Rodrigo Rato. Segunda parte
Alega motivos personales para dejar el FMI, pero s¨®lo el sabe por qu¨¦ vuelve a seis meses de las elecciones. Hay nervios en el PP. Si Rajoy pierde, ?cumplir¨¢ la ambici¨®n de su vida?
Cuando Rodrigo Rato cruce el pr¨®ximo mi¨¦rcoles por ¨²ltima vez el umbral del n¨²mero 700 de la calle 19 de Washington, sede del Fondo Monetario Internacional (FMI), y se introduzca en su senatorial limusina Lincoln estar¨¢ cerrando lo que ¨¦l presenta como el cap¨ªtulo definitivo de una vida pol¨ªtica que comenz¨® en 1979, la ma?ana en que don Ram¨®n Rato, su padre, lanz¨® la chequera sobre la mesa de su amigo Manuel Fraga y le dijo: "Manolo, mi chico quiere ser diputado".
?Cap¨ªtulo definitivo? Hay quien no se lo cree, especialmente en el PP, donde tiene tantos enemigos como aliados. Un PP en plena, aunque oculta, guerra de sucesi¨®n. Y si Mariano pierde las elecciones, ?qui¨¦n mejor que Rodrigo para tomar el testigo? Y ?c¨®mo podr¨ªa negarse, escud¨¢ndose en ambiguos motivos personales?, ?c¨®mo decir que no si lo lleva esperando toda la vida?
Regres¨® de Berkeley y rompi¨® con su destino: no se cas¨® y dej¨® los negocios familiares. Quer¨ªa ser Kennedy
En el funeral del 11-M le preguntaron por qu¨¦ se iba al FMI. "Es una oferta a la que uno no puede negarse", replic¨®
"Rodrigo quer¨ªa ser presidente", explica un colaborador. "Se moj¨® y se qued¨® con el culo al aire. Lo pas¨® muy mal"
En Washington no ha dejado de hacer pol¨ªtica, arropado por un grupo de incondicionales, exiliados tras la derrota
Ana Botella, durante una fiesta: "Rodrigo, s¨¢came a bailar, que este t¨ªo con el que me he casado es un aburrido"
Rato dej¨® muchos hu¨¦rfanos en Madrid. Rajoy no incorpor¨® ni un solo ratista a su equipo, ni a Loyola de Palacio
Una vez dijo: "?Claro que Ruiz-Gallard¨®n es un cabr¨®n; como yo. Pero saca votos; como yo!"
?Le queda una segunda vida pol¨ªtica? ?l se escuda en un proverbio chino: los puentes se cruzan al llegar a ellos
Volviendo al pasado: en 1979, con 30 a?os reci¨¦n cumplidos, Rato era un ni?o bien; mejor dicho, un ni?o mal de familia bien. Rico, listo y seductor. Viajado y con idiomas. Vestido a medida. Aficionado a los deportivos, los caballos y las mujeres. Regular estudiante. Abogado que nunca ejerci¨®. Vivi¨® la contracultura nacida de la guerra de Vietnam en California, mientras realizaba un m¨¢ster de administraci¨®n de empresas en Berkeley. Regres¨® en 1975 con barba, pantalones de campana y una profunda adicci¨®n al rock. Su porvenir era el imperio familiar. Y un matrimonio a su altura. Ya entonces demostr¨® ser imprevisible: rompi¨® su destino manifiesto. No se cas¨®. Y abandon¨® a la deriva los negocios de la casa.
Quer¨ªa ser un joven Kennedy. Prob¨® en Alianza Popular, la derecha de los siete magn¨ªficos del franquismo. Su derecha. Los viejos del lugar le recuerdan un se?orito. Le bajaron los humos. No fue elegido diputado a la primera por Ciudad Real, donde le envi¨® Fraga a fajarse. Estudi¨®. Aprendi¨® econom¨ªa en los laboratorios de la patronal. Demostr¨® una inmensa capacidad de absorci¨®n y, sobre todo, de seguridad en s¨ª mismo. Se entren¨® para ser un buen parlamentario. Recibi¨® clases de oratoria. Consigui¨® un esca?o por C¨¢diz.
Y se enganch¨® a la pol¨ªtica. Uni¨® su destino al de una nueva generaci¨®n de cachorros conservadores. Los pata negra de Alianza Popular: Trillo, Cascos, Loyola. Y, sobre todo, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Su amigo. Su igual. Juntos cruzar¨ªan el desierto. Compartieron navidades, embarazos y cenas de matrimonios organizadas por Ana Botella. Aznar y Rato se atra¨ªan, eran polos opuestos: un funcionario de clase media voluntarioso, retra¨ªdo y desconfiado, y un yuppie vitalista y expansivo que le dec¨ªa las cosas a la cara. De aquellos a?os queda para la historia una frase de Ana Botella: "Rodrigo, s¨¢came a bailar, que este t¨ªo con el que me he casado es un aburrido".
