El maestro y el pu?ado de joyas
Ver un concierto de Van Morrison es como adentrarse en Tiffany's. Es pasar, sin soluci¨®n de continuidad, de la grisura de la calle a un mundo de belleza y lujo, con actitud de arrobada admiraci¨®n y dispuesto uno a dejarse llevar por el engarce de unas joyas que al profano pueden parecerle siempre iguales, pero que siempre son distintas. En la visita del Le¨®n de Belfast a nuestro pa¨ªs este a?o, Morrison no ha ofrecido grandes sorpresas, pero s¨ª una hora y media de enorme calidad musical, en la que brill¨® su privilegiada garganta junto al virtuosismo de dos de los m¨²sicos que le acompa?aban: la int¨¦rprete de steel guitar Sarah Jory y el violinista Tony Fitzgibbon.
Con el p¨²blico aglomerado en colas en la calle y a¨²n entrando al recinto deportivo, atac¨® Van Morrison a la hora en punto un delicado This love of mine que iba a marcar la pauta de la actuaci¨®n. Con la siguiente, I once was my life, se pudo degustar la sutil combinaci¨®n entre el viol¨ªn y la trompeta del corista Crawford Bell, otro virtuoso que pasaba desapercibido como corista. En la siguiente canci¨®n, Magic time, el siempre hura?o Van cogi¨® su peque?o saxof¨®n y dibuj¨® diabluras arm¨®nicas de ra¨ªz negra.
VAN MORRISON
Van Morrison (voz, saxo, piano y arm¨®nica), Crawford Bell (coros, trompeta y guitarra ac¨²stica), Karen Hamill y Katie Kissoon (coros), Neal Wilkinson (bater¨ªa), Ned John Edwards (guitarras y voz), Paul Moore (bajo), Paul Moran (piano y ¨®rgano), Sarah Jory (steel guitar y dobro), Tony Fitzgibbon (viol¨ªn y mandolina) y Robbie Ruggiero (percusi¨®n). Palacio de Deportes. 45, 60 y 75 euros. Madrid, s¨¢bado 27 de octubre.
Sin estirar demasiado los desarrollos instrumentales, ni hacer concesiones de simpat¨ªa o acercamiento al p¨²blico, Morrison abord¨® el swing lento de Don't worry about a thing, para montarse despu¨¦s en el country leve de In the midnight. A esas tempranas alturas de concierto, el cantante ten¨ªa ya metido en el bolsillo a un p¨²blico tan fiel como entendido; tan degustador de la genialidad de su ¨ªdolo, como acostumbrado a sus malas caras y desplantes. Precedido de la magia de Fire in the belly, lleg¨® uno de los momentos m¨¢s hermosos de la noche con Bright side of the road, y alg¨²n iluso manifest¨® que igual Van Morrison iba a conceder un manojo de grandes ¨¦xitos a su audiencia. Pero la ilusi¨®n se termin¨® en cuanto el maestro resolvi¨® Moondance y When the leaves come down. Con Cleaning windows, en cuya mitad insert¨® una cu?a de rock and roll al cantar al final el estribillo del Be-bop-a-lula de Carl Perkins, el maestro fue preparando al respetable para la traca final, una variada selecci¨®n de temas y estilos en los que destacaron Playhouse, con suculento di¨¢logo entre slide y mandolina incluidos; un St. James pre?ado de gospel y con bronca a sus m¨²sicos a?adida, y, para terminar y en clave celta, Star of county down, con el que enfil¨® hacia el camerino. Finalmente volvi¨® a salir para, con la presencia de pie del p¨²blico ante ¨¦l y bailando, poner el punto final con Brown eyed girl. ?se fue el fin de la velada en esa joyer¨ªa musical que regenta Van Morrison.
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