscal, que si un fiscal que dicen que no lo han llamado, que si un papelito que llega tarde, porque las cuatro de la tarde es una hora impertinente para un juez, que si otro juez toma una decisi¨®n, que si la fiscal¨ªa recurre, porque el ministro sopla en la nuca, que... M¨¢s que un cachondeo, la justicia empieza a parecer un parque de atracciones. A todo ello, hay que sumar la demagogia populista de las autoridades ecuatorianas, con ministra y presidente incluidos, que han convertido un desgraciado asunto de agresi¨®n en una indecorosa campa?a de promoci¨®n pol¨ªtica. Nos han tratado como si fu¨¦ramos una rep¨²blica bananera necesitada de control exterior, para funcionar seriamente. Por otro lado, esta diligencia ecuatoriana habr¨ªa sido de agradecer cuando el famoso monstruo de Machala, con ocho muertes a sus espaldas, disfrut¨® de una amnist¨ªa, consigui¨® papeles limpios en su propio pa¨ªs y vino a matar a una chica de Lleida. En esos momentos, el silencio oficial ecuatoriano brill¨® sonoramente.
Finalmente, el linchamiento. Sin duda, las im¨¢genes son brutales. Tanto como lo son todas las im¨¢genes de violencia sectaria, contra mujeres, contra homosexuales, contra emigrantes, contra j¨®venes... El hecho de haber visto hasta la saciedad la agresi¨®n, no la convierte en m¨¢s grave que cualquier otra de su g¨¦nero. Sin embargo, y aun cuando el agresor reciba el castigo que corresponda, probablemente no satisfar¨¢ a nadie. ?Por qu¨¦? Porque el revuelo medi¨¢tico ha excitado nuestra sed de venganza, y lo que hoy se reclama no es ley, sino linchamiento. Tambi¨¦n en ese aspecto fundamental, hemos perdido la naturaleza del individuo, para convertirnos en masa. Y, ?qu¨¦ es la masa? Lo dijo tambi¨¦n Ortega: "La masa es el imperio de lo colosal". Es decir, el infierno de lo racional.
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