Trep¨® por el escalaf¨®n. Y fue creando un s¨®lido clan ratista en torno al Grupo Parlamentario del Congreso, cuyo control hab¨ªa rogado en 1989 a Aznar, ya convertido en jefe indiscutible tras ser el primero de la pandilla en conquistar poder territorial en Castilla y Le¨®n. Rato era un jefe exigente, pero humano. Siempre dispuesto a hacer favores. A condici¨®n de que se los pidieras. Un l¨ªder. Pragm¨¢tico. Capaz de convencer y encabezar. Con amigos y enemigos. Filias y fobias. Humano. Mortal. Entre 1990 y 1996 no levantar¨ªa el pie del acelerador. Mostrar¨ªa su instinto depredador como diputado. Y su capacidad de encajar y responder.
Tras la victoria electoral del PP, y despu¨¦s de gestionar el apoyo de los nacionalistas a la investidura de Aznar, ascender¨ªa a todopoderoso vicepresidente econ¨®mico. El sofisticado hippy de Berkeley, convertido en recto gobernante, en gestor del modelo econ¨®mico que conducir¨ªa a Espa?a al euro. Siempre con la ayuda de sus viejos profesores de macroeconom¨ªa: Folgado y Montoro. Y una clase emergente de altos funcionarios que de su mano se aficionar¨ªan a la pol¨ªtica.
La estrella era ¨¦l. Al menos as¨ª lo crey¨®. Hasta que Aznar (para ¨¦l, Jose), solo, ante Dios y la historia, le apart¨® de la sucesi¨®n. El elegido era Rajoy, que nunca fue invitado a las cenas de Ana Botella (que no le aguantaba) ni formaba parte de la pandilla de los pata negra. Mariano representaba el aznarismo sin Aznar. La continuidad del r¨¦gimen. Nunca matar¨ªa al padre. Como demostr¨® siendo el convidado de piedra de la crisis del 11-M. Rato fue el ¨²ltimo en enterarse de que iba a perder la sucesi¨®n. Fue el batacazo de su vida. No torci¨® el gesto. Es demasiado orgulloso.
En junio de 2004 iniciar¨ªa un exilio dorado como director del FMI. Medio mill¨®n de d¨®lares anuales libres de impuestos, estatus de jefe de Estado y un contrato de cinco a?os. Un destino que ha vuelto a romper ante la sorpresa de todos. El malestar de los que le propusieron para el cargo m¨¢s importante que nunca ocup¨® un espa?ol en un organismo multilateral. Y la inquietud de sus rivales del PP. Aquellos que hicieron lo imposible por apartarle de la presidencia del Gobierno. Le dieron por muerto. Y ahora andan repartiendo la piel de Rajoy ante su eventual derrota en 2008.
Rodrigo es imprevisible. Quiz¨¢ sea ese ramalazo de rebeld¨ªa juvenil que de vez en cuando pugna por brotar entre los botones de su chaqueta bien cortada por Puebla, el sastre valenciano que le recomend¨® Juan Costa, su delf¨ªn, hoy coordinador del programa de Rajoy. Para algunos, el submarino de Rato en la calle de G¨¦nova.
Rato se va. O regresa, seg¨²n se mire. Por motivos personales. Es la raz¨®n que ha esgrimido con su vehemencia habitual. No tiene intenci¨®n de volver a la pol¨ªtica. No quiere competir una vez m¨¢s con Rajoy. Ni con Esperanza. Ni con Gallard¨®n. Quiere ver crecer a sus tres hijos. Aclarar su situaci¨®n sentimental. Y hacerse una casa en el barrio de Somi¨®, en Gij¨®n, escenario de su ni?ez. Es el mensaje que ha circulado entre los ratistas: cautivos y desarmados tras la marcha del jefe a Washington. Todos le creen, pero ninguno pone la mano en el fuego. "Nunca lo har¨¦ por un hombre infectado por el virus de la pol¨ªtica", dice uno de sus colaboradores.
Cuentan que Rodrigo Rato es un buen negociador porque sabe mantener un secreto. Lo confirman en CiU y en el PSOE. Un tipo fiable y herm¨¦tico al que los rivales dan cr¨¦dito. Poco amigo de conjuras. Rodrigo siempre estuvo por encima de esas menudencias. No es su estilo. No es un t¨¢ctico. No tiene paciencia. Es un hombre de acci¨®n. No es un t¨¦cnico, es un pol¨ªtico. Un ejecutivo. Busca resultados. Va de frente. Pero sabe guardar un secreto. Su vida privada siempre ha sido infranqueable. Incluso para sus colaboradores. "Nunca me he tomado una copa con Rodrigo", explica Jos¨¦ Folgado, secretario de Estado a su lado durante dos legislaturas. Compartimentos estancos: el ministerio, el partido, los amigos, sus empresas, la familia. Durante a?os, un momento y un espacio para cada cosa: por las ma?anas, llevar a los ni?os al colegio; los jueves, sus negocios; los viernes, el PP de Madrid; al final del d¨ªa, una visita a su padre, hasta que falleci¨® en 1998. El fin de semana, desaparecido en su molino de Caraba?a o esquiando en Baqueira. Nunca mezcl¨® a los ratistas empresarios con los ratistas tecn¨®cratas ni con los ratistas aparatchik. S¨®lo ¨¦l ten¨ªa una visi¨®n de conjunto.
