?Vida despu¨¦s de la muerte?
Existe un local que tiene desconcertados a vecinos y transe¨²ntes del barrio de Gr¨¤cia. Lo descubr¨ª har¨¢ unos meses y cada vez que pasaba por delante me ve¨ªa obligado a detenerme, intrigado. El sitio en cuesti¨®n est¨¢ frente a la famosa vaquer¨ªa de la calle de Torrijos y les aseguro que el contraste entre ambas fachadas es impactante. A un lado, una lecher¨ªa de las de Heidi, que hasta hace muy poco a¨²n ten¨ªa vacas en su establo. Al otro lado de la calle, un escaparate velado con un cortin¨®n, bajo el que roncan dos gatos negr¨ªsimos. Ambos ocultos tras una verja de hierro, con un timbre siniestro de los de castillo transilvano. Y un letrero que pone "Atelier de la muerte negra".
Aunque he ido varias veces, siempre lo he encontrado cerrado con unas gruesas cadenas y un cartelito que advierte: "Keep Out. Peligro de muerte". Mis pesquisas entre el vecindario tampoco arrojan mucha luz. Seg¨²n algunos, es un decorado cinematogr¨¢fico. Otros llegan a insinuar que se trata de un templo pagano o de una asociaci¨®n de necr¨®filos an¨®nimos. As¨ª que -un mediod¨ªa de sol no apto para vampiros- veo la puerta entreabierta y llamo. Quien aparece es Otilio Salazar, un artesano venezolano que, despu¨¦s de trabajar como dise?ador en Dinamarca, recal¨® en nuestra ciudad atra¨ªdo por su atm¨®sfera g¨®tica, los enlutados tricornios y los sombr¨ªos sombreros de torero.
Otilio me recibe con una bata negra. Dado el sitio, no tiene inconveniente en que fume (total, la vida son dos d¨ªas). Este artista de la provocaci¨®n dice sentirse muchas veces como un profeta del desastre, mientras asegura que "la muerte es tan bonita como el nacimiento de una criatura". Quiz¨¢ eso explique el nombre de su negocio y lo tremendo de la decoraci¨®n. "La muerte es un tab¨² del que nadie quiere hablar, pero es una parte natural de la vida. Por eso, tenerla presente es perderle el miedo".
El Atelier es su taller. Algo as¨ª como una tarjeta de visita o un muestrario tridimensional, donde ofrece sus servicios a quien busque hacer realidad sus fantas¨ªas, previa cita concertada. Trajes extravagantes, decorados para cine, talabarter¨ªa y una amplia parafernalia de objetos curiosos, de est¨¦tica macabra y un tanto teatral. En este decorado psicod¨¦lico suena m¨²sica f¨²nebre, mezclada con voces de transe¨²ntes an¨®nimos, grabados sin avisar por Otilio. Y es que aqu¨ª, lo t¨¦trico tiene buenas dosis de humor negro. Para muestra su gama titulada Arte y Descanso, consistente en ata¨²des convertidos en estanter¨ªas, neveras o sidecares, que har¨ªan las delicias de cualquier familia Monster. Como dec¨ªa Dal¨ª: "La gracia de una obra de arte es que ni siquiera el autor sepa si es una broma o no".
Su trabajo es una reflexi¨®n sobre un tema tan delicado que le cost¨® una denuncia y la surrealista entrevista con un empleado municipal, que le convoc¨® para que explicase sus actividades. Pero, evidentemente, las calaveras y los crucifijos no son ning¨²n delito: "Las iglesias est¨¢n abarrotadas de ambas cosas, sin que nadie se escandalice. No pretendo asustar, dice, sino provocar una reacci¨®n en la gente".
Antes de irme, me informa de que la inauguraci¨®n del local ser¨¢ el pr¨®ximo D¨ªa de Difuntos. Jornada en la que, en vez de esp¨ªritus, convocar¨¢ -previa invitaci¨®n- a sus amigos y clientes a un discreto vernissage. Pero no se alarmen. Ni secta, ni yuyus, ni espantos. Si la decoraci¨®n les incomoda s¨®lo es fruto del miedo que nos da la Parca. Pues, como advert¨ªa Ram¨®n G¨®mez de la Serna: "Todos los que est¨¢n en la gu¨ªa telef¨®nica alg¨²n d¨ªa no estar¨¢n ni en la gu¨ªa telef¨®nica".
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