Una gran noche de deseos cumplidos
Deseo cumplido. "No puedo creerme que, por fin, vaya a ver a Silvio Rodr¨ªguez", dec¨ªa, excitado, un espectador antes de que se apagaran las luces para recibir con una tormenta de aplausos al cantautor cubano. No era uno de quienes, en palabras del m¨²sico, todav¨ªa "gateaban" la ¨²ltima vez que estuvo por aqu¨ª, pero casi. La ocurrencia trajo a la memoria que han transcurrido m¨¢s de una docena de a?os desde entonces y que bien podr¨ªa ser esta la ¨²ltima ocasi¨®n de escucharle en vivo en Valencia. As¨ª, la del s¨¢bado fue una cita emocionante y conmovedora, repleta de caras de satisfacci¨®n y ojos enrojecidos. Y es que la de Silvio y su p¨²blico es una historia de amor que abarca ya muchas generaciones, y nunca acaba. Y que dure. Casi dos horas y media, tras arrancar con esa declaraci¨®n de principios que es El necio, a la que sigui¨® un generoso recorrido por algunos de los mejores momentos de su discograf¨ªa. Por ejemplo, Expedici¨®n y Qui¨¦n fuera, tras los que el cantautor explic¨®: "Siempre me negaba a cantar algunas de las canciones que me ped¨ªan, porque siempre estaba tratando de que escucharan las ¨²ltimas. Adem¨¢s, creo que los conciertos de ¨¦xitos son como los funerales de un artista y me jur¨¦ no hacerlo nunca. Pero, cuando iba a cumplir 60 a?os, le promet¨ª a algunos amigos que mientras tuviera esa edad lo har¨ªa. Y eso es lo que estoy haciendo".
SILVIO RODR?GUEZ
Palacio de Congresos.
Valencia, s¨¢bado 27 de octubre.
Y eso hizo, y su p¨²blico se lo agradeci¨®. Por lo dem¨¢s, Unicornio o Es m¨¢s, te perdono sonaron desnudas, a guitarra y voz; aunque, durante la mayor parte de la actuaci¨®n, el cantante y guitarrista se hizo acompa?ar por la flautista Niurka Gonz¨¢lez, el percusionista Oliver Vald¨¦s y el Tr¨ªo Trovarroco (Rachid L¨®pez, a la guitarra; C¨¦sar Bacar¨®, bajo ac¨²stico; y Maikel Elizarde, guitarra tres), dibujando cl¨¢sicos como La gaviota, La maza, Canto arena, La era est¨¢ pariendo un coraz¨®n, ?leo de mujer con sombrero o En el claro de la luna (tema con el que cerr¨® el concierto, tras 45 minutos de bises con las luces del recinto encendidas), con hermosos arreglos, ajustados y sin los excesos instrumentales de otras ¨¦pocas. Repesc¨® varios de los in¨¦ditos que incluy¨® en su ¨²ltimo trabajo, ?rase que se era (como El papalote o Judith), y cant¨® Am¨¦rica, te hablo de Ernesto. M¨¢s ovaciones y la certeza, al final, de que hay muchos cantautores, pero s¨®lo uno es Silvio Rodr¨ªguez. Trovador inmenso.
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