S¨®lo ¨¦l sabe por qu¨¦ vuelve. Y justo al inicio de un largo proceso preelectoral que concluir¨¢ con unas elecciones generales a cara de perro. Y en el preciso instante en que el presidente del PP no remonta en las encuestas. "Si quiere entrar en pol¨ªtica, ?por qu¨¦ no lo dice?, y si no quiere entrar en pol¨ªtica, ?por qu¨¦ vuelve ahora? Hay algo que no encaja", reflexiona un bar¨®n de maitines, el ¨®rgano de asesoramiento personal de Mariano Rajoy.
S¨®lo Rato sabe por qu¨¦ vuelve, aunque no sepa exactamente a qu¨¦ va a dedicarse. No tiene aspiraciones inmediatas. Tampoco est¨¢ enfermo. Seg¨²n su entorno, ha tenido "propuestas de la empresa privada". Ser¨ªa su destino l¨®gico si descarta la v¨ªa pol¨ªtica. "Es un hombre de negocios", dice un amigo financiero. "Es para lo que se prepar¨®". ?Tiene alg¨²n tipo de restricci¨®n por los cargos que ha ocupado? Seg¨²n su gabinete del FMI, "el se?or Rato no tiene ning¨²n tipo de restricci¨®n laboral por haber trabajado en el Fondo". En cuanto a la ley espa?ola de incompatibilidades, ya ha cumplido los dos a?os siguientes a la fecha de su cese en que no podr¨ªa realizar actividades privadas relacionadas con expedientes sobre los que hubiera dictado resoluci¨®n. Rodrigo Rato es libre para comenzar a trabajar la semana que viene.
Necesita hacerlo. Al llegar al FMI pact¨® una pensi¨®n anual de 80.000 d¨®lares para el d¨ªa que abandonase el cargo, una cantidad insuficiente para el tren de vida al que est¨¢ acostumbrado.
?Pero trabajar en qu¨¦? Es el problema para alguien que ha sido vicepresidente y que en los ¨²ltimos tres a?os ha disfrutado de categor¨ªa de jefe de Estado. Tiene cerca de 60 a?os. "Y lleva 20 a?os sin recibir ¨®rdenes de nadie", explica un pol¨ªtico del antiguo entorno de La Moncloa. Y vuelve a un pa¨ªs donde las multinacionales son habas contadas. Y en muchas de ellas, en su privatizaci¨®n y fusi¨®n, tuvo mucho que ver como vicepresidente. Desde que anunci¨® su vuelta, las conjeturas sobre su futuro se han sucedido. La que m¨¢s visos de realidad ofrece es la que habr¨ªa recibido de La Caixa a finales de 2006 -v¨ªa el hombre fuerte de la entidad catalana, Isidro Fain¨¦, habitual de las reuniones de oto?o del FMI en Washington- para hacerse cargo de Criteria, su holding de participaciones burs¨¢tiles. Una hip¨®tesis abortada desde la Generalitat antes de nacer. Tambi¨¦n ha sonado con insistencia la presidencia del BBVA, que ostenta su viejo amigo Francisco Gonz¨¢lez. Desde el banco descartan siquiera la posibilidad de que se incorpore al consejo: "Aqu¨ª no hay consejeros pol¨ªticos, son todos independientes, y pensar que va a aterrizar aqu¨ª es no conocer el BBVA. Eso le pega m¨¢s al Santander. No ha habido ninguna negociaci¨®n".
Un viejo amigo de Rodrigo Rato sit¨²a su destino laboral en una entidad financiera extranjera: "No se va a meter en nada que despierte suspicacias. No se viene de Washington fichado por una empresa espa?ola. No vuelve por dinero. No tiene planes a corto plazo. Lo m¨¢s c¨®modo para Rodrigo es algo extranjero en banca de negocios. Yo le veo en algo gordo multinacional, por encima de un organigrama, dado su seniority; algo representativo, de contactos. Y, al mismo tiempo, intentar¨¢ reflotar los negocios familiares que han sido un desastre". Un ex ministro popular coincide con esa versi¨®n: "No tiene ofertas concretas; vuelve por un proyecto vital. Y no va a remangarse y ser el presidente de una compa?¨ªa. Ser¨¢ senior adviser de un par de grandes empresas, facturar¨¢ y punto. ?Por ejemplo? No pierda de vista Zara; el consejero delegado, Pablo Isla, es ¨ªntimo suyo". Otras fuentes le sit¨²an en la esfera del estadounidense Citigroup, el primer banco del mundo, como su hombre en Europa. El vicepresidente ejecutivo del banco, Bill Rhodes, que apoy¨® su candidatura al FMI, ser¨ªa de nuevo su valedor.
La decisi¨®n de su vuelta ha sido una sorpresa. M¨¢s a¨²n cuando deja el FMI empantanado a mitad de las reformas que ¨¦l mismo dise?¨®. Sin embargo, a finales de 2006, Rato ya hab¨ªa tomado la decisi¨®n de abandonar el Fondo. Despu¨¦s de Navidad puso a la venta su piso de Kalorama, uno de los barrios m¨¢s cool de Washington, que liquid¨® el pasado mes de abril. Punto final. Nunca fue feliz en la capital estadounidense. Cautivo en ese fr¨ªo edificio de hormig¨®n parduzco, rodeado por 2.700 sesudos funcionarios, donde cada movimiento supone un tr¨¢fago de papeles y burocracia, y las declaraciones, siempre en plural mayest¨¢tico, hay que medirlas al mil¨ªmetro. Una jaula dorada en la que un hombre de acci¨®n se marchita. Fue una salida digna tras su derrota con Rajoy, pero nunca estuvo en su agenda. Una personalidad le pregunt¨® el 24 de marzo de 2004, durante el funeral del 11-M, si estaba convencido de irse a Washington. Su respuesta fue: "Es una oferta a la que uno no puede negarse".
No ten¨ªa otra opci¨®n. "En la derecha espa?ola pasa algo curioso, sus dirigentes no tienen un estatus estable", explica un viejo parlamentario popular. "En el PP, uno se levanta vicesecretario y por la noche le han fulminado. Hay una paranoia generalizada. Si no eres el presidente, est¨¢s en precario. Y si lo eres, est¨¢s inseguro. Es la tradici¨®n caudillista de la derecha. Cuando Rato perdi¨®, a manos de los paranoicos que pensaban que no iba a contar con ellos si se convert¨ªa en presidente del Gobierno, no le qued¨® m¨¢s que irse. En el PP, el que no gana se va".
En septiembre de 2003, nada m¨¢s anunciar Aznar el nombre de su sucesor, ya le estaban haciendo en el PP las maletas a Rato. Un PP que, te¨®ricamente, iba a ganar de calle las elecciones del 14 de marzo fuera quien fuera el candidato. Y en el que Rato no ten¨ªa sitio. Se pens¨® que encabezara las listas del partido a las europeas; m¨¢s tarde, que fuera candidato a presidir la Comisi¨®n Europea. Y en ese momento apareci¨® la opci¨®n del Fondo. Y Aznar habl¨® con Bush. Y ?concedido! "Era un puesto que ten¨ªamos asegurado por el apoyo a Estados Unidos en la guerra de Irak, por la foto de las Azores, un puesto para Rodrigo; que no se queje, es el que ha salido mejor parado", asegura un colaborador de Aznar. A enemigo que huye, puente de plata, pensaron los aznaristas adheridos a Rajoy. Y tambi¨¦n el Gobierno socialista, que, tras la derrota del PP, respald¨® su candidatura ante Jacques Chirac, poco dispuesto a apoyar para el FMI a un espa?ol del PP despu¨¦s de los continuos desplantes que hab¨ªa recibido de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. En una cena en el El¨ªseo en abril, Zapatero le arranc¨® a Chirac el pl¨¢cet.
Desde el momento en que perdi¨® la sucesi¨®n, Rato hab¨ªa tomado la decisi¨®n de no entrar en ning¨²n Gobierno presidido por Rajoy. "Rodrigo quer¨ªa ser presidente del Gobierno. Se consideraba el heredero. Se moj¨®. Y se qued¨® con el culo al aire; pas¨® unos meses muy malos. Hab¨ªa sido dios y ya no iba a ser nada", explica un colaborador. "Y, encima, no pod¨ªa dejar la pol¨ªtica, porque sus negocios se hab¨ªan ido diluyendo. Y ten¨ªa dos a?os de incompatibilidad para la empresa privada. Era muy duro para ¨¦l vivir ese fracaso en Madrid. Y surgi¨® el FMI, que era una salida r¨¢pida, y se rompi¨® el hechizo y se evapor¨® el trauma que hab¨ªa sufrido con la sucesi¨®n". A los dos minutos de abrirse el mel¨®n del Fondo, Rato estaba llamando a su ¨ªntimo Gordon Brown, ministro de Econom¨ªa brit¨¢nico (hoy primer ministro), para pedirle su apoyo.
Un viejo amigo y estratega del PP a?ade: "Uno de nosotros coment¨® cuando se fue al FMI: '?No sabe d¨®nde se mete!'. El Fondo quema mucho. Es muy t¨¦cnico. Viajas a diario. Y su situaci¨®n familiar no ayudaba. Despu¨¦s de cada viaje, a lo mejor regresando de Jap¨®n, intentaba volver a Madrid para ver a sus tres hijos. Era agotador. Se los llev¨® temporadas a Washington, y a su pareja, pero no le gustaba esa situaci¨®n. Era inc¨®moda. Y lleg¨® un momento en que se plante¨® que no le apetec¨ªa pegarse al sill¨®n del Fondo, estarse all¨ª diez a?os y volver a Espa?a con edad de jubilarse. Y tambi¨¦n ¨¦l se enga?¨®, ten¨ªa prisa por irse y pens¨® que aquello era diferente". "Y encima se hab¨ªa ido con un sabor agridulce", confirma otra fuente. "Le enorgullec¨ªa ser el financiero del planeta, pero ten¨ªa el disgusto de haber cambiado su destino y dejar aqu¨ª un partido desolado".
Rato ha sido siempre un hombre de partido. Le ha dedicado lo mejor de su vida. ?Ser¨¢ capaz de abandonar definitivamente la pol¨ªtica? Porque en estos tres ¨²ltimos a?os en Washington no ha dejado ni un minuto de ser pol¨ªtico. De cultivar su imagen. Manejar informaci¨®n. Conocer la situaci¨®n de nuestro pa¨ªs. Seguir (y criticar) la oposici¨®n del PP al Gobierno de Zapatero. Nunca ha dejado de ser un pol¨ªtico.
A comienzos del pasado mes de agosto, unos d¨ªas despu¨¦s de anunciar su retirada del FMI, viaj¨® a Camboya, donde su primo, el jesuita Kike Figaredo, realiza una gran labor social a favor de los afectados por la guerra y la pobreza en Battambang. Durante tres d¨ªas, Rato, entusiasta del yoga y la filosof¨ªa oriental, se aloj¨® en la austera rector¨ªa del padre Figaredo; durmi¨® siete horas seguidas (hac¨ªa meses que no lo consegu¨ªa), comparti¨® jornadas con chavales incapacitados y habl¨® con la gente. Uno de sus interlocutores recuerda: "Me explic¨® que el FMI ha sido una buena experiencia, pero tambi¨¦n un desgaste demasiado grande, y ¨¦l considera que tiene que estar con sus hijos. Me dec¨ªa: 'Soy pol¨ªtico, pero me he dado cuenta de que la pol¨ªtica me ha quitado tanto que... ya es suficiente. No quiero vivir s¨®lo para eso'. Lo dec¨ªa con sinceridad. Pero al mismo tiempo, se ve de lejos que sigue siendo un pol¨ªtico. Quiere dejar de serlo, ?pero es que no puede! Cualquier conversaci¨®n con Rodrigo acaba con un an¨¢lisis de c¨®mo est¨¢ Espa?a".
Lo lleva en la sangre. A lo largo de estos tres a?os americanos no ha dejado de estar informado de lo que pasa en Espa?a. Del d¨ªa a d¨ªa del partido. Las andanzas de Zaplana y Acebes, que truncaron su candidatura a la sucesi¨®n de Aznar. "Sin olvidar la peregrinaci¨®n de diputados, senadores y financieros que se han dejado caer por su despacho de la planta 12 del Fondo, como si fueran a Lourdes", explica un diplom¨¢tico. "Ha cuidado mucho las relaciones. Continuamente hace campa?a; es un seductor. Un pol¨ªtico de raza". Por el contrario, han sido contadas las llamadas del l¨ªder del PP, que tampoco se ha puesto en contacto con otros hist¨®ricos del PP como ?lvarez Cascos o Mayor Oreja para recabar su consejo. "Rajoy se lo guisa y Rajoy se lo come. Sabe de pol¨ªtica m¨¢s que nadie...", dicen en la calle de G¨¦nova. El jueves, en Valencia, y sin citar al primo de Rajoy, Rato ilustr¨® su ¨²ltima diferencia con el l¨ªder del PP al declararse abierto partidario de combatir el cambio clim¨¢tico.
Rajoy no le ha hecho ninguna oferta. Lo confirman en el n¨²cleo duro del PP. "Hasta ahora, se han comunicado a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. Y lo l¨®gico es que Rajoy le haga una oferta p¨²blica y formal para acabar con los rumores: 'Lo que quieras, donde quieras y como quieras'. Rato no se va a postular a nada. ?Bueno es! Se lo tienen que pedir. Y si Rajoy quiere la mejor alineaci¨®n para romper con el empate, tiene que contar con Rodrigo", dice una fuente de G¨¦nova. "En este momento de incertidumbre econ¨®mica, el hombre del milagro podr¨ªa atraer votos de muchos peque?os y medianos empresarios".
En Washington, Rato no ha dejado de hacer pol¨ªtica. Ha estado arropado por un grupo de altos funcionarios cercanos al PP, escapados de Madrid tras la derrota del 14-M y exiliados en destinos diplom¨¢ticos. Para empezar, su jefe de gabinete, Luis Maldonado, un t¨¦cnico comercial del Estado que trabaj¨® a su lado en Econom¨ªa. Detr¨¢s, Juan Pedro Chozas, ex secretario general de Empleo; Ubaldo Gonz¨¢lez de Frutos, ex director general en Hacienda; Samuel Ju¨¢rez, ex secretario general de Pesca; Alberto Nadal, ex secretario general de Comercio Exterior, o Ricardo Mart¨ªnez Rico, ex secretario de Estado de Presupuestos. Sin olvidar los dos pol¨ªticos que contrat¨® para el FMI: Juan Costa, ex ministro de Ciencia y Tecnolog¨ªa, de consejero para Am¨¦rica Latina, y Jaime Caruana, ex gobernador del Banco de Espa?a, para dirigir un nuevo departamento de Asuntos Monetarios y Financieros. Pronto fueron bautizados en la capital como "el grupo Covadonga, prestos a la reconquista".
Rato fue siempre un hombre de clan. Un mago formando equipos. Los que han trabajado a su lado le guardan fidelidad absoluta, aunque ¨¦l intentara borrar esa percepci¨®n porque sab¨ªa que Aznar no aceptaba el menor desv¨ªo de su magisterio. Hoy, tres a?os despu¨¦s de su marcha, la pasi¨®n de los ratistas por su jefe a¨²n es palpable. El pasado 8 de octubre, durante una conferencia en Madrid de Rodrigo Rato, sonrojaba observar a dos consejeras del gobierno regional de Esperanza Aguirre, Anabel Mari?o y G¨¢dor Ongil, deshaci¨¦ndose en achuchones con su antiguo jefe, mientras un tercer consejero de Aguirre, Manuel Lamela, se tiraba nervioso de la chaqueta, y un cuarto, Juan Jos¨¦ G¨¹emes, le susurraba al o¨ªdo. La cuesti¨®n del d¨ªa era: "?Vuelve Rodrigo?".
Rato dej¨® muchos hu¨¦rfanos. Rajoy no incorpor¨® ni a un solo ratista a su equipo tras la derrota del 14-M. Ni siquiera a Loyola de Palacio, hist¨®rica del partido, fiel aliada de Rato, que falleci¨® en 2006 sin un acta de senadora ni diputada en el bolsillo, ni un despacho en G¨¦nova. Algo que Rato no ha perdonado. Tampoco Ruiz-Gallard¨®n tir¨® de un solo ratista para el Ayuntamiento de Madrid. Ante ese escenario desolador, la mayor¨ªa opt¨® por una retirada al sector privado. S¨®lo Esperanza Aguirre, la m¨¢s pol¨ªtica, la ¨²nica con poder, reflejos y coches oficiales que repartir, hizo una opa amistosa sobre el ratismo. Rato se lo pidi¨®. Ella ya estaba en marcha.
A finales de los a?os ochenta, Rodrigo Rato descubri¨® que aquel que pretenda llegar a la cumbre en una organizaci¨®n pol¨ªtica necesita poder territorial. Rato ten¨ªa el control del grupo parlamentario, pero su influencia acababa en los leones de las Cortes. Se hizo con el Partido Popular de Madrid. Mover¨ªa los hilos en la sombra durante 15 a?os sin figurar en sus puestos ejecutivos. Hasta su derrota. En ese momento fue Aguirre la que comprendi¨® que necesitaba poder territorial para posicionarse con vistas a la sucesi¨®n de la sucesi¨®n. Habl¨® con los hu¨¦rfanos de Rato que controlaban todos los resortes del partido en Madrid. Y los abdujo. Hoy, por ejemplo, cuatro de sus consejeros son viejos ratistas (G¨¹emes, Ongil, Mari?o y Lamela). Adem¨¢s de tres consejeros de Cajamadrid (Romero de Tejada, Fern¨¢ndez Norniella y Rodr¨ªguez-Ponga). Y otros altos cargos de la comunidad, como el consejero delegado de Metro, Ram¨®n Aguirre, o los miembros del Consejo Econ¨®mico y Social Elena Pisonero y Luis de Guindos. Hasta la ex mujer de Rato, Gela Alarc¨®, sin experiencia pol¨ªtica previa, ha sido nombrada responsable del Consorcio de Turismo de Madrid y consejera de Telemadrid.
Esperanza Aguirre nunca da puntada sin hilo. En su pugna con Ruiz-Gallard¨®n por el control del partido en Madrid, en octubre de 2004, sab¨ªa que era decisivo el apoyo de los ratistas. El 14 de octubre, el alcalde de Madrid pagar¨ªa caro no haber contado con los hu¨¦rfanos de Rodrigo. Aguirristas y ratistas le linchar¨ªan en su particular noche de los cuchillos largos.
Entre Gallard¨®n y Esperanza Aguirre, ?a qui¨¦n apoyar¨ªa Rato? De Aguirre nunca fue amigo. Siempre la consider¨® un peso liviano en el partido, y adem¨¢s no es pata negra de Alianza Popular. Desconf¨ªa de ella. Ruiz- Gallard¨®n, s¨ª es pata negra; siempre se respetaron. Nunca fueron rivales. Cada uno a lo suyo. "Una vez le escuch¨¦ decir a Rodrigo sobre Gallard¨®n: '?Claro que Alberto es un cabr¨®n; como yo. Pero saca votos; como yo!", explica una pol¨ªtica de su entorno. Entre los ratistas se da por sentado que Rato nunca apoyar¨¢ a ninguno de los dos. "Es demasiado zorro. Dar¨¢ su opini¨®n, pero no se siente en deuda con Aguirre porque haya protegido a su gente. Y menos a¨²n con Gallard¨®n.
Esperanza Aguirre es, adem¨¢s, la candidata natural de los neoliberales del PP. Y esos liberales dogm¨¢ticos fueron los que m¨¢s se empe?aron en apartar a Rato de la sucesi¨®n, conseguir el poder para Rajoy y una vicepresidencia para Zaplana, el jefe del grupo. Hoy trabajan para borrar a Ruiz-Gallard¨®n del mapa.
?Por qu¨¦ ese odio de los aznaristas hacia Rodrigo Rato? Hay un retrato de Rato pintado por Hern¨¢n Cort¨¦s que refleja su personalidad. La chaqueta abierta, los brazos separados como un pistolero, el cuerpo ligeramente adelantado, el gesto desafiante. Los hombres de Aznar, forjados en FAES y Valladolid, siempre vieron en Rato, textualmente, a "un chulo madrile?o". A su vez, Rato les despreciaba. Dudaba de su capacidad pol¨ªtica e intelectual. Le repugnaban sus intrigas. Ellos acabar¨ªan con ¨¦l.
Tras la triunfal legislatura 1996-2000 y la mayor¨ªa absoluta del PP, el panorama se iba a torcer inopinadamente para Rato. En el entorno de Aznar comenzaba a extenderse que el vicepresidente se estaba colgando las medallas del ¨¦xito econ¨®mico, cuando el cerebro era el presidente. Una visi¨®n que promov¨ªa el mismo Aznar, que proclam¨® en una entrevista a The Wall Street Journal: "El milagro soy yo". "Rodrigo era demasiado pragm¨¢tico, demasiado pastelero para hacer las reformas econ¨®micas que necesitaba Espa?a. Nunca hubiera congelado los salarios de los funcionarios si no hubiera estado detr¨¢s Aznar con su l¨¢piz rojo", explica un aznarista de primera hora. Un ex ministro confirma: "Es cierto, los Presupuestos se cerraban en la mesa de Aznar en Moncloa; era ins¨®lito, pero lo hac¨ªamos as¨ª". Una versi¨®n de la que no se aparta el ex ministro de Hacienda Crist¨®bal Montoro, aun reconociendo los m¨¦ritos de Rato: "En Econom¨ªa propon¨ªamos, pero Aznar iba siempre por delante, aunque nunca tomaba decisiones por encima de su ministro de Econom¨ªa".
Consciente de su peso y popularidad, Rato forz¨® en 2000 ser nombrado vicepresidente ¨²nico sin cartera; en la pr¨¢ctica hubiera supuesto ser nominado sucesor y, al tiempo, ceder la cartera de Econom¨ªa a Juan Costa, que seguir¨ªa sus instrucciones sin rechistar. Aznar se neg¨®. Su intenci¨®n era dividir el poder entre Rato y Rajoy. Y que comenzara el torneo. Algunos ratistas comenzaron a convocar discretas comidas en el molino del jefe para recabar adhesiones a su candidatura. En La Moncloa no les perd¨ªan de vista.
Mientras, la relaci¨®n entre los dos viejos amigos, Jose y Rodrigo, comenzaba a enfriarse. La comunicaci¨®n hab¨ªa dejado de ser fluida. La confianza hab¨ªa desaparecido. Aznar era el presidente. En p¨²blico y en privado. Desde La Moncloa se frenaban decisiones del ministro de Econom¨ªa. Y Rato, contrariado tras su envite frustrado de conseguir la vicepresidencia ¨²nica, se dedicaba a viajar en su papel de embajador del milagro econ¨®mico, dando la imagen de estar al margen de la pol¨ªtica nacional. Crisis del Prestige incluida. Y el presidente se aislaba en La Moncloa, inmerso en sus sue?os imperiales. "Aznar comenz¨® a establecer una relaci¨®n bilateral con los ministros; no planteaba los problemas en el Consejo de los viernes, sino a cada titular de una cartera por separado, con lo que no hab¨ªa posibilidad del m¨ªnimo debate. Lleg¨® a tener un poder absoluto", recuerda un ministro de ese Gabinete. "Y empez¨® a hacer experimentos: Piqu¨¦, a Catalu?a; Matas y Zaplana, al Gobierno; Acebes, al n¨²cleo duro. La sucesi¨®n ya no estaba tan clara en el invierno de 2002. Los que hab¨ªamos pensado que Rato ganar¨ªa de calle empezamos a dudarlo. La gente de Aznar comenzaba a alinearse con Rajoy bajo la batuta de Zaplana. Aznar no buscaba un ¨¢lter ego, sino alguien sin ego. Y Rato parec¨ªa no darse cuenta".
Rato estaba a sus cosas. Los a?os 2001 y 2002 no ser¨ªan buenos para ¨¦l: romp¨ªa su matrimonio (ante la alegr¨ªa de sus rivales y el pasmo de Ana Botella) y se ve¨ªa salpicado por el esc¨¢ndalo de Gescartera. Siempre los negocios familiares. En 2002, Aznar le ofreci¨® la cartera de Exteriores; Rato la rechaz¨®: no estaba en su mejor momento personal. Al jefe no le sent¨® bien. A¨²n tendr¨ªa que llegar la puntilla de la crisis de Irak, a comienzos de 2003. "Rodrigo a¨²n cre¨ªa que iba a ser el candidato. No perd¨ªa la esperanza, aunque los amigos sab¨ªamos un a?o antes que Mariano iba en cabeza. Rodrigo se estaba distanciando de Aznar. Desde su separaci¨®n matrimonial, no sal¨ªan juntos; Irak fue la guinda", recuerda otro ex ministro.
Enmascarado bajo un apelativo tan prosaico como Departamento de Infraestructura y Seguimiento para Situaciones de Crisis se esconde el b¨²nker de La Moncloa. En su interior, en dos irreales reuniones del gabinete de crisis del presidente, bajo tierra, entre muros de hormig¨®n armado, con puertas falsas y armarios repletos de armas, Rato se jug¨® la sucesi¨®n. Seg¨²n un asistente: "Los dos candidatos, tanto Rato como Rajoy, ve¨ªan que est¨¢bamos perdiendo la calle por la apuesta de Aznar de intervenir en Irak, y eso pod¨ªa afectar sus posibilidades en las elecciones de marzo de 2004. S¨®lo quedaba un a?o. Rajoy actu¨® a lo gallego, sin mojarse. Rato fue de frente. Era el miembro m¨¢s reacio del Gabinete a cualquier participaci¨®n militar. Y se lo hizo saber a Aznar". Otra persona cercana a la reuni¨®n recuerda: "Rato era reticente a la guerra por pragmatismo, no por principios morales. Tem¨ªa la reacci¨®n de la opini¨®n p¨²blica; ten¨ªamos las encuestas en contra. Hab¨ªa mucho estr¨¦s, y Aznar necesitaba al viejo amigo de su lado. Y no lo tuvo. Rajoy estaba contra la intervenci¨®n, pero habl¨® cuando tocaba y no manifest¨® ni una fisura". En Diario de entreguerras, un libro del ex ministro Federico Trillo que revela sombras de esos d¨ªas, el ex ministro de Defensa afirma que, tras hablar Rato contra la guerra, Aznar le lanz¨® una mirada de "tristeza infinita". En la versi¨®n original del texto, la frase era distinta: la mirada de Aznar era "de tristeza definitiva". Cinco meses m¨¢s tarde de esa escena del b¨²nker, Rajoy era elegido sucesor de Aznar. Seis meses m¨¢s tarde perd¨ªa las elecciones.
Cuentan en el PP que si Aznar llega a saber la que se avecinaba el 11-M hubiera elegido sucesor a Rato. Y que ¨¦ste, pol¨ªtico de raza, hubiera gestionado de otra manera la crisis. Y quiz¨¢ la historia hubiera sido diferente. Hoy, cuatro a?os m¨¢s tarde, Rato vuelve. S¨®lo ¨¦l sabe por qu¨¦. Aunque no sepa a qu¨¦. ?Ha llegado su momento? ?Le queda una segunda vida en pol¨ªtica? ?l se escuda en su proverbio chino favorito: los puentes se cruzan cuando se llega a ellos. -
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